Continúa la fiesta de la minería en Chile





Juan Pablo Orrego
Ecólogo Presidente de Ecosistemas Coordinador Internacional del Consejo de Defensa de la Patagonia


El reciente cambio del Ministro de Energía, invita a algunas reflexiones. Por un lado no sorprende demasiado, porque los desaciertos de Ricardo Raineri eran cada vez más graves. El de “se acabo la fiesta en Magallanes”, fue simplemente el que colmó el vaso. Antes el ex ministro había tenido una trayectoria confusa, contradictoria, declarando, por ejemplo, crisis energética un día, para el siguiente asegurar que en Chile no hay problema de abastecimiento energético para los próximos años. Quizás de lo más grave, desde nuestro sesgado punto de vista ‘Patagonia Sin Represas’, fueron sus declaraciones favorables a HidroAysén, en circunstancias que el controvertido y riesgosísimo proyecto se encuentra en pleno proceso de evaluación. Inaceptable, ímprobo en términos de su responsabilidad como Secretario de Estado, contribuyendo de esta forma a desequilibrar aún más la balanza de nuestra sociedad a favor del sector privado.
Después entra Laurence Golborne a escena. El Ministro estrella, el que todo lo soluciona, el que todo lo allana. No deja de ser notable que lo nombren Bi-Ministro de energía y minería. Estos dos sectores están íntimamente relacionados. Es más, en términos financieros son los dos gigantes de nuestro país, los sectores industriales más rentables, que se retroalimentan entre sí. El crecimiento del negocio de la minería hace crecer el de la energía y vice versa. De hecho la única ‘tensión’ energética que existe en Chile tiene que ver exclusivamente con el  nuevo boom minero que se cierne sobre nuestro país. Están anunciados USD$ 55.000 millones en proyectos mineros para la próxima década, ¡más que todo lo que se invirtió en minería en los últimos veinte años!
Especialistas han calculado que esto necesita de unos 12.000 MW de capacidad instalada adicional. Esto explica el ex proyecto Barrancones, el monstruo termoeléctrico Castilla, del multimillonario brasilero Eike Batista, y, por supuesto, HidroAysén, tal como lo declaró la propia Endesa hace unos cinco años atrás, nada menos que en Coyhaique, situación que hoy niegan para poder limpiar su proyecto.
Hay que decir que la minería genera relativamente poco empleo y no es realmente “el sueldo de Chile”’, y menos aún del norte de Chile. Es cuestión de mirar la situación socioeconómica de las regiones nortinas y de los propios mineros, tal como lo delató el accidente de la mina San José. La minería privada es fundamentalmente el cuantioso estipendio de las propias empresas involucradas, todas multimillonarias. Recientemente, el Gobierno logra sacarles a las mineras, no sin mucha dificultad, un royalty específico para la reconstrucción post-terremoto. La minería tiene gravísimos y crecientes impactos ambientales: hoyos gigantes, tranques de relave, lixiviación con químicos tóxicos, tortas de estériles, que son cualquier cosa menos estériles, etc. No es posible que las mineras pretendan sumar a sus inevitables peligrosos impactos “naturales”, los de la generación de energía con fuentes destructivas a miles de kilómetros de distancia, en regiones únicas como la Patagonia. Más aún cuando la minería se desarrolla en el norte grande y chico de Chile, donde se dan las más altas tasas de radiación solar de todo el planeta Tierra. Las plantas de concentración solar no son caras si consideramos que desaparecen muchas de las externalidades negativas que generan las fuentes convencionales destructivas, tales como la mega hidroelectricidad, y que el ‘combustible’, el sol, es gratis, así es que éstas centrales no tienen costos de operación. Proyectadas en el tiempo definitivamente no son caras para la sociedad en su conjunto, al contrario, son lo apropiado.
Un Secretario de Estado como Golborne debiera velar por que tanto el servicio de proveer energía a nuestra sociedad, así como la industria de la minería se desarrollen de tal forma que beneficien principalmente el bien común vs. el de los privados, y que no echen abajo y depreden la naturaleza que nos da el aire, el agua, los alimentos, y que nos puede dar calidad de vida.
En Chile muchas veces pareciera que los gobiernos de turno y las autoridades hubieran usurpado el Estado en nombre de las corporaciones, para así entregarles el país y su gente como su botín de guerra. Es difícil encontrar en los alrededores un país más neo-liberal o más ‘entreguista’ que Chile. Una vez más: nuestro trabajo se orienta a investigar, develar, y denunciar hechos como estos, como una forma de activar a una ciudadanía informada para enfrentar estos complejos problemas nacionales, muchos de ellos profundamente estructurales, que no permiten democracia real, ni sustentabilidad social ni ambiental. El diagnóstico descarnado como única forma de empezar el proceso de sanación.

http://www.eldivisadero.cl/noticias/?task=show&id=24628

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