Lo que falla es el ser humano






Hablar de la humanidad es hablar de seres humanos. Pero hablar del ser humano es hablar de una especie única, con un gran potencial, y con una gran carga explosiva de emociones, sentimientos y pensamientos.
Cualquier otra especie del reino vegetal o animal no funciona así. Su funcionamiento está más en función de su diseño para la vida y no posee la capacidad de alterarlo. Tampoco lo necesita.
El ser humano en cambio posee mente, una mente más activa, más desarrollada, pero muy vulnerable al sistema emocional. Tanto es así que es difícil encontrar a individuos que sepan separar las emociones de la razón, que sepan pensar y tomar decisiones sin la influencia de las emociones o los sentimientos.
Esa realidad bastaría por si sola para explicar la historia del comportamiento humano, sus logros y sus fracasos, sus avances y sus grandes retrocesos.
La historia de la humanidad es un círculo vicioso trazado por grandes civilizaciones, grandes imperios, que se derrumbaron y desaparecieron casi siempre por una misma causa, las luchas internas por el excesivo poder acumulado.
El ser humano ansía el poder, pero aún no está preparado para administrarlo sin que le destruya. Y la principal causa reside en dos conceptos antagónicos pero que en realidad son parte de lo mismo, la unidad y el egoísmo.
El diseño humano está basado en la unidad. Somos un todo que sólo funciona correctamente como tal. El ejemplo está en nuestro cuerpo, en nuestro organismo. Pero esa unidad que subyace en nuestro diseño puede verse rota porque poseemos, a diferencia de otras especies, una mente que puede tomar decisiones, y si éstas están influidas por las emociones, entonces la base para la ruptura de la unidad, con uno mismo o con los demás, ya está trazada.
Curiosamente, lo que nos puede conducir al poder también nos puede destruir. Es la gran paradoja del ser humano.
Ahora vivimos tiempos de crisis, crisis en todos los terrenos, crisis que son la consecuencia de no haber utilizado la mente, la capacidad creativa, en favor de la unidad de la especie y de la unidad con el entorno, la naturaleza. Hemos vivido bajo el egoísmo, egoísmo de los individuos y egoísmo de los grupos, de las sociedades, de las naciones y de los organismos internacionales. Egoísmo que crea separatividad y, como consecuencia, injusticias, pobreza, hambre, destrucción y guerras.
El ser humano nunca en su historia ha visto a los demás seres humanos como a iguales en su especie. Nunca ha aceptado esa realidad tan básica, tan elemental y tan importante, de que todos somos hermanos, de que todos somos Uno.
Pero, el problema radica en que esa realidad no admite interpretaciones. Es Ley, Ley natural, y eso significa que si no se cumple las consecuencias son nefastas.
Cuando hablamos de la extinción de otras especies no hablamos de individuos, ni de jerarquías dentro de la especie. ¿Por qué pensamos entonces que los seres humanos, como especie, somos diferentes? Tal vez porque sí que tenemos el potencial para ser diferentes, pero si lo usamos mal, si lo usamos contra la misma especie, corremos más peligro de extinción que cualquiera de las otras que, además, si están en peligro es también por culpa de la especie humana.
En realidad, el funcionamiento del ser humano es contra natura, o sea, contra su propio diseño, contra su propia función, contra su propia especie, contra su propio futuro. Eso no lo hace ninguna otra especie.
Buscamos desesperadamente soluciones contra las múltiples crisis que nos acosan. Pero, si las hemos creado nosotros, ¿no sería más lógico analizar las razones por las que las creamos y corregirlas en origen? ¿No sería más práctico y razonable partir de la realidad de que quien está en crisis es el ser humano?.
Somos la única especie capaz de crear crisis e, incluso, capaces de provocar una autodestrucción general. Eso ya ocurrió.
Somos tremendamente poderosos y tremendamente vulnerables. Somos una especie inmadura, infantil y absurda. Tan absurda que nos creemos sabios, inteligentes y capaces de manipularlo todo, sin embargo aún no hemos aprendido a manejar la energía más importante que existe, el Amor. Esa energía es el antídoto contra la crisis, contra las guerras, contra la destrucción de la especie. Esa energía la llevamos todos dentro, nos rodea y nos compenetra, es gratis y sencilla de manejar. Pero aún no hemos aprendido. Y mientras no lo hagamos no hay nada que hacer. Seguiremos buscando soluciones a nuestros propios errores, poniendo parches, echando las culpas a los demás o a la naturaleza. Pero dará igual. Estamos “condenados” a utilizar la energía Amor. Así de sencillo.
Tampoco se puede alegar que no se entiende, o que no se está de acuerdo. Da igual. Así está diseñada la Vida y así estamos diseñados nosotros. Sólo la unidad de la especie humana y la de ésta con las demás y con la Madre Tierra, aportará lo que se necesita para que la vida cambie, para seguir el sendero correcto.
Si no se hace así, el otro camino es, una vez más, la casi extinción de la especie humana. Ya ocurrió y volverá a ocurrir.
Hoy, como antes, lo que falla es el ser humano, una criatura diseñada con un gran potencial porque tiene que alcanzar grandes objetivos. Pero para ello, para su supervivencia y evolución, tiene que cumplir reglas básicas, reglas que están implícitas en su diseño. Reglas que conoce pero que no obedece.
La disyuntiva es muy clara, amor o egoísmo. Y el futuro será uno u otro, depende de lo que se elija. De momento se ha elegido el más estúpido, el que conduce a la autodestrucción. No es catastrofismo, es la cruda realidad.
La única esperanza es que, como en otras ocasiones, el ser humano, como especie, no desaparecerá del todo, con lo cual se podrá seguir avanzando.
A nivel individual, cada uno es y será el dueño de su elección entre los dos caminos. Cada uno será el forjador de su destino.
Así fue siempre y así seguirá siendo, porque el ser humano lleva en su interior la semilla de la libertad, aunque aún no haya aprendido a usarla.
Por eso crea cárceles, prisiones físicas y mentales, en las que luego se ve encerrado.
Su asignatura pendiente es aprender a crear aquello que sea bueno y útil para su especie y para las demás especies. Él es la especie dominante y suya es la responsabilidad.
Por eso, lo que falla en el planeta es el ser humano. Todo lo demás es consecuencia.

ESCRITO POR FUSIÓN

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