Decrecimiento y deuda



La capacidad de regeneración del planeta impone un techo máximo de consumo. El consumo ilimitado condena la sostenibilidad ambiental y social de la tierra. Ahora bien, la responsabilidad en el exceso de crecimiento no recae en el conjunto de la población mundial. Son los países del Norte, el modelo de crecimiento occidental, los que están llevando al planeta al borde del colapso.

La degradación creciente de materia/energía producto del proceso económico así como su impacto en el incremento de las desigualdades e injusticias sociales, origina lo que podríamos llamar una deuda del crecimiento. El precio del agotamiento de los recursos naturales y de la degradación de la biosfera, así como del incremento de las desigualdades sociales son pagados por una gran mayoría de países y personas, mientras una minoría se aprovecha de los beneficios del crecimiento (el 20% de la población mundial consume el 80% de los recursos del planeta).
Podemos hablar de una deuda social, producto del intercambio desigual. El modelo de consumo en el Norte se sustenta en la importación de materias primas y de productos manufacturados provenientes de los países del Sur, explotados y producidos sin respetar las mismas condiciones laborales existentes en los países occidentales. El mercado global asigna un valor ínfimo a las condiciones sociales de los países del Sur. Los impactos de nuestro consumo en las condiciones de vida, de salud, de derechos humanos, etc., de las poblaciones del Sur son extremadamente cruentos.
Asimismo, también han sido estudiados fenómenos asociados a lo que podríamos considerar una deuda cultural del modelo de crecimiento del Norte. La economía capitalista condena a culturas milenarias a la desaparición, imposibilitando la supervivencia de formas de vida, de agricultura, de artesanía, etc. El capitalismo se expande globalmente mercantilizando todas las dimensiones de la realidad, de acuerdo con modelos uniformes de producción y consumo que responden a los intereses de las multinacionales y al proceso de acumulación del capital. El crecimiento acelera ese proceso y la uniformización cultural a escala global avanza en paralelo a la desaparición de culturas autóctonas diversificadas.
Por ello, entendemos que la respuesta a la deuda pasa esencialmente por el decrecimiento en los países del Norte. 
Se trata nada menos que de impulsar un ajuste estructural de los países occidentales, que les permita volver a situarse por debajo del techo ecológico máximo de consumo marcado por las capacidades de regeneración de la biosfera.
El decrecimiento nos enseña que el problema no son los países del Sur, su hipotético “subdesarrollo”. El problema son los países del Norte, el modelo occidental que condena la sostenibilidad ambiental y social del planeta.
El problema no es la pobreza, el problema es la “riqueza”, el consumo creciente y excesivo que nos ha llevado a vivir en un mundo de fantasía, en el que una tierra por sí sola ya no es suficiente. La cuestión social también tiene que entenderse desde esta perspectiva, ya que las desigualdades avanzan paralelamente al deterioro ecológico. Volver a respetar la sostenibilidad ecológica y social, no superar la capacidad de carga del planeta, enfrentar de manera solidaria la degradación irrevocable de la materia y la energía.
El crecimiento para el Norte queda descartado, mientras que podría quedar como objetivo únicamente para los países del Sur y “sólo hasta un nivel de vida modesto, que luego tendría que ser la regla para todos”.

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