CO2, el nuevo tráfico de indulgencias







Umberto Mazzei
Rebelión



El elemento esencial de las indulgencias es la cesión a favor de una persona de los méritos realizados por otros. La doctrina básica era que la oración y las buenas obras tienen un valor acumulable que constituye el “Tesoro de la Iglesia”, una cuenta en el otro mundo. El depósito inicial serían los méritos de Jesús, luego abonaron los santos y miles de conventos y millones de devotos que elevan sus rezos1. Esas santas emisiones sumaron a la iglesia unos “trillions” en misericordia celestial. La iglesia giraba sobre esa cuenta divina a favor de los pecadores que hacían la buena obra de dar a la iglesia dinero sonante y de este mundo.
La Historia nos cuenta como ese ávido truco creó un mercado conocido como el “Tráfico de Indulgencias”. Un tráfico que fue de las más graves acusaciones esgrimidas por la rebelión protestante y que obligó a reformar el uso de sus indulgencias a la propia Iglesia Católica.
Ahora se habla otra vez del cielo y otra vez de indulgencias. Los ricos compran unos “Bonos de Carbono”, que les perdonan sus emisiones y que obligan a los países en desarrollo a no aumentar las suyas. El efecto es congelar la mala repartición de la riqueza mundial. Como en la OMC, con subsidios a la agricultura de los ricos, que arruinan la agricultura de los pobres. Otra vez los pobres deben salvar el planeta y redimir a los pecadores ricos. Lo peor, es que la histeria creada en torno al CO2 , un gas benéfico, desvía hacia un fantasma futuro, la atención que requiere la presente y muy real contaminación ambiental.
La verdadera contaminación ambiental
El planeta está contaminado y se continúa a contaminar. Una culpa es la ignorancia, pero la causa mayor es la codicia, la prédica del lucro como fin supremo. El estimular al consumo para ganar más y ahorrar gastos dejando impregnar el aire, la tierra o el mar de desechos tóxicos. Minería a cielo abierto. Lagos, ríos y playas negras de petróleo. Sobre-pesca. Bosques talados para soya y palma aceitera. Plásticos y desechos tóxicos en el mar. Basura indiscriminada. Desechos tóxicos vaciados en acuíferos. Munición radioactiva de la OTAN causando bebes deformes. Bombas racimo israelíes que matan niños libaneses. La lista es muy larga y no se convoca ninguna cumbre mundial para remediarlo.
Casi todo lo ensuciado se puede limpiar y recuperar, con un esfuerzo. Europa ya recuperó muchos lagos, ríos y bosques. El alto nivel de educación y una conciencia pública ambiental obligó a sus políticos a actuar y sin dejar de ser una gran potencia industrial. El país más contaminador con restos tóxicos son los Estados Unidos (que además produce el 30% del CO2 mundial), pero eso casi no se dice. El Pentágono contamina el mundo entero con su guerra sin fin y desde unas 800 bases, pero esas emisiones no cuentan. Estados Unidos pide en todas las negociaciones –Kyoto o Copenhage - que la contaminación del Pentágono quede excluida2, que no se mida; por razones de seguridad, naturalmente. 
La demonización del CO2
Otra vez la pureza del cielo la asedia un demonio. Otra vez el diablo es un ángel caído: el CO2, el gas con que la fotosíntesis produce oxigeno. Las plantas decaen si el CO2 baja a 220 ppm3 y mueren con 160 ppm. El nivel optimo es cerca de 1000 ppm.
El aire es una mezcla de gases, 78% de nitrógeno, 21% de oxígeno y 1% de otros gases, entre ellos el CO24. Esa ínfima parte de CO2 oscila con los océanos: el agua fría absorbe CO2 y el agua caliente lo libera. Los océanos almacenan un 25% del CO2 para plantas y seres marinos. El CO2 es parte de la respiración humana. Cuidado, que de pronto nos cobran por respirar.
Hay una campaña para culpar al CO2 por un aumento de la temperatura terrestre. El trompetista más notorio de la acusación es Al Gore, que no es un científico, sino un político norteamericano. Su documental “Una verdad inconveniente” manipula desde el título mismo. Su error más neto es decir que los mares se calientan por las emisiones de CO2, cuando es a la inversa; el mar primero se calienta y luego emite más CO2. Es un hecho básico conocido y explica la coincidencia de las curvas ascendientes de temperatura y CO2. Temo que es otro caso de etiquetar con lo contrario para vender fechorías: una mentira conveniente.
Sabemos, desde bachillerato, que la temperatura terrestre fluctúa con las radiaciones solares. La vida existe porque hay “Efecto Invernadero” y el gas que más lo causa es el vapor de agua, las nubes. La tesis del “Calentamiento Global Generado por el Hombre”5 parece explotar con fines políticos la simpatía de quienes queremos defender el ambiente de la contaminación. Se está fabricando un pretexto para imponer una autoridad mundial que administre el uso de la energía fósil, cree nuevos impuestos, cree otro mercado de valores falsos y desarrolle un mercado para bienes ambientales con tecnología de las empresas apátridas. Mientras tanto, se desvía la atención de la contaminación verdadera.
