España: ¿Garantías norteamericanas sobre Palomares?






¿Compromisos usamericanos sobre la radiactividad de Palomares? ¿Hemos leído bien? ¿No nos hemos confundido? Veamos.
Los cielos (y la tierra) debían ser suyos. La guerra fría estaba en fase caliente-muy caliente, hirviendo más bien. Y ellos, el Imperio ataca-contraataca-golpea sin cesar, actuaban del modo siguiente (Me limito a uno de los escenarios para cuya descripción he tomado pie en la excelente información y análisis del gran científico republicano franco-barcelonés Eduard Rodríguez Farré [1]):
Hacia 1966, 340 aviones superbombaderos B-52 de las fuerzas aéreas norteamericanas, de su Comando Aéreo Estratégico (SAC: Strategic   Air   Command ), se mantenían permanentemente en el aire sobrevolando el planeta. Cada uno de estos B-52 [2] transportaba una carga de cuatro bombas termonucleares de 1,5 megatones y cada una de estas bombas tenía un poder destructor 75 veces superior a la bomba lanzada sobre Hiroshima [3]. Esta estrategia militar, que llevaba y de hecho llevó en algunas ocasiones a la Humanidad al borde del abismo, señala ERF, estaba basada en la supuesta necesidad de estar muy cerca, lo más cerca posible, del objetivo del hipotético enemigo (id est, la Unión Soviética), en caso de urgencia en el ataque o contraataque nuclear.
Este punto de vista estratégico comportaba una estructura militar anexa de apoyo a la aviación norteamericana en todo el planeta. La España franquista formaba parte de ella. Sin vómitos ni mala conciencia democrática. Los acuerdos entre el general dictador Franco y el presidente general Eisenhower de 1953, el llamado por los historiadores de EEUU Pacto de Madrid, y las bases militares de utilización “conjunta” son prueba (suficiente) de ello. USA no tuvo problemas morales ni políticos en llegar a alianzas con un régimen que había sido aliado, y había sido apoyado, por la Italia de Mussolini y la Alemania hitleriana, y que había fusilado después de la guerra civil más de 30 mil resistentes republicanos sólo en el País valenciano. El patriótico gobierno franquista tampoco tuvo reparo alguno en ceder territorios y soberanía. Tal como eran; así de humanistas, así de consistentes.
Parece ser que en los tratados firmados con Estados Unidos en 1953 y en 1963 no se mencionaba -en sus cláusulas conocidas- que aviones norteamericanos cargados con explosivos nucleares pudiesen sobrevolar el espacio aéreo español y pudieran utilizar las bases españolas para dar soporte logístico y repostar combustible en vuelo. Sea como fuere, los B-52 salían cada mañana de la base Seymour Johnson de las fuerzas aéreas norteamericanas, en Goldsboro, Carolina del Norte, y se dirigían hacia el Este del Mediterráneo, hacia la frontera turco-soviética. Al sobrevolar España en dirección Este, repostaban combustible en vuelo suministrado por aviones-nodriza de la base aérea de Zaragoza, en algún punto situado entre la capital aragonesa y la costa mediterránea. Al regresar a los Estados Unidos, los B-52 volvían a repostar. El avión nodriza provenía ahora de la base de Morón de la Frontera, Sevilla, y la maniobra se realizaba sobre la costa mediterránea de Almería.
Palomares es una pequeña población almeriense, ubicada en el término municipal de Cuevas de Almanzora .   Un accidente atómico se produjo el 16 de enero de 1966, durante una operación de abastecimiento de combustible en vuelo. La colisión -tuvo lugar en ese espacio aéreo- ocasionó la destrucción y caída de un octo-reactor B-52, el 256, el TEA-16, de regreso a Carolina del Norte, y de un avión nodriza KC-135 de la base de Morón, pertenecientes a las fuerzas armadas de los Estados Unidos. Murieron en el acto los cuatro tripulantes del KC-135 y tres de los siete tripulantes del B-52. Los otros militares salvaron la vida saltando en paracaídas.
Se desprendieron las cuatro bombas termonucleares tipo Mark 28, modelo B28RI – ERF: “ bombas de hidrógeno diseñadas a finales de los años 50, 1958 concretamente, probablemente todavía en “ activo ” , y que sus dimensiones son 1,5 metros de longitud y 0,5 metros de anchura y su peso es de unos 800 Kg ” - , de 1,5 megatones cada una que transportaba el primero. Tres de ellas cayeron en tierra y fueron localizadas en poco tiempo, pero una cayó al mar y se tardó cerca de 80 días en localizarla. Apareció a unas 5 millas de la costa.
