Obsolescencia programada: en los últimos años, el porcentaje de los electrodomésticos y aparatos electrónicos que se deben reemplazar en sus cinco años de vida se ha duplicado

La dificultad por parte de los consumidores de conocer determinadas actuaciones que las empresas realizan en el marco de su proceso productivo o de comercialización, generan desconfianza entre los consumidores. La Obsolescencia de los productos es una de las causas.

María Rodríguez

Haciendo un poco de historia
Se cree que el origen de la obsolescencia se remonta a la década de los años 20 del siglo pasado, cuando se implantó el modelo de producción para crear grandes cantidades de productos que se sustituyeran en poco tiempo. En 1924 los principales fabricantes de bombillas eléctricas de la época, creaban el “cartel Phoebus” con los estándares de producción y venta. Entre otras cuestiones, se marcaban 1.000 horas de vida media de las bombillas, antes de este nuevo estándar, la empresa española Lámparas Z garantizaba 2.500 h. en su publicidad. Fue en 1932 cuando Bernard London (inversor inmobiliario) proponía la obsolescencia programada como medio de acabar con la gran depresión, incluso de forma obligatoria por ley –que nunca llegó a aprobarse-. Sin embargo el término fue popularizado por primera vez en 1954 por Brook Stevens, diseñador industrial estadounidense. B. Stevens acuñó ese término dotándolo de contenido: “instalar en el comprador el deseo de poseer algo un poco más nuevo, un poco mejor, un poco antes de lo necesario”. El objetivo de la obsolescencia es exclusivamente el lucro económico, no teniéndose en cuenta, las necesidades de los consumidores, ni las repercusiones medioambientales en la producción y mucho menos las consecuencias que se generan desde el punto de vista de acumulación de residuos, con la contaminación que conllevan.

La basura electrónica alcanzará en todo el mundo la cifra de 65,4 millones de toneladas anuales
En el mes de abril del año pasado (2016) se publicaron las conclusiones de un estudio elaborado por la Universidad de Berlín y el Öko-Institut. Como dato significativo destacaba que “el porcentaje de los electrodomésticos que se deben reemplazar en sus cinco años de vida se ha duplicado entre el año 2004 y el 2012. Se ha pasado de un 3,5% en 2004 a un 8,3% en 2012”. Este cambio en electrodomésticos en los hogares se produce como consecuencia de factores relacionados con la obsolescencia. Siendo conscientes de que en algunos casos se puede producir un cambio para disponer de productos más eficientes tecnológicamente, en la mayoría de los casos, este cambio se produce porque se estropean, no hay piezas de recambio o no se puedan arreglar y porque existen pocos establecimientos que realicen estas reparaciones (su desaparición del escenario en los barrios ha sido masiva). En la época que hemos pasado de “usar y tirar” las reparaciones de productos han sido mínimas, porque, según se deducía la publicidad de las mismas, era mucho más barato comprar uno nuevo que arreglar uno viejo, y en función de coste inicial, quizás, en algunos casos, esa afirmación ha sido cierta, pero ¿se tenían en cuenta los otros costes no incluidos en el precio como: la contaminación medioambiental necesaria para la fabricación de nuevos productos y la acumulación de residuos eléctricos y electrónicos que se producen y su impacto en nuestro planeta? Es evidente que no, sin embargo el mensaje ha calado en la opinión pública de forma importante; al menos hasta que llegó la crisis y, al hilo de la situación económica (a nivel micro) se ha empezado a reflexionar y a empezar a actuar de forma distinta, no solo por parte de los consumidores, sino también por parte de las organizaciones y de los gobiernos. Los consumidores están empezando a exigir más información por parte de los fabricantes para poder ejercer su derecho a un consumo responsable y al mismo tiempo se ha iniciado una presión importante hacia los gobiernos para exigir leyes que garanticen que las empresas no producen con criterios de obsolescencia.
Cabe distinguir varias formas de obsolescencia:
La obsolescencia programada propiamente dicha, consistente en prever una duración de vida reducida del producto, si fuera necesario mediante la inclusión de un dispositivo interno para que el aparato llegue al final de su vida útil después de un cierto número de utilizaciones,
La obsolescencia indirecta, derivada generalmente de la imposibilidad de reparar un producto por falta de piezas de recambio adecuadas o por resultar imposible la reparación (por ejemplo, el caso de las baterías soldadas al aparato electrónico),
La obsolescencia por incompatibilidad, como es el caso, por ejemplo, de un programa informático que deja de funcionar al actualizarse el sistema operativo, esta obsolescencia guarda relación con la del servicio posventa, en el sentido de que el consumidor será más proclive a comprar otro producto que a repararlo, en parte debido a os plazos y precios de las reparaciones,
La obsolescencia psicológica, derivada de las campañas de marketing de las empresas encaminadas a hacer que los consumidores perciban como obsoletos los productos existentes. No serviría de nada obligar a un fabricante de tabletas electrónicas a producir objetos cuya vida útil sea de diez años si nuestros patrones de consumo hacen que deseemos sustituirlas cada dos años".
Francia se sitúa a la cabeza de los países que han iniciado una lucha contra la obsolescencia programada


