Silencios vertidos al mar






Nuestra sociedad es tan rica en elementos humanos que mientras unos luchan por un mundo más sostenible y sano, otros giran la espalda a la realidad y creen que este mismo mundo lo aguanta todo o quizás piensan que hay otro de recambio. El papel de los ecologistas y de las entidades que representamos choca frontalmente contra las actuaciones ilegales que realizan muchas empresas, con el silencio muy a menudo, de las administraciones.
En el Centro de Iniciativas Ecológicas Mediterrània, entidad que presido desde hace casi dos décadas, lo sabemos a la perfección.


Los vertidos al mar son cada vez mayores y casi siempre tienen las mismas siglas de autor, la misma firma. Parece incluso que en las costas de Tarragona sea una tradición contaminar el Mediterráneo como mínimo una vez al año. La lista de capítulos de contaminación marina, perfectamente contrastable en las hemerotecas de los periódicos y bibliotecas, es inacabable en nuestro litoral y se puede extrapolar a otras zonas marítimas españolas.
Barcos que han vertido miles de litros de crudo en las mono boyas de descarga, fallos inexplicables en las plataformas petrolíferas, accidentes en alta mar y a pocas millas de la costa originados por la falta de medios o mayores medidas de seguridad y, para poner el colofón a esta lista de colmos, la aparición fantasma de una mancha de crudo en la zona sur del Puerto de Tarragona que aun no tiene autor ni causas de origen determinadas.
Nuestros océanos y mares están cada día más sucios pero esto no frena la actitud de los que siempre lo han considerado un gran vertedero que lo esconde todo, como si el mar fuese una alfombra debajo de la cual, se puede esconder toda la porquería que nos sobra. Las imágenes de las aves atrapadas en el crudo más denso y el incremento de la presencia de las temibles medusas en nuestras playas, tienen un punto en común: la mano de los humanos cada vez más inhumanos, más ciegos, más sordos.
A esta ceguera colectiva, a este silencio de los que no quieren oír para evitar ver la verdad, se les unen como compañía en este paseo tan callado los únicos elementos capaces de dar la vuelta al calcetín y desenmascarar a los contaminadores para darles su merecido, sancionarlos, obligarles a reparar el mal, a sanear el mar que han llenado de basura.
Según los estudios más recientes, cada año se vierten en nuestros mares y océanos entre tres y cuatro millones de toneladas de petróleo y la gran mayoría no procede de las siempre tristes mareas negras. Gran parte de lo vertido al mar son hidrocarburos procedentes, en pequeñas cantidades que se van sumando, de los buques que no tienen ningún gran accidente. Al mar se le echan aceites usados, gases y otras muchas sustancias procedentes de estas embarcaciones, de las plataformas en alta mar o desde canalizaciones urbanas en tierra firme. Otros sistemas conocidos recientemente, hablo de la eco-mafia italiana, han permitido, con la absoluta permisividad de todos, llenar el fondo de las costas italianas de barcos hundidos que almacenan residuos tóxicos y nucleares. El país en forma de pierna y bota, con su pelota siciliana incluida, esta carcomido por la maldad y la suciedad, a punto de dar una patada al mundo.
Todos los gobiernos, los ministerios, las consejerías y las concejalías saben lo que sucede y el porqué pero tienden a silenciar los casos de contaminación para cubrir las espaldas a las grandes multinacionales que son las que alimentan, en gran parte, las arcas estatales. Es un silencio querido, dar la espalda al problema para luego decir que no se ha visto nada. En Mediterrània-CIE, nuestra ONG, estamos hartos de denunciar los vertidos y de exigir responsabilidades. Y muy a menudo nos encontramos con este famoso silencio. Pero esto a nosotros no nos hace callar, no nos merma ni debilita. Nos fortalece y anima a seguir con una labor que consideramos responsable y necesaria.  
 
Ángel Juárez Almendros - Presidente de Mediterrània-CIE /
Fuente: ECOticias.com

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