Cerdos climáticos







Silvia Ribeiro
La Jornada



Mientras el planeta se sigue calentando y el caos climático aumenta, las negociaciones sobre el tema en Naciones Unidas van de mal en peor. Reunidos a principios de octubre en Bangkok, Tailandia, para discusiones preparatorias de la decimoquinta Conferencia de las Partes de la Convención Marco sobre Cambio Climático de Naciones Unidas (que sesionará en Copenhague en diciembre), el ambiente no puede estar más tenso ni más caliente, en todo sentido.
Un ejemplo de lo perversas que pueden ser las propuestas en este ámbito: la mitad de los proyectos que México ostenta en la Convención de Cambio Climático como “desarrollo limpio” y “solución” para mitigar los gases de efecto invernadero son ¡granjas de cría industrial de cerdos! Aunque parezca ciencia ficción, una de ellas es Granjas Carroll de México, famosa en el mundo por haber creado en sus pestilentes fábricas de cerdos el virus de la gripe porcina. Las aguas, el suelo y el aire alrededor de sus instalaciones están grave e impunemente contaminados, los campesinos y pobladores de la zona viven enfermos y cuando protestan por sus derechos, los reprimen y llevan a juicio. Pero en Naciones Unidas, Granjas Carroll, con espaldarazo oficial, se presenta como “solución ambiental”. ¿Cómo es posible una situación tan grotesca?
Una de las peores trampas que acompañaron el establecimiento del Protocolo de Kyoto (parte de la Convención de Cambio Climático), es que los gobiernos aceptaron que en lugar de reducir efectivamente las emisiones de gases de efecto invernadero en fuente, los países del norte y empresas que más los producen pueden pagar a otros (que tengan menos emisiones) para seguir contaminando, sea a través de fondos manejados por gobiernos, o a través de mercados privados de carbono. Esto no mejora el cambio climático, pero ha dado lugar a nuevas fuentes de negocios y especulación financiera con mercados primarios y secundarios de bonos de carbono. Peor aún, los llamados “sumideros de carbono”, con los que las empresas compran su derecho a contaminar, son pingües negocios para las mismas u otras grandes trasnacionales, como es el caso de las extensas plantaciones de monocultivos de árboles, con enormes impactos ambientales y sociales.
Una forma de este perverso mercado es el llamado “Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL)”, que existe dentro de la Convención de Cambio Climático. Se basa en compensar a las empresas por “evitar” la hipotética emisión futura de más gases de efecto invernadero. La mayoría de los proyectos dentro del MDL favorecen a empresas tremendamente contaminantes y dañinas al medio ambiente, porque la compensación se da en comparación a lo más sucio que sería la producción sin el proyecto presentado. Esta contabilidad no contempla lo realmente necesario: que este tipo de producción debe desaparecer. Existen opciones realmente “limpias” y sustentables, en este caso, la producción agrícola y pecuaria campesina, descentralizada y de pequeña escala.
El proyecto MDL de Granjas Carroll es un emprendimiento conjunto de ésta (propiedad de la trasnacional Smithfield, la mayor productora gobal de cerdos, pero se presenta como contraparte de México), Cargill Internacional SA, desde su sede en Suiza, y Ecosecurities Ltd del Reino Unido. La última es una empresa trasnacional de transacciones con bonos y créditos de carbono.
La actitividad del proyecto es la “recuperación de metano” (un importante gas de efecto invernadero), alegando que se producirá biogás para generar electricidad, con parte del metano que se emite en las inmensas y contaminantes lagunas de excrementos de cerdos. El proyecto es mínimo en relación con las emisiones y múltiples otros impactos de Granjas Carroll, y justifica la producción industrial, ya que para captar la cantidad de gas alegada, los animales deben estar concentrados, y el excremento líquido. Los gases emitidos por el excremento de ganado, si no estuvieran confinados y en enormes cantidades, serían muchísimo menores o neutrales, porque la materia fecal de animales en campo abierto, se seca y es absorbida en forma natural en el suelo, sirviendo además como fertilizante que favorece el crecimiento de pastura que absorbe y retiene carbono.
Por el contrario, la lógica de Granjas Carroll y los otras empresas de cría industrial de animales es que se les debe pagar por manejar el problema que ellos mismos causan.
¿Alguien cree que así se podrá enfrentar el cambio climático? Los gobiernos tampoco. Algunos, como Bolivia y otros del ALBA, plantean que la situación es demasiado grave y no tolera más farsas. Exigen reducción drástica de emisiones y el reconocimiento de la “deuda climática” histórica de las trasnacionales y países del Norte. Pero los países de Norte y muchos del Sur, como México, siguen discutiendo mecanismos de mercado y hasta quieren aumentarlos, incluyendo dentro de un próximo protocolo la agricultura industrial en totalidad, no sólo la pecuaria. Así, los devastadores monocultivos transgénicos, como la soya en los países del sur de América Latina, podrían ser subsidiados por este mecanismo de desarrollo tan sucio.
Aunque la lucha es desigual, muchas organizaciones de la sociedad civil y movimientos sociales están denunciando la situación y se preparan para manifestarse de muchas formas, en paralelo a la Cumbre de Copenhague. La consigna que los reúne es ¡Justicia climática ya!
Silvia Ribeiro es Investigadora del Grupo ETC
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2009/10/10/index.php?section=opinion&article=027a1eco

