El embrujo de los videojuegos





Gorka Andraka
Gara



Game over. Los ojos duros como pedruscos, cada vez más cortos de mira y cautivos en nuestra propia casa. Somos lo que jugamos. Desde chiquitos, cuando todo lo aprendemos a base de juegos. Hoy, fascinados por el brillo de las pantallas, abandonadas las calles, sólo las máquinas juegan… y ganan.

“La vista debe ejercitarse”, alerta la oftalmóloga Rosa Borges, en especial desde el nacimiento y hasta los seis u ocho años, periodo en el que desarrollamos la visión. El uso abusivo de los videojuegos y permanecer muchas horas en espacios cerrados “contribuyen a que los menores cada vez tiendan a ser más miopes”, señala Borges. Por no jugar al aire libre, nuestros ojos no aprenden a ver de lejos.

Somos más ciegos e indefensos. “Mantener a los niños en burbujas irracionales no permite que se inmunicen”, explica la oftalmóloga. De hecho, “el exceso de higiene ambiental ha provocado que aumente un 15% la incidencia de alergias”. Entre las enfermedades de moda con los nuevos hábitos, el queratocono, una malformación producida por la constante presión del ojo. El contacto con el mundo, como si no diéramos crédito a lo que contiene, nos transforma en “frotadores crónicos” de ojos. Hasta volverlos callos.

La maldición, mal visión, de los videojuegos. Si miras, pierdes la vista. Si juegas, saboteas la vida. “Nuestra revolución está en el ojo”, sentencia el escritor Andrés Neuman. Quizás por eso proliferan tanto los antifaces, las cabezas gachas y los videojuegos.
Rebelión ha publicado este artículo con permiso del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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