Brasil: Las contradicciones del agua






Edmundo Fayanas Escuer
Rebelión



Brasil es la mayor potencia mundial de agua CON el 13% del total del planeta. Esta se encuentra desigualmente repartida en su territorio, así el 70% en la región amazónica, el 15% en el centro oeste, el 6% en el sur y el 3% en el nordeste. A pesar de esta abundancia, son cuarenta y cinco millones de brasileños los que no tienen acceso al agua potable, es decir, más del 25% de su población.
Es el país más contaminante y contaminado de América del Sur, siendo esta contaminación mayoritariamente química e industrial con grandes cantidades en sus aguas de mercurio proveniente de las minas de oro. Sólo una parte de la Europa del Este y China superan los niveles de contaminación hídrica brasileña.
Existen más de dos mil embalses en el país, de los cuales se encuentran explotados hidroeléctricamente unas seiscientos veinticinco. Ciento treinta y nueve producen más de 30 Mw, otras doscientas treinta tienen una potencia media entre 1/30 Mw y ciento cincuenta y tres por debajo de 1 Mw.
Sin embargo, cerca de 1.530 microembalses están abandonados. El gobierno brasileño de Lula presentó un nuevo plan hídrico con el horizonte puesto en el año 2015. Se prevé la construcción de más de 494 nuevos grandes embalses. El ministerio de Minas avala la construcción de cincuenta grandes embalses y en los próximos años, otros setenta. Los gobiernos brasileños nunca definen cuantas personas están afectadas por estos proyectos, pero se estima que son más de cien mil familias las que deben salir de sus casas en el caso que se lleven a cabo todos estos proyectos.
Los actuales embalses ya han provocado el desplazamiento más de un millón de personas, no recibiendo muchas de ellas ningún tipo de indemnización. Unos 34.000 km2 de tierra fértil han sido inundados por éstos.
El 79% de la energía eléctrica brasileña procede de fuentes hidroeléctricas, siendo uno de los mayores exportadores de energía del mundo. Esta abundancia de energía barata es utilizada para la producción de aluminio, hierro, papel, celulosa y otros productos que consumen mucha energía para ser producidos, y que ocasionan una gran contaminación. Se entiende el interés de China por este país, pues le garantiza gran parte de las materias primas de las que carece para su desarrollo.
La cuenca del Amazonas es la mayor reserva de agua y la más importante zona de biodiversidad de la Tierra, es el pulmón del mundo. La Amazonía se ha reducido en un 9% en la década de los ochenta con un total de 21 millones de Ha., siendo la década que más lo hizo. En la década de los noventa han sido unos once millones de Ha. deforestadas.
Podemos calificar la situación como muy preocupante, esperando que esta tendencia de destrucción se vaya estancando porque si no pondrá en crisis a todo el mundo.
Otro río emblemático para los brasileños es el SAN FRANCISCO que nace en el Estado de Minas Gerais (donde recoge el 75% de su caudal) atraviesa el Planato y se interna en Bahia por el nordeste, para desembocar en el océano Atlántico, entre los Estados de Alaguas y Sergipe.
Durante cientos de años, millones de brasileños que vivían en las áridas tierras del noroeste del Brasil han contemplado como el río San Francisco, era su salvación por la aportación de sus aguas.
Se trata de un río importante que fue bautizado como “río de la integración nacional” porque atraviesa varias regiones. Une Estados como los ricos del sureste, con los más pobres del norte. Atraviesa zonas de diferentes culturas: desde comarcas industriales, de población mayoritariamente blanca y de clase media, hasta áreas indígenas, de afro descendientes y campesinos
El río San Francisco tiene una longitud de 2.800 km, es visto como la única posibilidad de poner fin a la sequía y al éxodo de muchas personas que han convertido a esta región en una de las más pobre del país.
El río San Francisco, llamado "el Nilo de Brasil" está rodeado de una enorme extensión de arena y monte bajo, ocupando un lugar muy especial en el corazón de los brasileños. Las sequías que afectan a la región desde el siglo XIX, han obligado a millones de campesinos a emigrar a las ciudades del sur, como Sao Paulo en busca de trabajo y de un mejor futuro.
El gobierno brasileño se plantea acabar con esta situación. Para ello se ha autorizado un presupuesto de mil setecientos millones de dólares para construir dos canales de cientos de kilómetros de longitud que trasvasarán agua de esta cuenca fluvial, la segunda más importante del país, hacia las partes más áridas del interior. Será la primera fase de un proyecto mucho mayor, que con el tiempo prevé reconducir hacia esta zona el agua de la cuenca del Amazonas con la finalidad de fijar y estabilizar a su población y que no tenga que emigrar.