Dos de las bombas -cayeron con sus respectivos paracaídas- se recogieron intactas; una de ellas cerca de la desembocadura del río Almanzora y la otra en el mar. Las otras dos cayeron sin paracaídas: la colisión originó el derrame del combustible del KC-135, unos 12.000 litros de keroseno, y su ignición, quemó los paracaídas de estas segundas bombas al pasar por la nube de fuego. Una de estas bombas cayó en un solar del pueblo; la otra en una sierra cercana. A causa del choque violento con el suelo y la detonación del explosivo convencional que llevaban como iniciador, señala ERF, se produjo la fragmentación de las dos bombas, la ignición de parte de su núcleo fundamental y la formación de un aerosol, de una potente nube de finas partículas compuesta por los óxidos de los elementos transuránicos constitutivos del núcleo fundamental de la bomba. Al romperse éstas, se liberó, vaporizándose, el tritio (hidrogeno-3, radiactivo beta débil), elemento esencial para la reacción de fusión termonuclear definitoria de ese infernal ingenio militar.
La nube se dispersó .   La acción del viento que soplaba en aquellos momentos en la zona dispersó el aerosol que se había formado en los dos puntos de contacto e hizo que sus componentes se depositaran posteriormente en una zona de unas 226 hectáreas, prosigue ERF, “ más de 2 kilómetros cuadrados, que abarcaba, monte bajo, campos de cultivo e incluso zonas urbanas ” . Como consecuencia de todo ello, se produjo la contaminación de la zona por diversos isótopos del plutonio y, en menor proporción, americio 241. La contaminación alcanzó valores superiores a 7.400 Bq de radiación alfa por m 2 en la superficie indicada, si bien con notables diferencias según los suelos considerados. “ En alrededor de 17 hectáreas se determinaron actividades del orden de 117.000 Bq/m 2 (117 KBq/ m 2 ) que eran superadas con mucho en otras 2,2Ha. Algunas áreas próximas a los puntos de impacto alcanzaron valores extremadamente superiores, de 3,7 x 10 7 Bq/m 2 (37 millones de Bq por m 2 ). Incluso en algunas zonas las cantidades eran tan elevadas que saturaron los detectores ” . ERF señala que era pertinente mencionar que el nivel real de contaminación alfa “ ha sido controvertido y varía según las fuentes consultadas. Las cifras indicadas son las mínimas reconocidas en su momento por la JEN ” .
La contaminación alcanzó sus valores máximos en las proximidades de los puntos de contacto de las bombas con el suelo, disminuyendo con la distancia a dichos puntos. La dirección del viento determinó que en ciertas áreas ubicadas a unos 1.400 metros del impacto se registrasen actividades de 420.000 Bq/m 2 . La mayor parte de las viviendas -que constituían una zona urbana muy dispersa- quedaron situadas en la zona que no resultó contaminada directamente o que resultó afectada en menor medida. La zona que tenía mayor contaminación, y en mayor extensión, sostiene el científico republicano nacido en Argelès-sur-Mer, “ fue la correspondiente a los eriales situados entre colinas al suroeste de Palomares, y que distaban un kilómetro y medio de la zona urbana ” .
Según un informe del WISE ( World   Information   Service   on   Energy:   Servicio   Mundial   de   Información   sobre   la   Energía) de enero de 1986, realizado con información que pudo obtener Greenpeace, a partir del momento del accidente se desarrolló por parte de los EEUU un programa de descontaminación con recogida de vegetales, tierra y fragmentos de los aviones y las bombas. Fue la puesta en marcha de la “ Operación Flecha Rota ” , un plan de contingencia previsto por las Fuerzas Armadas estadounidenses en caso de accidente nuclear. No se conocen con precisión los grandes datos de la operación, pero se sabe que unas 1.700 toneladas de material contaminado se trasladaron a Estados Unidos en el interior de 5.500 bidones de 209 litros de capacidad. A medida que cada una de las casi 900 propiedades afectadas se “ descontaminaban ” , se entregaban unos certificados de descontaminación radiactiva firmados por ambas administraciones, por la española y la norteamericana. Por su parte, el gobierno de Estados Unidos hizo un seguimiento de los 1.700 soldados y ciudadanos norteamericanos que se desplazaron a la zona. Este seguimiento se seguía haciendo al cabo de los años.