Contradicciones desde el origen
En 1988, se creó en la ONU un “Panel Intergubernamental de Cambio Climático-IPCC6 que contrató un grupo de expertos. En 1995 los expertos presentaron un borrador que decía:
“1. Ningún estudio ha mostrado evidencia de cambio climático debido a gases de invernadero;
2. Ningún estudio atribuye algún cambio climático atribuible a las actividades humanas.”
En el Sumario para legisladores del reporte final del IPCC se cambiaron esas dos claras negaciones por una afirmación que dice: “La balanza de la evidencia sugiere una influencia humana discernible en el clima global.” Hubo un gran escándalo7. Los expertos contratados por el IPCC se indignaron, muchos renunciaron y exigieron al IPCC que se borrase sus nombres del Reporte Final.
Millares de científicos firman su desacuerdo con el informe del IPCC. Alguno puede que sea pagado por las petroleras, como dicen, pero tienen buenos argumentos. Todos dicen que desde siempre han habido cambios globales de temperatura. Épocas de hielo hasta los Alpes y otras calientes (900 -1200) en que la helada Groenlandia era verde y una flota china surcó el Ártico. Otro argumento válido es que los astrónomos reportan un aumento de temperatura general en todos los planetas, por una mayor actividad energética del Sol8. No parece culpa humana.
El mercado del Carbono
Es la idea favorita de grandes empresas, bancos, políticos y algunas ONGs. Una autoridad mundial administraría un mercado de derechos a emitir CO2. El volumen de emisiones legal sería el de los niveles históricos, o sea, que no se disminuye, se congela. Quienes sobrepasen el nivel de emisiones legal pueden comprar bonos a quienes emiten menos de lo permitido. Europa tiene algo así con el nombre de Sistema de Comercio de Derechos de Emisión (EU ETS). El Presidente Sarkosy ya anunció de impuestos indirectos (consumidor) al carbono.
Congelar las emisiones históricas es la esencia de la propuesta. El desarrollo necesita energía y esa proviene- hoy - de combustibles fósiles que generan CO2 y también gases tóxicos. El mercado de carbono es un medio para frenar a los países en desarrollo y crear otra bolsa para jugar con las emisiones de dólares sin fondos que contaminan la economía internacional.
Pandemonio en Copenhage
El objetivo oculto de la cumbre en Copenhage era poner precio al CO2. Se presentó un papel ya “negociado” con los países en desarrollo “cooperativos” de siempre. El acceso a las reuniones se jerarquizó. Se admitió sólo a países representados por presidentes y se excluyó a los representados por Cancilleres. Una clara violación del derecho internacional. Aún así, se excluyó a Hugo Chávez y Evo Morales, presentes en Copenhage, por no ser “cooperativos”.
Luego ocurrió algo para los anales de la mala práctica diplomática. El Primer Ministro de Dinamarca, Anders Rasmussen, con el papel en la mano, ordenó a los países estudiarlo en una hora, aprobarlo y cerrar la sesión. Se levantó para irse, pero la Secretaría lo invitó a escuchar a las delegaciones que pidieron la palabra. Dejó hablar, pero sólo a los de siempre.
La delegada de Venezuela, Claudia Salerno, golpeó inútilmente con su pancarta, pidiendo la palabra. Al final, con su mano sangrante increpó a Rasmussen: “¿Es que debo tener sangre en las manos para poder hablar? ¡Esto es una vergüenza!”. Al fin se le dio la palabra. Le siguieron Cuba, Bolivia y las otras delegaciones del ALBA, todas rechazando el papel.
El Sr. Rasmussen escuchó, sin tomar notas como hace todo presidente de una reunión. Luego vino la segunda “gaffe”, sin más, preguntó cuantos estaban en contra, para pasar a votación. De nuevo Venezuela lo puso en su lugar y le recordó que las decisiones en la ONU se toman por consenso. El Sr. Rasmussen pidió una pausa, de la que ya no regresó. La reunión terminó presidida por un Vicepresidente, de Bahamas, quien hizo lo adecuado: tomar nota del papel.
Conclusión
Combatir la polución es urgente. Señalar el CO2 con el espantajo del “Cambio Climático” parece una fabulación dirigida a controlar el CO2, que es controlar energía. Se quiere crear un derecho adquirido al consumo de energía y el derecho de negarlo a otros. La OMC es ejemplo del juego con niveles históricos: quienes daban subsidios agrícolas antes los pueden seguir dando y se prohíbe darlos a quienes producían sin usar subsidios. No estamos locos y no esperamos un resultado distinto. Errare humanum est, perseverarem diavolicum.

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