¿Qué nos convierte propiamente en siervos en el sistema conformista?




"La pregunta: ‘¿Qué nos convierte propiamente en siervos en el sistema conformista?’, podríamos responderla de igual modo con ‘todo’ y con ‘nada’.


Con 'todo', pues no necesitamos más que dejar nuestra casa –no, propiamente sólo despertar- para de inmediato vernos cortejados por las sirenas que nos seducen y mandan, y componen hoy nuestro mundo: por los millones de aparatos, formas de hablar, uso, opiniones y behavior patterns [modos de comportamiento], que exhiben sus encantos, nos llaman a coro de forma ensordecedora ‘¡tómame!’, ‘¡haz mi voluntad!’ y ‘¡entra en el juego!’; y, antes de que sepamos hacia donde se va, ya nos vemos arrastrados por su corriente. Y estamos a sus órdenes, nos dejamos llevar, entramos en el juego sin tan siquiera  sorprendernos por su violenta acogida; al contrario: nada nos parece más obvio que confiarnos a ese barullo, nada más natural que ver en esas criaturas sirénicas ‘nuestro mundo’ y, en el orden, incluso se nos antoja que quien opone resistencia aterriza en el arroyo para escuchar de boca de la psicología, siempre presente en el barullo como juez, que es un inepto, un poorly integrated [pobremente integrado] o, incluso, desleal.

Y sin embargo, también con ‘nada’, pues por más que escuchemos, en ningún lugar es posible oír la voz de una instancia central que exija de nosotros incondicionalmente que sigamos nadando en esa corriente. Y si de vez en cuando, en verdad desesperados, aseguramos que no queríamos, que no teníamos ninguna necesidad, que no debíamos hacerlo, que ningún dios nos había ordenado dejarnos llevar por la corriente; y aunque estuviera escrito que teníamos que creer y gritar y comprar con los demás, ya no tenemos ningún derecho; a veces, incluso, sucede que se nos da la razón, que quienes como nosotros son arrastrados sin resistencia nos dan la razón.

Cosa que, por supuesto, no nos está permitido malinterpretar o aprobar, pues esas víctimas no nos aplauden porque también ellas se sientan inquietas por la ausencia de la última voz que ordena, sino al contrario, porque ven en esa ausencia la justificación de su falta de resistencia y la razón jurídica de su buena conciencia. En otras palabras: por más que lo hagan sin escrúpulos ni restricciones, las víctimas se enfurecen con nosotros sólo porque viven en la certeza de enfurecerse espontáneamente; y están tan seguras de esa ilusión suya porque no hay ninguna instancia central de mando que se muestre por ninguna parte, porque el ‘deus’ de su sistema permanece  mudo y absconditus [oculto] y porque malinterpretan esa imperceptibilidad de su dios como no existencia, es decir, justo como su dios desea que se malinterprete. De hecho y en verdad, éste permanece absconditus e imperceptible porque sabe que es el más poderoso si se mantiene escondido tras los bastidores y que la mejor manera de asegurar la integralidad de su dominio es no dejarse percibir.

Por tanto:

Cuanto más integral es un poder, más muda es su orden.

Cuanto más muda es una orden, más obvia resulta su obediencia.

Cuanto más obvia es nuestra obediencia, más segura resulta nuestra ilusión de libertad.

Cuanto más segura resulta nuestra ilusión de libertad, más integral es el poder.

Este es el proceso circular o espiral que mantiene en pie la sociedad conformista y que, una vez puesta en marcha, va perfeccionándose automáticamente."




Extraído del libro: La obsolescencia del hombre (Vol. II). Sobre la destrucción de la vida en la época de al tercera revolución industrial. Günter Anders.

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