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El Norte no quiere nada que se llame Kyoto

Por Marwaan Macan-Markar

BANGKOK, (IPS) - Los gobiernos de los países en desarrollo y de las naciones industriales están enfrascados en una ya abierta pelea sobre los compromisos internacionales para hacer frente al cambio climático.
El centro del debate se refiere a los principios consagrados en el Protocolo de Kyoto, acordado en Japón en 1997 para frenar el ritmo del recalentamiento planetario. En diciembre de 2007 había esperanzas de poder cumplir con los objetivos del convenio, tras la conferencia climática realizada en la isla indonesia de Bali. 
Pero las señales de que se está desarticulando el Plan de Acción de Bali han sido inequívocas en las dos semanas de reuniones celebradas en Bangkok desde el 28 de septiembre. 
Uno de los fundamentos del Plan de Acción de Bali era el compromiso de los gobernantes del Norte industrial de diseñar una estrategia para reducir drásticamente las emisiones de gases invernadero a mediano plazo, entre 2013 y 2020, mediante nuevas metas. 
Pero el lenguaje duro que están usando delegados de los países en desarrollo para describir los propósitos de las naciones industrializadas --básicamente ignorar los compromisos asumidos en Bali--, confirma la frustración de las negociaciones que se llevan adelante a puertas cerradas en la capital tailandesa. 
"Van a tratar de matar al Protocolo de Kyoto", dijo a IPS Lumumba Stanislaus-Kaw Di-Aping, presidente del Grupo de los 77 (G-77) países en desarrollo y China, durante un descanso de las encendidas discusiones en el centro de conferencias de las Naciones Unidas en Bangkok. 
"Es parte de su juego, pero estamos totalmente unidos para frenar esos intentos", aseguró. El G-77 reúne a 130 países en desarrollo representados en la Organización de las Naciones Unidas (ONU). 
El Protocolo "ha demostrado ser efectivo", declaró en conferencia de prensa el diplomático sudanés. "El intento de reemplazarlo por uno nuevo será contraproducente. Lo que se necesita es que la Unión Europea, Japón y Australia eleven la apuesta en vez de sumarse al intento de Estados Unidos de desbaratar las regulaciones". 
Opiniones similares fueron expresadas por otros representantes del G-77. 
Los delegados del Sur en desarrollo temen que un instrumento alternativo al Protocolo de Kyoto sin regulaciones internacionales dé luz verde a las naciones industrializadas para eludir su obligación de reducir sus emisiones de gases que recalientan la atmósfera. 
"Estamos tratando de cumplir con el mandato del Plan de Acción de Bali", señaló Shyam Saran, enviado especial del primer ministro indio. "No propusimos nada que no estuviera allí". 
"Tenemos claro que el Protocolo de Kyoto es un instrumento legalmente válido y no estamos en posición de acordar medidas contrarias ni de reemplazarlo por otro documento", dijo a IPS Saran, jefe de la delegación de India. "Estamos ante un intento de eliminar los estándares internacionales sobre objetivos de reducción de emisiones". 
El primer período de compromisos del Protocolo de Kyoto obliga a los 37 países industrializados que lo ratificaron a reducir sus emisiones de gases invernadero a volúmenes 5,2 por ciento inferiores a los de 1990, en un plazo que acaba en 2012. 
