¿Por qué se sigue tolerando devorar a los grandes depredadores del mar en peligro de extinción?




Por George  Monbiot
A Ransom A. Myers, fallecido el 27 de marzo.
Si estos animales vivieran en tierra firme sería una protesta mundial, sin embargo, los grandes depredadores que deambulan las sabanas del mar abierto no despiertan tal compasión. Los grandes tiburones, el atún gigante, el pez vela y el pez espada deberían poseer el mismo estado de conservación que aquel del panda gigante o del leopardo de las nieves, aún así, seguimos creyendo que es aceptable que los pescadores los vendan y que célebres cocineros nos enseñen como cocinarlos.
Un estudio en la edición de esta semana de la revista Science, revela el fatal colapso de la megafauna del océano.  Actualmente, los grandes tiburones se tambalean al borde de la extinción. Desde 1972, la población de tiburón de puntas negras ha descendido un 93%, la población de tiburón tigre un 97% y las poblaciones de tiburones toro, morro amarillo y martillo un 99%. Prácticamente todas las poblaciones de grandes depredadores se hallan hoy en una caída libre. Otro informe, publicado hace cuatro años en la revista Nature, demuestra que han desaparecido más del 90% de los grandes peces depredadores de todos los océanos.
Reaccionamos con horror cuando oímos hablar de los banquetes chinos a base de pezuñas de oso y carne de tigre, sin embargo, en lo que a conservación se refiere, no es distinto que comer sopa de aleta de tiburón o pez espada o un filete de especies poco comunes como el atún. Una está considerada una práctica cruel en Europa y Norte América mientras que la otra es promovida en restaurantes y en recetas de cocina en los suplementos a todo color de respetables periódicos.
En términos de lo que supone este impacto, tanto ecológico como del bienestar animal, la pesca de tiburón podría bien ser la industria más atroz del planeta. Si bien algunos tiburones se capturan en su totalidad, cada año se capturan por sus aletas alrededor de 70 millones tiburones. En muchos casos se amputan sus aletas y se arroja el tiburón vivo al mar. Puede tardar varias semanas en morir. Las líneas de palangre y redes de enmalle empleadas para su captura, enredan a ballenas, delfines, tortugas y albatros. El nuevo informe muestra como la captura de tiburón también provoca una cascada de desastres a lo largo de la cadena alimenticia. Dada la eliminación de los grandes depredadores en aguas costeras del Atlántico occidental, la población de raya, su principal presa, se ha multiplicado por diez lo que ha provocado la desaparición de las principales especies comerciales de crustáceos.
Mucho de este comercio tiene su origen en Asia oriental, donde la sopa de aleta de tiburón, que puede venderse por 100 dólares el cuenco, es, al igual que el caviar en Europa, un símbolo de poder y prestigio. La demanda global de aletas de tiburón aumenta aproximadamente un 5% al año, sin embargo, si crees que se trata de otro problema con el que culpar a los chinos y absolver a los europeos, considera esto: el mayor importador (y presuntamente, exportador) de tiburones del mundo es España. Sus capturas se han incrementado por nueve desde 1990 y se ha opuesto, con éxito en la mayoría de los casos, a cualquier esfuerzo global europeo con tal de conservar su caza.
Los españoles defienden su derecho a matar tiburones poco comunes de forma tan encarnizada como los japoneses defienden su derecho a matar ballenas poco comunes. La industria pesquera, dominada tradicionalmente por fascistas gallegos, ejerce un extraordinario poder de influencia en el gobierno socialista. El gobierno español de turno normalmente sale con la suya en Europa. Por ejemplo, la Unión Europea afirma haber prohibido el finning, sin embargo establece una proporción del 5% del peso de las aletas respecto al peso de los cuerpos desembarcados por los pecadores. Dado que las aletas aptas para el consumo suponen sólo un 2% del peso de un tiburón, esto implica que se pueden devolver al agua 2,5 tiburones sin aletas por cada uno que se desembarca. No siendo esto suficiente para los españoles, sus Miembros del Parlamento Europeo exigen que este porcentaje sea más alto.