El objetivo de este trasvase de las aguas del río San Francisco es llevar sus aguas a una zona semiárida como la del Nordeste, cuya población sufre de escasez durante los cada vez más largos periodos de sequía. Según el gobierno brasileño estas obras beneficiarán a unos doce millones de personas de 391 municipios pertenecientes a cuatro Estados (Pernambuco, Paraiba, Río Grande del Norte y Ceará).
Opositores a este proyecto hídrico son los grupos ecologistas e incluso intereses empresariales, sosteniendo que es innecesario y muy caro un proyecto de este estilo. Ellos son partidarios de construir más embalses, cisternas, pozos y acueductos, que en su opinión son más eficaces y baratos, debido a la contaminación y deforestación que genera el trasvase.
El problema del noroeste brasileño no es la escasez de agua, sino la manera de gestionarla, debido a que no se acaban los proyectos hídricos que se inician. Este proyecto del gobierno brasileño como la mayoría de proyectos similares, sólo sirve para exacerbar los conflictos ya vigentes respecto al control de la tierra y el agua en esta zona, donde los terratenientes hacen y deshacen a su placer y serán estos los grandes beneficiarios.
La argumentación del gobierno brasileño para su realización, es que de esta manera se ayuda a los pobres. Sin embargo, los detractores de este proyecto niegan dicha ayuda, sostienen que buena parte, sino casi toda el agua, irá a parar en realidad al regadío de las explotaciones de cultivo de frutales del interior de la región y a los criadores de gambas, dos de las actividades exportadoras de más rápida expansión en la zona, pero también a la ampliación de superficie para el cultivo de plantas para la producción de agrocombustibles
Mata Machado, presidente del Comité de la Cuenca del río San Francisco afirma que el trasvase no resolverá el problema de la sequía. Por el contrario, concentrará el agua donde ya la hay, en el embalse de Casthao en el Estado de Ceará, donde llegará el 85% del agua trasvasada. El proyecto no lleva agua a la población dispersa ni a las pequeñas ciudades. El trasvase es un proyecto de la elite de Ceará, para su desarrollo económico.
La acusación más grave es, que este proyecto pretende usar dinero público para favorecer a las empresas contratistas, al agronegocio, privatizar y concentrar en pocas manos las aguas del Nordeste a través de los grandes embalses. Se asegura, que el 71% de las aguas que se trasvasarán pasarán lejos de las zonas que más la necesitan y que el 87 % de esas aguas se destinarán a actividades económicas altamente consumidoras de agua: el sector frutícola de regadío, plantas para la producción de agrocombustibles, el cultivo de camarones y siderurgia, todas ellas producciones para la exportación.
Otro ejemplo de desarrollo hídrico no sostenible, es el que plantea la construcción del embalse de Paquicamba, sobre el río Xingu, afluente importante del Amazonas. Este embalse es de los más grandes del mundo. Su finalidad es producir suficiente energía para la construcción de una serie de acerías, destinadas a abastecer al mercado chino, convirtiendo a Brasil en suministrador de las materias primas de las que carece China, no solo de mineral, sino de producto ya elaborado.
Esta empresa de acero, tiene un capital mixto brasileño/chino. Estos dos proyectos provocan la destrucción de una parte importante de selva, donde los habitantes indígenas de esta zona sufrirán las consecuencias, porque modifica sus condiciones de vida sin recibir nada a cambio. Es un ejemplo claro de destrucción del medio ambiente sin un beneficio para sus habitantes, y de un desarrollo económico desaforado y fuera de la lógica conservacionista, en una zona vital para el equilibrio ecológico de la tierra.
La región de la Amazonía abarca alrededor de siete millones de km2 de una densa vegetación. Esta selva situada al norte de América del Sur, se reparte por los territorios de Colombia, Brasil, Perú, Venezuela y una pequeña zona de Ecuador. La media anual de precipitaciones en la región oscila entre los 2.000/3000 mm.
El río Amazonas, el segundo más largo del mundo con 6.275 km, nace en los Andes, más concretamente en la ladera del Nevado de Mismi a 5.600 metros de altura. Tiene cientos de afluentes que recorren su cuenca. El caudal oscila entre los 31 y 141millones de litros por segundo en su desembocadura transportando unos tres millones de toneladas de sedimentos diariamente. Su estuario tiene 240 km de ancho y 320 km mar adentro todavía pueden encontrarse restos de agua dulce del Amazonas.
