PATAGONIA CHILENA: Reflexiones sobre el Proyecto HidroAysén







Carlota Mc Allister
Doctora en Antropología, Universidad de York Toronto, Ontario, Canadá
 


 
En mi capacidad profesional como doctora en antropología, he visto con mucha preocupación una notable abundancia  de errores metodológicos serios en la manera de entender el medio humano tanto en el EIA original de HidroAysén como en la adenda que la empresa recientemente entregó a la Conama en respuesta a las observaciones de los servicios públicos. Por razones de espacio, me limitaré aquí a señalar solo el más grave de estos, desde el cual fluyen muchos otros, que es la negativa de HidroAysén a considerar a los habitantes de la cuenca del Río Baker como una comunidad en el pleno sentido de la palabra.
La legislación ambiental en Chile obliga a la empresa que presenta un proyecto como el de HidroAysén a especificar el impacto que tendrá en los grupos humanos que viven en el área de influencia del proyecto, en especial en sus “sistemas de vida” además de sus costumbres. En respuesta a varios servicios públicos que comentaron que el EIA de HidroAysén no cumple con esto respecto a los habitantes de la cuenca del Baker por qué no ha considerado el impacto de las represas en sus sistemas de vida, la empresa insiste que la información que ya dio en el EIA original es suficiente en este respecto, ya que, por un lado, proporciona cierta información estadística y geográfica sobre esta población, y por otro lado, porque describe ciertas prácticas navegacionales de la gente que vive en las orillas del Baker, las cuales, como HidroAysén reconoce, se verán sustancialmente afectadas si se represa el río.
Sin embargo, equivaler esta información con una plena consideración de esta población como grupo humano es un sin sentido. Por el hecho de tener sistemas de vida propios, un grupo humano es por definición más que la suma de los individuos o familias que lo componen, y más que la suma de las prácticas culturales o económicas de sus miembros. Es decir, es una comunidad, un conjunto social compuesto por los vínculos y relaciones sociales entre sus miembros, con una vida irreduciblemente colectiva—como cualquier sociólogo o antropólogo que merece el título sabe muy bien.
¿ Por qué entonces se niega HidroAysén a reconocer a los habitantes de la cuenca del Baker como grupo humano poseedor de vida colectiva ? Es más fácil, claro está, fingir que los únicos que se verán afectados por las represas en la cuenca del Baker son las catorce familias que tendrán que desplazarse por las obras, ya que son pocos y, por valientes que sean en sus luchas y negociaciones con la empresa, enormemente desventajados ante la influencia y la chequera de la empresa a fin de cuentas. Pero como cualquiera que ha visitado el Baker sabe, el destino de estas catorce familias no se puede separar del destino del conjunto social al que pertenecen. Sus terrenos y el uso que hacen de ellas forman parte de un sistema de vida que se verá totalmente transformado cuando esas tierras dejan de servir su función actual, no sólo por las repercusiones económicas y culturales de sacar a algunas de las tierras más ricas del área del modo de producción gaucho, sino también por la llegada de las hordas de personas nuevas con sus nuevas maneras de hacer las cosas que este cambio de función va a posibilitar. O sea, además de las tierras se perderán las relaciones de confianza entre vecinos establecidas durante generaciones, las tradiciones locales de convivencia agónica con la naturaleza imponente de la Patagonia, y la sensación única de tranquilidad y bienestar que se experimenta en el sur de Aysén, rompiendo con el sistema de vida no sólo de las catorce familias sino de toda la comunidad baquiana. HidroAysén no quiere reconocer a los habitantes de la cuenca del Baker como grupo humano porque aún con sus miles de millones de dólares, no puede pagar un daño a esta escala.
Y puede ser que el miedo de HidroAysén a reconocer este grupo humano como la comunidad que es viene de una preocupación aún más fuerte. En la adenda al EIA, la empresa sí reconoce a un grupo humano, es decir la junta de vecinos de la Esperanza, en el sector de los Ñadis de Cochrane, cuyos terrenos serían inundados por la presa Baker 2, y quienes son, por lo tanto, los más inmediatamente afectos por el proyecto. En este caso -y sólo en este caso- HidroAysén reconoce que esta junta, como grupo humano, posee vínculos sociales que merecen ser preservados por encima de las medidas que ofrece la empresa para compensar a las familias que conforman el grupo por la pérdida de sus terrenos. De hecho, la empresa reconoce la existencia de estos vínculos de tal manera que está dispuesta a llevar a cabo un consulta formal con la junta, como conjunto social, sobre dónde se quieren relocalizar conjuntamente, para poder mantener intactos estos vínculos sociales (por supuesto, no está dispuesto a consultarlos sobre si se quieren relocalizar!). O sea, hasta HidroAysén acepta que las comunidades tienen el derecho a ser consultados sobre su futuro colectivo. Será, entonces, que HidroAysén no quiere reconocer a la gente del Baker como el grupo humano que es porque se da cuenta que reconocerlo dejaría al descubierto la obligación moral que tiene pero a la que se ha querido esquivar  de consultar a la comunidad entera del Baker sobre el futuro del espacio en el que vive y el desvío tan radical a este futuro que traerían las represas? Sea como sea, es una falta de rigor científico, para no decir ético, de parte de HidroAysén negar la existencia del grupo humano de los baquianos simplemente porque les conviene. Ojalá las autoridades chilenas exijan que se respete la legislación ambiental en esta materia tan importante.

http://www.eldivisadero.cl/noticias/?task=show&id=19674

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