LA SEXTA GRAN EXTINCIÓN





Escrito por Por Mariana Díaz   

Hace millones de años el planeta experimentó una extinción masiva, recordada por provocar la desaparición de los dinosaurios. Hoy somos testigos de una extinción similar. La gran diferencia entre una y otra  es que la causa de aquel episodio fue la colisión de la tierra con un meteorito, en cambio chora, quienes chocan al planeta son sus propios habitantes: los humanos.

En 1993, Edward Osborne Wilson, entomólogo y biólogo estadounidense conocido por su trabajo en evolución y sociobiología, estimó que la Tierra estaba perdiendo alrededor de 30 mil especies por año, a razón de una cada tres horas.

Esto tiene que ver, entre otras cosas, con el aumento exponencial de la población y la consecuente reducción y degradación de los hábitats naturales, que afecta a nueve de cada diez especies amenazadas, según entendió Wilson. Cuando la generación del baby boom nació, luego de la Segunda Guerra Mundial, la población había llegado a los 2 mil millones. En la actualidad, hay más de 6 mil millones de personas en el mundo y se estima que para el 2050 superará los  9 mil millones. Este ritmo de crecimiento supone un aumento en las necesidades y por lo tanto, en la devastación.

En la Argentina  hay más de 750 especies en extinción. Entre ellas el Huemul, un ciervo nativo de los bosques patagónicos chileno-argentinos.  La especie evidenció una fuerte retracción numérica durante el siglo XX a causa de diversos factores: el mal manejo del bosque con la introducción de ganado;  los incendios forestales; la caza indiscriminada; los ataque de perros; y la transmisión de enfermedades del ganado -como por ejemplo, la aftosa-, entre otros. Esta situación es sólo un ejemplo de lo que está sucediendo en el país.

En la provincia de Buenos Aires, por ejemplo, varias especies están a punto de desaparecer. Así lo confirma Ricardo Cañete, director de las Áreas Naturales Protegidas de la Provincia de Buenos Aires.  El funcionario revela que tres de los  cuatro Monumentos Naturales que su organismo tiene en custodia, están al borde de la extinción. Estos son: el cauquén colorado, el ciervo de los pantanos, y el venado de las pampas.

El cauquén colorado es un ave migratoria que nidifica en Tierra del Fuego y migra, a principios de mayo, al sudeste de la provincia de Buenos Aires en un viaje de alimentación. Allí permanece cinco meses alimentándose, mayormente del trigo. “Durante muchos años se consideró al cauquén plaga, porque se creía que  arruinaba la cosecha, motivo por el cual era recibida a cañonazos”, cuenta Cañete. Su población descendió tanto que hoy sólo quedan 700 ejemplares.

Ahora se demostró que el cauquén no arruina las cosechas, ya que el ave se alimenta solamente del macollo del trigo: es como si la podara y, de hecho, hace que el maíz crezca más fuerte.

El año pasado se logró promulgar una ley que establece que el cauquén colorado no es plaga  y que no se lo puede cazar por cinco años, pero esto no garantiza que la especie se recupere. “Hay que trabajar muy fuerte en lo que es la fiscalización, porque a pesar de la prohibición, en la actualidad hay más de 20 sitios de Internet que ofrecen cazar avutardas, que es otro nombre del cauquén colorado”, alerta Ricardo.

Del Venado de las Pampas quedan solamente 200 ejemplares. Solían ocupar los pastizales tiernos de toda la pampa, pero fueron desplazados ante el avance de la frontera agropecuaria. Hoy están  relegados a la Bahía de San Borombón, en un ambiente de cangrejales y pastizales duros  donde luchan con los chanchos cimarrones por el espacio  y por sobrevivir.

Lo mismo sucede en todo el mundo. También está en peligro de extinción la rana dorada, en el noreste de Sudamérica. Y como dice David Wake, de la Universidad de California, Berkeley: "Los anfibios han sobrevivido cerca de 250 millones de años. Existían incluso antes que los dinosaurios. Y el hecho de que desaparezcan, debería servirnos de lección".

Los episodios de extinciones masivas que se han documentado en el registro geológico fueron seguidos por largos intervalos de reorganización ecológica. Estos periodos duran, aproximadamente, unos 5 millones de años. Este es el tiempo que le tomará a la tierra  recuperarse de la colisión con los humanos.

Fuente: medioymedio.com

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