Ecorregiones olvidadas I: Los campos y malezales




por Juan Carlos Chebez y Marcos Cabrera
Existen regiones ecológicas o naturales, conocidas últimamente como ecorregiones, que han sido, por diversas razones, postergadas tanto en las decisiones políticas necesarias para su conservación como por las entidades ambientalistas y los reclamos conservacionistas. Con honrosas excepciones de algunos gestores voluntarios o algún pedido por un área u otra que no alcanzaron a definir una política ni una campaña de protección de las mismas es muy poco lo efectuado en ellas en materia de áreas protegidas. Tomando como indicadoras las reservas ya existentes y algunos proyectos de conservación aún no efectivizados surgen claramente las siguientes acciones que, a todas luces, resultan insuficientes para garantizar un correcto amparo de todas sus comunidades naturales y su biodiversidad característica. Sabemos que en este análisis hay un sesgo hacia las reservas naturales o áreas protegidas como acción concreta por resultar un tema de nuestro especial conocimiento y al que hemos estudiado en detalle, pero que no alcanza por sí solo para la correcta salvaguarda de los procesos ecológicos que acontecen en estas ecorregiones y que sólo se mantendrán si se hace una correcta planificación territorial o biorregional de las mismas, fomentando además el aprovechamiento sustentable de aquellas especies nativas que lo permitan y la protección absoluta de las especies amenazadas o endémicas en la totalidad de la ecorregión y no sólo dentro de las áreas protegidas. Además, muchas de ellas son de superficie reducida teniendo límites antojadizos y que no responden a diseños conservacionistas sino a oportunidades catastrales o políticas que así los establecieron.
Hecha esta aclaración pasamos revista a algunas ecorregiones que no están, a nuestro juicio, asumidas en las políticas y el discurso conservacionista oficial ni privado. Comenzando por el nordeste, los campos y malezales se extienden por el sur de Misiones y el nordeste de Corrientes cubriendo una planicie ondulada con diferentes tipos de pajonales según el gradiente de las lomadas y creando una matriz herbosa sobre la cual se hallaban dispersos mogotes de selva paranaense o misionera, en el sector norte, y algunas pocas avanzadas del espinal, en el extremo sur, zona donde predominaban pastizales encharcados conocidos como “malezales”. La zona posee numerosos endemismos plenos, especialmente en la flora y algunos en la fauna, y es actualmente el principal refugio de muchas especies amenazadas como la raza norteña del venado de las pampas, y aves como el tordo amarillo, la cachirla dorada, la monjita overa, el cachilo cara negra y, antaño, el yetapá chico. Otras especies encuentran allí su única zona de distribución en la Argentina estando más bien ligadas al Cerrado del norte de Paraguay y centro de Brasil y a los Campos Sulinos de Río Grande do Sul. Hasta hace poco la ecorregión no era considerada como tal sino, según el autor, como un distrito norteño de las pampas o como un distrito austral y hasta empobrecido de la selva paranaense. Estas dos visiones fueron por demás injustas, ya que la diversidad en plantas herbáceas y de bajo porte es mayor en ella que en todas las pampas y puede competir claramente con la selva misionera, con la salvedad que allí la diversidad se da entre árboles y arbustos y aquí, entre hierbas y plantas de bajo porte.
Las consecuencias conservacionistas de esta subestimación llevaron a una casi total carencia de áreas protegidas significativas y a la realización y promoción de actividades, como la forestación masiva con pinos y eucaliptos, que están provocando la transformación para siempre de vastas superficies.
Entre las pocas reservas existentes se cuentan en Misiones la de Campo San Juan, un predio de 5.000 ha vecino al Paraná dependiente de la Entidad Binacional Yacyretá (EBY) como reserva compensatoria, y que protege una zona de transición entre la selva misionera y los campos, además de una formación vegetal propia del ecotono, como es el bosque de urunday, un árbol de madera dura que crece directamente sobre el suelo pedregoso. Otras reservas misioneras del área sur como Teyú-Cuaré, Fachinal y Cañadón de Profundidad, por más que estén ubicadas en plena zona de los campos, por su escasa superficie y diseño actual, no aportan a la protección de este ambiente sino más bien a avanzadas australes de la selva misionera y de los bosques de urunday que no son campos propiamente dichos. El Parque Provincial de la sierra Ing. Agr. Raúl Martínez Crovetto en su superficie de 1088 ha alberga apenas unas pocas hectáreas de campo. 
En Corrientes, la Reserva Compensatoria Rincón Santa María de la EBY protege un sector costero con pastizales de interés pero totalmente marginales para esta formación; con 550 ha la Reserva Privada Guazutí-Ñú de la fundación Flora y Fauna Argentina en Galarza protege un sector de pastizales y parte de un relicto del amenazado venado de las pampas o guazutí. Realmente todo esto, como se ve, es muy aleatorio y en contraste con la cantidad de reservas naturales que se han propuesto en diversos trabajos (Chebez, 2005; Di Giácomo, 2005) muy pobre todavía siendo buena parte del problema la dificultad en aceptar a esta ecorregión como válida y con personalidad propia, a pesar que lo venimos predicando desde hace varios años (Chebez, 1996 y 2000), incluso antes que se la reconociera formalmente como una ecorregión aparte. Hoy el valor inmobiliario de los campos en Corrientes, vendidos muchas veces como aptos para la forestación con eucaliptos y pinos y hasta con subsidios para ellos, a lo que se suman emprendimientos arroceros en la zona de los malezales y la creciente urbanización en los alrededores de Posadas con un glosario de localidades periféricas, vuelven un desafío su conservación; se impone en Misiones la ampliación cuanto antes de Teyú-Cuaré con el campo del mismo nombre (el relicto botánico del Cerrado más importante del país), lo mismo que los parques provinciales nombrados más arriba que hoy sólo albergan selvas o superficies ínfimas de campo pero que sumando propiedades vecinas revertirían esa situación. También se impone sumar los bajos del Agrupa donde se detectó al tordo amarillo y a varias especies amenazadas de capuchinos o “paraguayitos”, los campos vecinos a Barra Concepción sobre el alto Uruguay y la más que justa recategorización de Campo San Juan como parque provincial dada su importancia y su necesidad de un manejo acorde. En Corrientes hay decenas de oportunidades y la promoción de reservas privadas en establecimientos agropecuarios ganaderos, así como la adquisición de alguno de ellos por parte del gobierno o de ONGs ambientalistas sería más que recomendable. Por ser una rareza geográfica y una isla rocosa en Corrientes, con plantas y animales endémicos o de distribución restringida, los Tres Cerros es otro sitio que merece conservarse. La providencial existencia de algunos terrenos del Ejército Argentino, que suman miles de hectáreas, permitirían, usando el convenio existente entre el Ministerio de Defensa y la Administración de Parques Nacionales, crear Reservas Naturales Militares que serían un aporte de la Nación para proteger esta fascinante ecorregión como corresponde.




Especies mencionadas en el texto y su equivalencia científica:

Raza norteña del venado de las pampas/guazutí: Ozotoceros bezoarticus leucogaster

Tordo amarillo: Xanthopsar flavus 

Cachirla dorada: Anthus nattereri

Monjita overa: Heteroxolmis dominicana

Cachilo cara negra: Coryphaspiza melanotis

Yetapá chico: Alectrurus tricolor

Urunday: Astronium balansae

Capuchinos/paraguayitos: Sporophila spp.

Fuente: http://www.losquesevan.com/articulos/ecorregiones-olvidadas-i-los-campos-y-malezales-33


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