BP y la catástrofe del golfo de México





Fieras

Juan Gelman
Cubadebate



El lago de petróleo crece en el Golfo de México, pero tal vez habría que llamarlo de otro modo: su extensión es casi ya la del territorio de Puerto Rico cuando se escriben estas líneas y aumenta cada día el volumen del crudo que espesa las aguas: el miércoles ascendía a casi 800 mil litros diarios que siguen brotando y se acercan a Louisiana, Alabama y Florida. Se estima que más de 25.000 barriles diezman cada 24 horas la fauna y la flora de la zona, una cifra que quintuplica la que difundieron al principio las autoridades estadounidenses y el megapolio BP, responsable del desastre. Y no se trata de un derrame, como se lo califica, una calamidad causada por el choque o accidente de un buque tanque petrolero que contamina la superficie marina, sino de un surtidor incesante de oro negro cuya boca está ubicada a 1500 metros de profundidad e infiltra capas del mar no detectables por satélite.
Las perspectivas de remediar esta catástrofe, que ha causado la muerte de once trabajadores, no son alentadoras. Decenas de ingenieros trabajan febrilmente en la búsqueda de una solución que, en el mejor de los casos, no se logrará con rapidez. Según algunos analistas, podría llevar hasta tres meses tapar el pozo con total seguridad (www.thedailymaverick.co.za, 4/5/10). En tanto, la marea negra seguirá engordando y socavando el ecosistema costero de EE.UU. Ahí no terminan los peligros: su navegar futuro dependerá de la corriente del Golfo y del clima imperante, y datos de primera mano señalaban el jueves que se encontraba a 30 kilómetros del punto en que los buques se internan en el río Mississippi, al sur de Nueva Orleans. Esto abre la posibilidad de consecuencias que afectarían a millones de personas que viven a miles de kilómetros del Golfo de México.
El 60 por ciento del grano exportado por EE.UU. -maíz, trigo, soja, etc.– así como productos manufacturados y otras mercancías salen por la zona y si la marea llegara al delta del Mississippi, es de imaginar el hacinamiento del tránsito naval. Hace un par de años, un buque tanque y un remolcador chocaron en un canal cercano a Nueva Orléans: el hidrocarburo comenzó a manar y doscientos buques de carga estuvieron detenidos hasta que las aguas fueron liberadas de contaminación (www.nola.com, 23/7/08). Y sólo eran dos naves. No es difícil suponer lo que ocurriría si se tuviera que cerrar el delta del río y cesara el tráfico comercial de millones de toneladas de materia prima alimentaria: aumento de precios en el mercado mundial y más penurias para los habitantes de este castigado planeta.
El gigante petrolero BP -ex Anglo Persian Oil Company, ex British Petroleum- es el tercero en importancia después de Exxon y la Royal Dutch, tiene su sede en Londres y un largo historial de siniestros en su haber. En marzo del 2005 explotó una de sus refinerías en la ciudad de Texas originando la muerte de quince trabajadores: la empresa había violado su propias reglas y operaba con una torre llena de gasolina. A principios del 2006, sus técnicos descubrieron que, por el agujero de uno de sus oleoductos, el contenido de unos 4800 barriles se había vertido bajo la nieve de Alaska en Prudhoe Bay y que las paredes de diez kilómetros del ducto estaban corroídas. La BP había sido conminada a revisarlo cuatro años antes (www.propublica.orglaro, todo toma su tiempo.
No se conocen por ahora las razones que provocaron la explosión y el viaje al fondo del Golfo de México de la plataforma de 500 millones de dólares de costo, ancha como un campo de fútbol. El Wall Street Journal informó que la instalación petrolera carecía de la válvula acústica de control remoto capaz de tapar el pozo inmediatamente. La reglamentación estadounidense no estipula su utilización, aunque la imponen países como Noruega -desde 1993- y Brasil (//online.wsj.com, 28/4/10). Lo cierto es que BP está empeñada en disminuir sus gastos y aumentar sus dividendos: el año pasado echó a la calle a cinco mil trabajadores, lo cual se tradujo, según expertos, en una reducción de costos operativos valuada en más de 4000 millones de dólares.
Y en algo más: el 27 de abril, exactamente una semana después de la hecatombe, la BP anunciaba a sus accionistas que los beneficios obtenidos en el primer trimestre del año se habían duplicado con creces en relación con el mismo período de 2009 (www.bp.com, 27/4/10). Parece que no alcanzaron para comprar la valvulita.
El periodista Robert Reich encuentra que un rasgo común vincula a la BP, Goldman Sachs y la empresa Massey Energy, dueña de la mina ubicada en West Virginia donde se produjo el 5 de abril pasado una explosión que segó la vida de 29 mineros (www.democraticun derground.com, 5/5/10): la desregulación que impera desde hace 30 años en la economía mundial. En efecto: se podría equiparar la libertad de mercado con la que gozan las fieras salvajes.

Fuente:http://www.cubadebate.cu/opinion/2010/05/09/fieras/

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El mayor desastre ecológico de la historia de Estados Unidos y México

Repercusiones, según expertos en el tema
  
Para el Oceanólogo Marcelo René García, -en entrevista para el periódico mexicano Milenio Tampico-, hasta treinta años podrían tardar las autoridades ambientales en subsanar el daño causado por la marea de hidrocarburo en el Golfo de ese país, -el pasado 20 de abril-, calificada como la catástrofe ecológica más grave en la historia de los Estados Unidos. Además, su rehabilitación será muy costosa, considerando la profundidad del derrame, de 1.500 metros, sin contar con las consecuencias que se sentirán en lluvias y nevadas atípicas, afectando todo el globo terráqueo.
 
