Vida y Unidad






ESCRITO POR FUSIÓN   

Hablar de vida, en el sentido absoluto y sagrado de la palabra, es hablar de unidad. La vida surgió de un complejo proceso químico en el que la unidad entre los diferentes componentes fue indispensable. La vida, tal y como la conocemos hoy en su manifestación externa o puramente física, es un perfecto ejemplo de unidad, de lo que se debe entender como unidad.
Pero la vida, tal y como la entiende el ser humano y, sobre todo, tal y como la vive la humanidad, es el más aberrante, ignorante y absurdo ejemplo de lo contrario, o sea, de la separatividad, del enfrentamiento entre las partes.
El resultado, como todos podemos comprobar, es el más absoluto caos.
El egoísmo se ha convertido en el eje de la existencia. Cada individuo mira únicamente hacia su ombligo, hacia su gusto, hacia su preferencia, hacia sus interesados objetivos particulares.
El grupo, como célula unida, prácticamente no existe, porque el verdadero grupo tiene su base en la renuncia de lo personal por el bien del colectivo. A veces, incluso, en el sacrificio de uno mismo por el bienestar de los demás.
Estos son conceptos que forman la auténtica base de la unidad, pero que son generalmente desechados porque no “interesan”, porque no son atractivos, porque para la mayoría la vida es una búsqueda del bienestar personal a costa de lo que sea y de quien sea.
Entonces, si tenemos en cuenta el origen de la Vida y, por otro lado, observamos en que la ha convertido el ser humano, podremos entender fácilmente porqué este planeta se ha convertido en un mundo de muerte, no de Vida.
Podemos entender porqué se multiplican las enfermedades, porqué se degradan los océanos, porqué aumentan cada día los suicidios, porqué nos dirigimos hacia la autodestrucción como especie.
Si cada uno de nosotros, en nuestra estructura orgánica, en nuestro mecanismo físico y químico, en nuestro funcionamiento como criaturas de la Vida, somos una copia reducida del cosmos, lo que se conoce como microcosmos, entonces no podemos, mediante nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestras decisiones, etc. ir en contra de lo que somos, de nuestro diseño original, porque lo que provocamos es un cortocircuito eléctrico en nuestro interior, y esa es la fuente de todos nuestros males.
Tampoco podemos ir en contra del funcionamiento del cuerpo en el que vivimos y que nos sustenta, la Madre Tierra, porque también alteramos su “programa” y las consecuencias son muy graves, tal y como ya estamos en condiciones de evaluar.
Tal vez lo más triste y penoso de esta realidad es que hubo un tiempo en el que los seres humanos eran conscientes y respetaban la Vida, respetaban la naturaleza y vivían en simbiosis con ella. Pero eso se ha perdido, el motivo fue el egoísmo, la ambición, la avaricia y, sobre todo, la ignorancia, la ignorancia de quienes se creyeron “sabios” porque construían “cosas” aparentemente útiles.
El hombre actual se cree un “dios”, dueño de la tierra y con derecho a decidir sobre la vida de los demás. Pero en realidad está más lejos de la Vida que nunca en la historia de la humanidad, porque ha perdido el rumbo y se ha olvidado de que la base de la Vida es la unidad, la unidad de todas las partes que conforman el Todo.
Fuera de la unidad la parte no es nada, ni siquiera existe desde el prisma de la Vida. En cambio, lo que está conectado entre sí, lo que está unido con lo demás, eso o ese sí que existe, sí que cuenta.
No existe aparato, mecanismo o invento creado por el hombre que no se base en el principio sencillo y básico de la unidad. Pero a pesar de que el hombre utiliza la unidad para sus creaciones, parece no comprender que es mucho más importante vivirla en sus relaciones con los demás y con todo lo que existe.
Es evidente, con ello, que por mucho que se haya avanzado tecnológicamente no se ha dado ningún paso en el terreno de las relaciones humanas entre sí y con su entorno.
Sólo hay que leer un periódico o ver un telediario para constatar esa realidad.
Y eso es así porque el hombre ha olvidado que la posibilidad de tener o no tener un futuro depende de vivir la unidad entre los seres humanos, entre los hijos del mismo Padre, no de la “maravilla” de sus inventos.
Al final, todo es una cuestión de estupidez, porque como ya se dijo aquí otras veces, el ser humano es la única criatura que destruye lo que le permite vivir.
Pero la Vida está por encima incluso del ser humano y, como ya ocurrió más veces en el planeta, cuando éste sobrepasa determinados límites, la naturaleza hace eso que llamamos “borrón y cuenta nueva”.
Y estamos ante una nueva fase de reciclaje y limpieza de la naturaleza, de la Vida, por medio de sus guardianes, de los encargados de guardar el equilibrio.
Además, en esta ocasión, el planeta entero es consciente de esa realidad, lo que incomprensiblemente no basta para que se modifiquen las formas de vida y las relaciones humanas.
A lo mejor, la criatura hombre es el exponente, a nivel cósmico, del suicida perfecto y abnegado.
Pues que así sea.

fusion.com

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