HACETE CARGO




PIPO LERNOUD SE RAYA POR LA OLA DE VIOLENCIA, POR LA DESPROTECCIÓN DE LOS GLACIARES, POR LA DESTRUCCIÓN DE LOS BOSQUES. Y DICE QUE EL PROBLEMA ES UNO SOLO
 
• El 28 de noviembre se cumplió un año de la votación unánime de la ley 26.331, la“Ley de Bosques”, propuesta y defendida con fiereza por Miguel Bonasso. En ese año, sólo en Salta, el gobernador autorizó  el desmonte de casi 500.000 hectáreas. El cajoneo de la reglamentación produce un piedra libre inaceptable.
• El gobierno acaba de vetar la ley de Protección de Glaciares -que impedía actividades mineras en los glaciares o sus alrededores- por presión de las grandes multinacionales mineras. Los glaciares pueden ser destruidos para buscar oro u otros minerales bajo su capa de hielo.
• Hay casi medio millón de chicos sin destino en la provincia de Buenos Aires. Se habla de bajar la edad de imputabilidad para poder meter en cana a delincuentes menores de edad y se deja abandonados en la calle a cientos de miles de pibes.
Parecen cosas que no están relacionadas, pero lo están
Nosotros somos responsables de la inseguridad, somos responsables del calentamiento global, somos responsables de los políticos que tenemos. No hay nadie más a quién echarle la culpa.
Calculan los expertos que hay más de 400.000 chicos en la Provincia de Buenos Aires que no estudian ni trabajan, viven de lo que consiguen en la calle, a la pesca. Es un gigantesco criadero de asesinos, delincuentes, tomadores de paco. Parece mentira que lo diga yo, que hace cuarenta años pasaba mis días en la calle con Tanguito, Miguel Abuelo y una pandilla de facinerosos que terminó creando el rock nacional. Pero nosotros estábamos en la calle por decisión propia, para “descubrir la vida” para componer, para inventar otros mundos.
Esos 400.000 pibes no quisieran estar en la calle. Quisieran tener familia, amigos, tocar la guitarra, enamorarse, sentir la maravilla del mundo, dejarse despertar por el viento de los vivos…
Pero no hay nadie que se haga cargo, nadie que les tire un cable para salir del naufragio involuntario, nadie que les dé una oportunidad. Si esos pibes están en la calle, abandonados y marginados por todos nosotros, discriminados por su color de piel y su forma de hablar, es por culpa nuestra. En el país del superávit fiscal y la “redistribución de la riqueza” no puede haber poblaciones enteras expulsadas fuera del mundo. No puede haber masas de chicos vagando sin destino, a la pesca, por la calle. No puede haber pueblos con sus ecosistemas arrasados y sus medios de vida imposibilitados, como los tobas del Impenetrable o los mapuches del sur y tantos otros grupos indígenas  y campesinos barrido por la desforestación que trae la locura de la soja. No puede haber abandono masivo de la población.
¿Para qué sirve la redistribución de la riqueza si no es para darles una oportunidad a esos chicos? ¿Para qué sirve el superávit fiscal si no es para proteger a NUESTROS bosques y NUESTROS glaciares?
Nadie parece darse cuenta de que se trata de un solo problema: son apenas las distintas facetas de un mismo crimen. La sojización y pérdida de ecosistemas en el norte argentino, la contaminación con arsénico de los ríos y napas de agua como consecuencia de la minería descontrolada, la destrucción futura de los glaciares, todos esos desastres son las causas de los 400.000 chicos abandonados en las calles del conurbano, de las familias que se arraciman en los alrededores de Buenos Aires huyendo de la miseria en sus provincias. Masas sin trabajo, sin educación, sin cobertura de salud, sin un futuro a la vista.
Somos responsables de lo que nos pasa. La ley de protección de los bosques nativos duerme hace un año en el Congreso porque el Ejecutivo no parece interesado en reglamentarla para que funcione. La ley de protección de glaciares votada por unanimidad en el Congreso, fue vetada por el Ejecutivo. Los cuatrocientos mil chicos no tienen a nadie que les ofrezca cobertura social, sólo les ofrecen meterles bala y bajar la edad de imputabilidad, para encerrarlos en esos campos de concentración y entrenamiento de asesinos que son las cárceles argentinas. Porque, ¿para qué sirve encarelar a un chico si allí se va a volver más violento, más desesperado, más jugado contra el mundo?
Nadie parece ver que se trata del mismo problema. No nos hacemos cargo de proteger el ambiente en el que vivimos y la gente con quien lo compartimos, el mundo del que formamos parte. La calle se vuelve tierra de nadie y estamos todos contra todos. Los paisajes se entregan al mejor postor, el agua está en manos de alguna empresa desconocida, los bosques que tomaron cientos de años en desarrollar sus ricos y complejos ecosistemas de árboles, pájaros, humanos, insectos, mamiferos, desaparecen en pocas horas para convertirse en el desierto verde del monocultivo de soja, en el que no vuelan los pájaros, los insectos mueren por los pesticidas, el suelo se seca, las napas se envenenan con glifosato. El sonoro y aromático mundo de los bosques del norte se convierte en el disciplinado silencio del monocultivo. Sus habitantes no tienen dónde ir más que a las villas miseria que colectan la miseria de una sociedad indiferente.
Nosotros somos los chicos abandonados en la calle y convertidos en criminales. Nosotros somos los glaciares condenados a desaparecer y dejarnos sin agua. Nosotros somos los bosques arrasados. Nosotros somos este mundo. No hay otro lugar donde huir. Esta es nuestra realidad. Hagámonos cargo.

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