 
El capitán Adam Recket, de la compañía de viajes de pesca Fishing Headquarters, en Fort Lauderdale, asegura que "Si no detienen el derrame, hay posibilidad de que cierta cantidad de petróleo llegue a nuestras costas, lo que paralizaría las actividades náuticas, convirtiéndose en algo devastador para nuestra economía, ya que la gente viene a la   Florida por las playas y las actividades náuticas''.
 
Varios medios de comunicación, entre ellos "The Wall Street Journal", han recogido el estudio de Ian MacDonald, -un profesor de oceanografía de la Universidad de Florida,  especializado en el seguimiento de las filtraciones de crudo en alta mar, utilizando imágenes por satélite-, cuyos resultados dibujan un panorama mucho más grave del que están manejando la misma petrolera BP y el Gobierno de Estados Unidos, -que estiman que el pozo está derramando cada día 800 mil litros de crudo-, lo que supone multiplicar por cinco esta imprecisa estimación.  
 
La respuesta dada por la petrolera, -que carece de seguro internacional, y que debe afrontar por sus propios medios el desastre-, no satisface completamente al mundo, ya que hasta el momento es imposible predecir el tiempo que puede durar este desastre, y los daños ecológicos y económicos que ha generado a nivel mundial.
 
 Se calcula que cada día estarían fluyendo del pozo unos cuatro millones de litros, por lo que en estos momentos podrían estar flotando en la costa del sur de los Estados Unidos, unos 34 millones de litros de crudo, cifra que está por debajo de la catástrofe que protagonizó en marzo de 1989 el buque estadounidense Exxon Valdez, al chocar contra un arrecife en el estuario de Prince William Sound (Alaska), y verter al agua 42 millones de litros de petróleo, causando una marea negra de 6 mil kilómetros cuadrados, en lo que se considera el mayor desastre ecológico en la historia de Estados Unidos hasta el momento. 

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Predicciones sobre el pico del crudo. El fin de la Era del Petróleo
Por John Sauven

El debate sobre el pico de producción de crudo siempre se ha referido a la cuestión de las reservas y los costes. Sin embargo, son las tecnologías verdes y limpias las que ahora predicen el ocaso del petróleo.
Es ya una verdad a voces (entre las compañías petrolíferas y también los gobiernos) que incluso en una era en que nos enfrentamos a un cambio climático de consecuencias catastróficas y a los desastres que se derivan de él, como hemos visto esta semana en el golfo de México, la prospección petrolífera forma parte inevitablemente de nuestro futuro. Quizá sea una verdad a voces, pero empecemos por preguntarnos si es una verdad, simplemente.
Como en numerosas ocasiones ha dicho el ex director general de Shell, Jeroen van der Veer, la edad del «petróleo fácil» ha tocado a su fin. Esto quiere decir que la mayor parte del petróleo que queda por extraer se encuentra en arenas bituminosas, a profundidades abisales y en otros lugares de difícil acceso, como el Ártico. Todos estos son recursos cuya explotación resulta extremadamente cara, requieren largos plazos hasta que el petróleo llega a surcar los oleoductos y, en muchos casos, tienen un impacto social y ambiental polémico muy difícil de paliar.
Incluso sin aludir a los costes sociales y ambientales, podemos encontrar un punto débil en este tipo de proyectos de prospección: el techo que la economía global impone a los precios del crudo. A un precio de entre 65 y 90 dólares el barril, el margen para la rentabilidad a largo plazo parece estrecho. Con la economía global aún frágil y los precios del crudo recuperándose, es necesario preguntarse si la economía podrá soportar más subidas en éstos. Y, por supuesto, si el clima podrá soportar un aumento en las emisiones de dióxido de carbono.
Llevar el petróleo al mercado será cada vez más caro. ¿Provocará este mayor coste un crecimiento sostenido de los precios de explotación del crudo y, a su vez, un nuevo hundimiento de la economía global?
Durante la presentación de su último Informe Estadístico sobre Energía Global de BP, a principios de junio de 2009, el presidente ejecutivo de la compañía, Tony Hayward, afirmaba que, cuando el precio del barril de crudo supera los 90 dólares, el consumidor «comienza a modificar su conducta» y que, por encima de los 100 dólares por barril, «la demanda se hacía elástica». En otras palabras: si el petróleo se pone muy caro, no podremos comprarlo, y no lo compraremos.
La diferencia entre los periodos de recuperación que siguieron a las crisis petrolíferas de tiempos pasados y el actual es que una importante parte de la demanda de crudo de hoy día está protagonizando un sostenido declive. Esto es así especialmente en países desarrollados en los que la demanda de crudo ha sobrepasado su techo. Dicho de otro modo: la recesión actual ha disparado la destrucción de la demanda, no su supresión.
Es posible que el día del «pico del crudo» haya llegado, pero no de la manera que todo el mundo esperaba. En lugar de un pico de crudo, estamos presenciando un pico en la demanda del crudo. La edad del petróleo no terminará mañana, pero la idea de que seguirá vigente por los siglos de los siglos (con su corolario de tragedias y catástrofes) se ve seriamente cuestionada.
Contra este telón de fondo, el supuesto económico según el cual es necesario invertir en tecnologías limpias gana tanta transparencia como el supuesto medioambiental. Cuanto antes apliquemos medidas eficaces en el sector del transporte —fabricando mejores coches que utilicen menos combustible, aplicando tecnologías híbridas de última generación y fomentando la electrificación de los vehículos—, antes la industria petrolífera del siglo pasado se verá sustituida por las industrias de hoy, más limpias, seguras y económicamente estables. www.ecoportal.net
John Sauven es director de Greenpeace
Traducido por Miguel Marqués
Globalízate
www.globalizate.org
www.guardian.co.uk

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