Aldea Maestra, programa educativo que busca que los niños dejen el computador y exploren el mundo




En esta aldea los niños no tienen reglas urbanas que respetar. La ciudad ha quedado atrás y la ley de la naturaleza se impone al pie de la letra, pero con dulzura.
Las advertencias de las mamás para que sus 'angelitos' no ensucien la ropa, aquí parecen frases en sánscrito. Porque aquí ellos recorren zanjas llenas de barro, suben una montaña de tierra y escuchan el sonido de los pájaros.
¿Respirar? Todo lo que quieran. Pueden llenar sus pulmones una o 100 veces, sabiendo que no percibirán smog. También tocan árboles centenarios, atraviesan un río o se internan en un bosque.
Todo es factible porque lo que se busca es que se unten de naturaleza.
Con esa idea trabaja Aldea Maestra, un programa de educación ambiental experiencial y extracurricular que tiene lugar en Cogua (Cundinamarca), a una hora de Bogotá.
"Tratamos de comunicarles sentimientos y emociones por el medio ambiente. También asombro, respeto e interés por conocerlo y comprender el mundo", dice Alexandra directora de la Aldea.
Este tipo de enseñanza ecológica lejos de las aulas, y que también desarrolla la Organización para la Protección y Educación Ambiental, una entidad sin ánimo de lucro con sede en Bogotá, surge como una estrategia para reducir lo que expertos internacionales han llamado el 'déficit de naturaleza', que afecta a un gran porcentaje de menores de edad a quienes no les interesa el aire libre.
El encierro genera disminución del uso de los sentidos, dificultad para fijar la atención y obesidad.
"Aquí llegan muchos niños que no saben correr, o tienen dificultades para moverse", explicó Óscar Salazar, coordinador de Aldea Maestra.
El periodista Richard Louv, del Comité de Desarrollo Infantil en el Congreso Científico de Estados Unidos, y uno de los investigadores más importantes del mundo en esta área, explica que este tipo de aldeas sacan de la rutina sedentaria a los infantes y les estimulan la creatividad.
"Como los juegos son abiertos, sin muchos objetivos específicos, sin límites de tiempo y donde se involucran los cinco sentidos, provocan un tipo de atención más relajada", dice Louv en su libro El último niño en el bosque.
Y eso se nota en Aldea Maestra, donde todo se hace jugando. Los niños son acompañados por ecólogos profesionales, quienes los ayudan a hacer recorridos con los ojos vendados para que se guíen tocando las plantas, las piedras o por el mismo aroma de las flores.
Incluso muchos se le miden a transformarse en plantas durante unos minutos, lo que implica quedarse quietos como estatuas, para dejar que se les arrime un insecto, que les arrojen agua o que incluso alguien los empuje levemente sin que puedan defenderse.
O pueden vivir otra experiencia más extrema que consiste en caminar contra la corriente de un río manso llamado Neusa.
Mientras lo remontan, los participantes se animan a hacer compromisos en favor del planeta. Allí, por ejemplo, Nicolás Rojas, de 11 años, prometió ahorrar energía y olvidarse por unas horas del Xbox. Y Gisele Alvarado, de 10 años, se animó a reciclar.
Los experimentos también tienen como sustento las teorías de otro experto: Joseph Cornell, que ha impulsado la educación ambiental como estrategia para desarrollar la personalidad.
"Se trata de enseñar menos y comunicar más. No es llenar de información a los hijos, sino animarlos a que ellos encuentren las respuestas. Si hablamos de biodiversidad en el colegio, entonces salgamos al parque con los alumnos a ver que tanto de ella podemos encontrar", explica Cornell.

www.ecoportal.net
Para consultar más información de Aldea Maestra:
www.aldeamaestra.com
www.trebolaecologica.org

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