Parece que las actuaciones contra la obsolescencia programada avanzan de forma imparable. En el año 2011, el Senado belga aprobó una Resolución que pedía al Gobierno que prohibiera esta práctica, pero nunca llego a elaborarse la Ley. El Senado español también en el 2011 aprobó una Resolución en la que se instaba el Gobierno a que prohibiera esta práctica. Nunca llegó a concretarse la Ley.
Sin embargo, el 14 de octubre de 2014, la Asamblea Nacional Francesa aprobó la Ley de Transición energética. Francia se sitúa a la cabeza de los países que han iniciado una lucha contra la obsolescencia programada en el marco de la citada normativa. El Parlamento francés ha aprobado en esta Ley castigar con penas de hasta dos años de prisión y multas de 300.000 euros a las empresas que, con la excusa de las leyes del mercado y la supervivencia empresarial, violen las leyes de defensa del consumidor. Se establece en la norma la existencia de la obsolescencia programada, explicando que en ella se incluyen técnicas que introduzcan defectos, debilidades, paradas programadas, obstáculos para su reparación y limitaciones técnicas. Esta Ley incluye medidas para luchar contra el despilfarro, la reducción de residuos en origen junto con la obsolescencia programada.

Suecia actúa para evitar la basura electrónica
Suecia es otro de los países que está trabajando en lo concreto, aunque de forma diferente, para evitar que los consumidores se deshagan de productos que pueden tener (previa reparación) años de vida útil. Para ello el Parlamento sueco en 2016, propuso una campaña de reducción del IVA (del 25% al 12%) sobre las reparaciones de todo, desde bicicletas hasta lavadoras. Igualmente se incluye la posibilidad de recuperar (por los consumidores) en la declaración de IRPF parte de la mano de obra pagada en las reparaciones de algunos productos como los electrodomésticos. Suecia actúa desde la perspectiva de evitar basura electrónica, que alcanzará en todo el mundo la cifra de 65,4 millones de toneladas anuales. Según datos de la Fundación para la Innovación Sostenible FENISS. Además elementos como el plástico, el polietileno, el vidrio etc. Vertidos a la naturaleza tardan en degradarse más de 1.000 años y algunos, como el plomo o el mercurio provocan además graves problemas para la salud. En FENISS calculan que más del 80% de los residuos electrónicos que nadie quiere llegan a países de lo que anteriormente denominábamos Tercer Mundo, donde están abandonados.

Para leer el artículo completo: http://www.nuevatribuna.es/articulo/consumo/obsolescencia-productos/20170330182243138265.html - Imagen: ‪www.droidmen.com‬

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