LA GUERRA QUÍMICA BAJO EL PARAGUAS DE LOS BONOS DE CARBONO




América Latina sufre una silenciosa guerra química. No hay dos ejércitos enfrentados. Se trata simplemente de la agresiva política expansionista de la soja transgénica y sus aliados, los agroquímicos, por parte de las multinacionales como Monsanto. Una nueva vuelta de tuerca se está desarrollando en esa batalla. A pocos días de la Cumbre del Clima de Copenhague, Monsanto y sus amigos se visten con el disfraz de cordero. Van por un millonario negocio: los bonos de carbono. En el camino hacia El Dorado, los muchachos de Monsanto encontraron unos nuevos e inesperados amigos, la inefable WWF (World WildLife Fund) y la Unión Mundial por la Naturaleza (UICN), entro otras de las grandes transnacionales del conservacionismo.
Ahora encontraron un novedoso y falaz término: “Agricultura Conservacionista”. Para esto, se rodeó de aliados, la mayoría de los cuales gastan los dineros provenientes de los gobiernos –supuestos representantes del pueblo, al que esquilman- para elaborar documentos, viajar por todo el mundo y llevar la situación al límite. Entre ellos, la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC).
Todos juntos pujan para que en Copenhague los agronegocios puedan obtener los poco claros bonos de carbono. Una etiqueta voluntaria para la soja Roundup Ready “responsable”, patrocinada por la World WildLife Fund (WWF), y una recién aprobada metodología de los”Mecanismos de Desarrollo Limpio” (MDL), son pasos importantes de las corporaciones para acceder a este negocio de tres mil millones de dólares.

Las propuestas de incluir la agricultura en la compensación de carbono se centran en los cambios en las prácticas de cultivo y la reducción de emisiones de metano y óxido nitroso. Todas estas prácticas se incluyen en el concepto de “agricultura conservacionista”, que se basa en tres principios: mínima perturbación del suelo, cobertura permanente del suelo y rotación de cultivos1

Sin embargo, con el explícito consentimiento de la FAO y la CMNUCC, bajo el concepto de Agricultura Conservacionista se están incluyendo métodos agrícolas extremadamente diferentes. Con esta etiqueta, una gama de sistemas que van desde la agricultura ecológica hasta la agricultura industrial de siembra directa de los organismos modificados genéticamente (OMG) pueden ser etiquetados como sostenibles y así recibir bonos de carbono.

De esta manera, la Siembra Directa –en especial de América del Sur- pasarían a ser la beneficiaria de ese mercado de los bonos de carbono que para muchos significa nada más que una excusa de los países desarrollados para seguir contaminando. Cómplices internos de esta nueva ofensiva: los responsables de medio ambiente de la Nación y la oficina de Mecanismos de Desarrollo Limpio (MDL). 

Esta nueva luz verde a los agronegocios –y su extensión natural a los agroquímicos- en una región como América del Sur que ya cuenta con 41 millones de hectáreas de cultivo de soja, es una alerta grave. La expansión de los cultivos de soja RR (Roundup Ready) está causando una contaminación masiva debido al uso intensivo de pesticidas. Esto conduce no sólo a la pérdida de biodiversidad, sino que en países como Argentina y Paraguay también las personas están expuestas a vivir en un entorno similar al de una “guerra química”. Clasificar la siembra directa para incluirlos en los Mecanismos de Desarrollo Limpio (MDL), es un dislate, tanto como la colaboración de organizaciones conservacionistas. De esta manera, el nuevo matrimonio entre la Asociación Argentina de Productores de Siembra Directa (AAPRESID), el Estado y las ONGs ambientalistas (WWF, The Nature Conservancy y la UICN Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza), es el tridente más peligroso para la biodiversidad, la seguridad alimentaria y el desarrollo social y cultural de los pueblos afectados.
Fuente: medioymedio.com

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