La Junta de Energía Nuclear, organismo dependiente del Ministerio de Industria y Energía, determinó la contaminación externa de la población de la zona y concluyó que la población no debía ser evacuada. Antes de ello, algunos vecinos habían sido desplazados de sus viviendas, especialmente aquellos que vivían cerca del lugar donde cayeron las dos bombas. Se sabe que unas dos mil personas pasaron los controles de contaminación externa que se realizaron en un cine de Palomares. Veinte años después se desconocían los estudios y las fichas de los controles radiológicos externos que obraban en poder de Emilio Iranzo, el doctor jefe del plan de vigilancia de la zona desde la fecha del accidente. Posteriormente se controló el acceso a la zona para evitar que otras personas se contaminaran. Ciudadanos de Villaricos, Cuevas del Almanzora y del mismo Palomares, y de otras localidades cercanas, se desplazaron a la zona para ver las bombas, movidas por la curiosidad y sin ninguna protección. “No alcanzaron a ver los peligros que comportaba la situación, seguramente tampoco nadie les informó con detalle”, señala ERF.

Regreso al presente A principios de febrero de 2012 se nformó que EEUU dio "garantías" de que retiraría la tierra contaminada de Palomares. El ministro de Exteriores José Manuel García-Margallo constató el compromiso del Ejecutivo de Obama para limpiar el plutonio que se vertió en 1966 [4]. El Gobierno español ha recibido "garantías" de que EEUU "retirará con rapidez la tierra contaminada con plutonio” que permanece en Palomares. El ministro realizó el anuncio cuando enumeraba los asuntos que tiene previsto abordar con la señora Clinton en una reunión. No aportó más detalles sobre el compromiso adoptado por los norteamericanos.
En su última visita a Madrid en julio pasado, Clinton no se comprometió con la limpieza. En rueda de prensa conjunta con la entonces ministra Trinidad Jiménez, aseguró que la Administración Obama se estaba "tomando muy en serio" la cuestión, conscientes de la "sensibilidad" que el tema despierta en España. ¡Qué cosas! Indicó que la colaboración entre el Departamento estadounidense de Energía con expertos españoles continuaría con el fin de encontrar una solución "cooperativa" [5].
J. S. en Público –“EEUU sigue sin tener un plan para Palomares”- [6] ha aclarado la cuestión.
"No se ha tomado ninguna decisión respecto a la limpieza del lugar". Con esta sencilla frase ha despachado el Departamento de Estado de EEUU el anuncio que hizo el viernes todo un ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, en este caso del gobierno español, sobre la existencia de un compromiso de USA para limpiar los suelos contaminados de Palomares tras el accidente atómico.
Enmienda a la totalidad y a otra cosa mariposa. ¿Está claro?

PS: Un nota de un lector de Público -que parece conocer el asunto desde las entrañas de la bestia- que vale la pena tener muy cuenta. Firmó como Copyleft 04-02-2012 19:33

Hombre si el el Famoso Don Manuel Fraga fallecido recientemente, ya dio un discurso que pronunció en la plaza del pueblo de Palomares, adornada con banderas y gallardetes, en un ambiente similar al de Bienvenido Mr. Marshall, prometió un futuro mejor a los campesinos y aseguró que el gobierno prestaría una atención especial a la costa almeriense y en particular a la de Palomares, para que pudieran incorporarse al proceso de desarrollismo que se venía gestando desde el plan de estabilización de 1959.
Fraga tenía entonces 43 años, un entusiasmo y una energía a prueba de bomba nunca mejor dicho y una propensión acusada hacia las promesas rimbombantes. En su discurso, al inaugurar el parador de Mojácar, a 8 kilómetros de Palomares, en el que almorzamos, estuvo emotivo y locuaz, llegando a vaticinar que uno de los mayores atractivos turísticos de la zona sería la pesca submarina. Muchos pensamos que era un desliz inapropiado en aquellos momentos, cuando una Task-force de 16 buques de guerra norteamericanos surcaba día y noche aquellas aguas en busca de la bomba.