La civilización del norte de Europa tampoco parece salir muy bien airosa. En 2001, el gobierno británico prometió proteger a una especie de tiburón críticamente en peligro llamado angelote y cuya población en aguas británicas se estaba colapsando.  Estuvo esquivando y titubeando el problema hasta que dejó de serlo: hoy el tiburón angelote está extinto en el Mar del Norte.
¿Por qué vemos tan difícil enfrentarnos a los pescadores? Este diminuto grupo de presión industrial parece que tiene los gobiernos en la palma de su mano. Cada año, la Unión Europea establece cuotas de captura para todas las especies muy por encima de los niveles que sus científicos recomiendan. Los gobiernos saben que están permitiendo que la industria pesquera se destruya a sí misma y permitiendo que destruya el ecosistema del cual depende.
Pero nada es sagrado cuando está debajo del agua. En noviembre, Naciones Unidas fracasó en crear una resolución para considerar un alto en la pesca de arrastre en las montañas marinas del fondo oceánico. Estos ecosistemas, que justo están empezando a explorarse, albergan grandes bosques de corales de aguas profundas y esponjas, en los que hayan cobijo miles de criaturas sobrenaturales. No podemos apelar a que la buena voluntad detenga al puñado de barcos que están haciéndolo todo trizas.
El poder del grupo de presión que ejercen los pescadores explica la falta de protección por los depredadores marinos. Aunque las especies de peces exceden en número a las especies de mamíferos, la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies en Peligro de Extinción, CITES, protege a 654 clases de mamíferos y sólo a 77 clases de peces. Únicamente 9 de éstas están sujetas a una completa prohibición en su comercio.
Tanto pescadores como gobiernos ignoran las regulaciones. El domingo estuve con un jefe de pesquerías a orillas de un famoso río de truchas común en Gales o quizás debería decir, el que fuera un famoso río de trucha común en Gales. Durante los últimos cuatro años, apenas ha aparecido algún pez, trucha común o salmón. No estaba seguro del porque, pero me dijo que los buques de arrastre en el Mar de Irlanda desembarcan cajas de lo que parece ser lubina; ocultos bajo la capa superior hay salmón y trucha común. A nadie parece importarle si los detienen o no y parece que la monitorización por parte del gobierno no existe. El grupo de presión Oceana entra en los puertos europeos siempre que hay una fiesta nacional y descubre en los barcos cientos de miles de redes de deriva ilegales. ¿Dónde están los inspectores?
Por supuesto, los gobiernos dicen que no tienen dinero, lo que hace que nos preguntemos porque el año pasado decidieron asignar 3,8 billones de euros para la destrucción del medio marino, que es lo que tú y yo estamos pagando en concepto de subsidios para mantener a flote la destrucción del océano. El dinero compra nuevos motores y barcos para los pescadores jóvenes que esperan expandir sus negocios. Por el mismo dinero podrías poner un inspector permanente en cada buque pesquero en aguas europeas.
Sabemos lo que ocurrirá de no pasar a la acción. Otro informe publicado en la revista Science sugiere que de seguir con la actual tendencia, en 2048 seremos testigos del colapso global de todas las especies que actualmente se capturan. Sin embargo, si llegamos a tiempo, con prohibiciones temporales de pesca y la creación de grandes reservas marinas, pueden recuperarse con notable velocidad. Espero que los ministros británicos, ahora desarrollando el borrador de una propuesta marina, hayan leído este estudio.
Más allá de cierto punto, es probable que el colapso sea permanente. En la costa de Namibia, donde la pesquería ha quebrado como resultado de la sobrepesca, podemos echar un fugaz vistazo al futuro. Un informe en la revista Current Biology informa que el ecosistema se aproxima a un ‘callejón trófico sin salida’. A medida que hacemos desaparecer los peces, estos son reemplazados por medusas, que ahora los superan en una proporción de 3 a 1. Las medusas devoran sus huevas y larvas, de manera que es probable que el cambio sea irreversible. Hemos entrado, nos dice el informe, en la ‘era del dominio de las medusas.’
Es un buen símbolo. Las medusas representan el colapso del ecosistema y la falta de vigor de la gente encargada de protegerlo.
www.monbiot.com
Traducción: Ocean Sentry

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