La Amazonía cuenta con una reserva natural de grandes proporciones. Su biodiversidad la convierte en el mayor ecosistema de todo el mundo. Su clima tropical lluvioso es ideal para las 60.000 especies arbóreas que podemos encontrar en su territorio con plantas que llegan a superar los cien metros de altura.
Su fauna es riquísima, se pueden encontrar centenares de tipos de mamíferos, nada comparable a las 1.500 aves y peces diferentes ni a los dos millones de insectos de distintas especies. Quedan todavía un gran número de reptiles, anfibios y microorganismos por clasificar.
Entre sus numerosos afluentes destaca el río Negro que tiene unas agua negras originadas en los suelos arenosos con altos contenidos en aluminio (oxisoles y podsoles), sobre los que se desarrollan bosques inundables. El color marrón o negro se debe a la ausencia de arcillas y presencia de material lumínico y fíbrico disuelto; el PH es inferior a 4,5. Se le ha definido como agua destilada ligeramente contaminada.
En la década de 1980 se construyó la presa de Balbina que inunda unos 2.500 km2 de la selva brasileña y está destinada para la producción de electricidad para la ciudad de Manaos.
Nos han presentado que la energía hidroeléctrica es siempre limpia. Si seguimos el informe publicado por la IPCC presentado en Paris, la energía eléctrica procedente de las grandes presas del trópico no es limpia. Su problema está en su materia orgánica.
En el trópico, antes de construir un embalse, se elimina la vegetación de las zonas que van a ser inundadas, con lo que se evitan los problemas derivados de la putrefacción de la misma. En los suelos del bosque húmedo tropical queda una gran cantidad de materia orgánica en forma de hojarasca, cuya degradación bajo las cálidas aguas, provoca la emisión a la atmósfera de gases de efecto invernadero como el dióxido de carbono y el metano. Este último, es especialmente peligroso y tiene un efecto veinte veces mayor que el dióxido de carbono considerando un periodo de permanencia de más de cien años.
En un trabajo presentado, en el año 2006, en el Congreso de Meteorología y Oceanografía del Hemisferio Sur, celebrado en la Foz de Iguazu, se afirma que la presa de Balbina emite una cantidad de gases de efecto invernadero, equivalente a la generada por el 6% de los combustibles fósiles que se consumen anualmente en la ciudad de Sao Paulo. Danny Cullenward, experto en política energética de la universidad norteamericana de Stanford afirma que los grandes embalses tropicales, liberan a la atmósfera entre 95 y 122 millones de toneladas de metano al año.
Otro proyecto emblemático es el de Rondonia. En ningún sitio es más visible la tensión entre la necesidad que Brasil tiene de crecimiento económico y el daño que este puede ocasionar en el medio ambiente.
Más de la cuarta parte del estado fronterizo de Rondonia ha sido deforestado, la mayor proporción de toda la Amazonía. Ahora proponen la construcción de un proyecto hidroeléctrico que costaría unos 8.300 millones de euros, en un río que alberga las reservas de peces más diversas del mundo.
Para los defensores de estas grandes obras como las presas en el río Madeira consideran que estas construcciones son una de las mejores maneras de estimular el crecimiento del país. Los defensores hablan de la creación de miles de puestos de trabajo que se crearán si se construyen las dos presas, la de Jirau y la de San Antonio y predicen apagones eléctricos en las ciudades si no se construyen estos embalses.
Los detractores de estos gigantescos proyectos, advierten del daño que provocarán en la selva y dicen que hay otras alternativas más baratas y eficaces. Para los ecologistas, las presas, una de las cuales se sitúa a 32 km de la frontera con Bolivia, no sólo aumentan la presión sobre el Amazonas, sino que también generan tensiones dentro del país y entre Brasil y los países vecinos.
La energía generada por las presas debe transportarse más de 1.000 km hacia el sur, hasta el corazón industrial de Brasil, mientras que el Estado productor en el que viven millón y medio de personas y cuya creciente demanda de energía se supone que será cubierta por un nuevo gaseoducto hacia el norte, recibirá poco o ningún beneficio inmediato.
Una de las graves consecuencias de estas obras es que el SILURO se ha convertido en el símbolo de la controversia. Los científicos y los ecologistas dicen que la compleja emigración de 3.200 km que estos peces efectúan hacia la desembocadura del Amazonas se ve impedida por las presas, a pesar de sus esclusas.
Como vemos, Brasil está destrozando su medio ambiente y su rico sistema hídrico, mientras que es incapaz de dar agua potable al 25% de su población. Sería positivo que el gobierno brasileño se replanteará toda su política hídrica y que busque el bienestar de los brasileños mediante proyectos sostenibles.

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