Pese al despliegue naval norteamericano, la localización de la bomba debe mucho a un pescador de Águilas (Murcia), Francisco Simó, que situó con exactitud la zona en que había caído y guió a los marinos. Conocido desde entonces por “Paco el de la bomba”, ganó gran notoriedad en toda España y fue agasajado en la embajada de EE UU en Madrid. El 7 de abril, 80 días después del accidente, la bomba aparentemente intacta fue izada a la superficie por los buzos y trasladada a uno de los buques de la Marina estadounidense.
Además el gobierno golpista franquista ya lo limpió sin suministrar protección de ninguna clase a los guardias civiles que participaron en la limpieza, protección que sí llevaba el personal estadounidense.
El plutonio-239 es el utilizado para las armas nucleares, que emite radiación alfa y tiene una vida media de 24.100 años. No se han realizado estudios epidemiológicos sobre enfermedades asociadas a la radiactividad y a la toxicidad química del plutonio ni a nivel local ni entre los guardias civiles que participaron en la limpieza.
La dictadura, bajo presión del Gobierno estadounidense, mantuvo secretos los informes de monitorización médica hasta que el gobierno socialista finalmente los desclasificó en 1986.
Aproximadamente el 29% de la población de Palomares presentaba trazas de plutonio radiactivo en su organismo.
En la actualidad hay alguna urbanización turística por los alrededores, lo bastante cerca como para que los coches pasen levantando polvo que entra en el circuito del aire acondicionado, por ello el Consejo de Seguridad Nuclear ha prohibido la construcción en las zonas más afectadas.
Aún hay zonas cercadas con vallas metálicas que se consideran contaminadas y están vigiladas por el CIEMAT.
Las armas termonucleares también utilizan deuteriuro de litio. Tanto el Plutonio finamente dividido, como el deuteriuro de litio, parece ser que son pirofóricos, así pues la explosión que acompaño la caída de las bombas podría ser debida a una reacción exotérmica (química) de los combustibles nucleares.
Recientes mediciones relativas a la presencia de plutonio radiactivo (que se disuelve muy mal en el agua) en el plancton del Mediterráneo español han demostrado la existencia de una quinta bomba, nunca recuperada y ocultada por los Estados Unidos a los gobiernos de la democracia.
Un accidente similar ocurrió el 21 de enero de 1968 en la Base Aérea de Thule, en Groenlandia. Un accidente en pista provocó el incendio y posterior explosión del B52, que llevaba 4 bombas B28 como las de Palomares. Aquí sí se hizo estudio epidemiológico y la tasa de cáncer entre los trabajadores que participaron en la limpieza era un 50% superior a la de la población general. Hubo también informes de esterilidad y otros trastornos asociados a la radiactividad.
Palomares es el accidente broken arrow (pérdida total de armas nucleares) más grave de la historia, que se conozca. Ya en 1961 había ocurrido otro broken arrow en Carolina del Norte, en este caso con dos bombas de uranio.
Existían en la zona del incidente rumores que hablan que cuando Manuel Fraga Iribarne y el embajador estadounidense acudieron a darse el famoso baño, éste no se produjo en las playas de la zona accidentada (Palomares), sino en Mojácar (a 15 kilómetros, aproximadamente, del lugar del accidente), frente al Parador Nacional de esta localidad. La realidad, no obstante, es que se realizaron dos baños, el primero, efectivamente en Mojácar, en el que solamente se bañó el embajador estadounidense Angier Biddle Duke y alguno de sus acompañantes y un segundo baño, ya en la playa de Quitapellejos en Palomares, donde de nuevo el embajador se bañó acompañado por el ministro de Información.

Notas:
[1] Eduard Rodríguez Farré y Salvador López Arnal, Casi   todo   lo   que   usted   deseaba   saber   algún   día   sobre   los   efectos   de   la   energía   nuclear   en   la   salud   y   el   medio   ambiente . El Viejo Topo, Mataró (Barcelona), 2008, capítulo IX.
[2] Recuérdese la obra teatral de Santiago Alba Rico
[3] Las cuatro bombas de cada uno de los B-52, con una potencia conjunta de 6 megatones, equivalían a más de 300 bombas de Hiroshima
[5] España desea que EEUU acepte llevarse los residuos -quedan aproximadamente 40 hectáreas afectadas- ya que nuestro país carece de infraestructuras para almacenarlos o enterrarlos

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