La comunidad internacional tendrá que acordar en la 15 Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, a celebrarse del 7 al 18 de diciembre en Copenhague, nuevos objetivos de reducción de emisiones de gases invernadero para un segundo período de compromisos que comenzará en 2013, cuando el plazo para cumplir las metas de Kyoto haya expirado. 
Los seis gases contemplados en el Protocolo de Kyoto --dióxido de carbono, metano, óxido nitroso, hexafluoruro de azufre, hidrofluorocarbonos y perfluorocarbonos-- son considerados por la mayoría de los científicos responsables del recalentamiento planetario, causante de fenómenos climáticos extremos. 
Antes de las reuniones de Bangkok, algunas naciones del Norte accedieron a reducir sus emisiones entre 15 y 23 por ciento entre 2013 y 2020, muy por debajo de lo que se espera de los países industrializados: una disminución de entre 25 y 40 por ciento, respecto de los volúmenes de 1990. 
Según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), el mundo debe abatir hasta 40 por ciento las emisiones de gases invernadero antes de 2020 para evitar que la temperatura promedio de la Tierra aumente más de dos grados para 2050, lo que tendría consecuencias catastróficas. 
Además, muchos de los países industriales todavía tienen que cumplir con sus metas de 2012. Y Estados Unidos, el mayor contaminador climático del mundo rico, ni siquiera ha ratificado el Protocolo de Kyoto. 
Por su parte, las naciones en desarrollo abrieron una puerta en Bali al acceder a reducir de forma significativa sus emisiones de gases invernadero en un esquema nacional y voluntario, con la condición de que los países ricos financiaran programas para ayudarlas adaptarse a los desafíos del cambio climático y a adoptar tecnologías sustentables. 
Pero esta distinción, entre los recortes voluntarios de emisiones de los países en desarrollo y los recortes de las naciones industriales, acordados internacionalmente como parte de un régimen ambiental global, corre riesgo de desaparecer. 
"Los países industrializados quieren aparecer como naciones en desarrollo para no tener que cumplir con su responsabilidad en materia de recalentamiento del planeta", señaló Martin Khor, director ejecutivo del intergubernamental Centro Sur, con sede en Ginebra. 
"La Unión Europea fue clara al respecto desde el primer día de negociaciones aquí cuando declaró que quiere un nuevo acuerdo con algunos elementos del Protocolo de Kyoto", indicó Khor. "Sus negociadores vinieron a desmantelar el tratado, no a discutir objetivos claros sobre reducción de emisiones". 
El camino para este asalto a los principios del Protocolo de Kyoto se allanó en las últimas dos sesiones de negociaciones celebradas en agosto en Berlín. 
"Australia, Japón y Estados Unidos fueron los que comenzaron a hablar de un nuevo acuerdo, pero sin explicitar su contenido", reveló Khor. "Creímos que las nuevas propuestas serían agregadas a los compromisos acordados en el Protocolo de Kyoto". 
"Fue una de las mayores sorpresas y reveses de las negociaciones de Bangkok", añadió el activista malasio. "La situación es crítica y hay total incertidumbre sobre el futuro régimen climático". 
La última escala antes de la conferencia de diciembre en la capital danesa será en Barcelona del 2 al 6 de noviembre.

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