El decrecimiento ya no parece una locura

La crisis ecológica impuso poco a poco la necesidad de definir el progreso humano de un modo distinto al que imponen el productivismo y la confianza ciega en el avance de las ciencias y las técnicas. En todo el mundo, crecen los adeptos al decrecimiento, tanto cerca de los partidos como entre el gran público.

 
Eric Dupin

Había que ver el aire desconcertado de François Fillon, ese 14 de octubre de 2008, en que Yves Cochet defendía la tesis del decrecimiento desde lo alto de la tribuna de la Asamblea Nacional de Francia. Al diagnosticar una “crisis antropológica”, el diputado Verde de París afirmaba, en medio de las exclamaciones de la derecha, que “ahora la búsqueda del crecimiento resulta antieconómica, antisocial y antiecológica”. Su llamado a una “sociedad sobria” no tenía posibilidad alguna de ganar la adhesión del hemiciclo. Sin embargo, la provocadora idea del “decrecimiento” logró dar inicio al debate público.


La recesión también entró en ese debate. Seguramente el decrecimiento “no tiene nada que ver con la inversa aritmética del crecimiento”, como lo señala Cochet (1), el único político francés de envergadura que defiende esta idea. De todas maneras, el cuestionamiento del crecimiento aparece como una consecuencia lógica de la doble crisis económica y ecológica que sacude al planeta. Súbitamente, se escucha a los pensadores del decrecimiento de manera más atenta. “Soy mucho más solicitado”, se regocija Serge Latouche, uno de los pioneros. “Las salas están llenas en nuestros debates”, dice también Paul Ariès, otro intelectual de referencia de esta corriente de pensamiento.

La propia palabra “decrecimiento” es cada vez más utilizada, incluso fuera de los restringidos círculos de la ecología radical. “En un momento en que los adeptos al decrecimiento ven que sus argumentos son apoyados por la realidad, ¿existe acaso una alternativa entre el decrecimiento súbito o implícito, como es la recesión actual, y el decrecimiento conducido?”, se interrogaba durante la campaña europea Nicolas Hulot, quien, sin embargo, es usualmente calificado de “ecotartufo” por los objetores del crecimiento (2). En su carácter de puntal de Europe Ecologie, el animador declaraba dudar del “crecimiento verde” y pensaba más bien en un “crecimiento selectivo acompañado de un decrecimiento elegido”. “Sólo el decrecimiento salvará al planeta”, expresó el fotógrafo Yann Arthus-Bertrand, cuya película Home,  parece haber contribuido al éxito primaveral de los ecologistas (3).

Algunos partidarios del decrecimiento están convencidos de que la crisis actual constituye una formidable oportunidad para su causa. “¡Que la crisis se agrave!”, exclamó Latouche, retomando el título de una obra del banquero arrepentido François Partant. “Es una buena noticia: la crisis finalmente llegó y es una ocasión para que la humanidad pueda recuperarse”, explicaba ese partidario de la “pedagogía de las catástrofes”, desarrollada en otro tiempo por el escritor Denis de Rougemont (4).

Sin llegar tan lejos, Cochet piensa también que sólo al chocar con los límites de la biosfera la humanidad se verá obligada a volverse razonable. “Ya no habrá más crecimiento por razones objetivas. El decrecimiento es nuestro destino obligado”, previene el diputado ecologista, “geólogo político y un profundo materialista”. 
Entonces no queda más que esperar que la crisis acelere la toma de conciencia y “preparar un decrecimiento que sea democrático y equitativo”.

Pero este punto de vista optimista está lejos de ser compartido por todos. “No estamos para nada de acuerdo con esta pedagogía de las catástrofes”, se diferencia Vincent Cheynet. 
El jefe de Redacción del diario La Décroissance piensa que, “si bien la crisis ofrece una oportunidad de interrogarse y cuestionarse, también hay riesgos de que engendre crispaciones y fenómenos de miedo”. “Una crisis importante sería la peor de las situaciones”, piensa Cheynet. “La crisis es una ocasión para recordar que el crecimiento ya no es posible; pero en esos períodos las personas tienden a replegarse sobre sus intereses particulares”, observa Jean-Luc Pasquines, animador del Movimiento de los Objetores del Crecimiento (MOC). Ariès señala, además, la ambivalencia de la crisis: “Por un lado, lleva el sentimiento de urgencia ecológica cada vez más lejos, ya que el momento se presta para la defensa del poder de compra y de los empleos. (…) Pero también muestra que vivimos sobre mentiras desde hace décadas (5)”. 
La inquietud le disputa un lugar a la esperanza entre aquellos que dudan que la recesión pavimente el camino hacia el decrecimiento.

Traducción: Lucía Vera - Fuente: Decrecimiento.info
Notas:
1 Las citas sin referencias provienen de entrevistas con el autor.
2 Nicolas Hulot, “L’enjeu crucial des élections européennes“, Le Monde, París, 15-5-09.
3 Michel Guerrin y Nathaniel Herzberg, “Arthus-Bertrand, l’image de marque”, Le Monde, París, 4-6-09.
4 Serge Latouche, “Que la crise s’aggrave!”, Politis, París, 13-11-08.
5 Laure Nouhalat, “Rendre la décroissance désirable”, entrevista de Paul Ariès, Libération, París, 2-5-09.
6 Para una crítica radical de esta corriente de pensamiento, véase especialmente los Cahiers marxistes, N° 235, Bruselas, mayo-junio de 2007 y “La décroissance, un point de vue parfaitement réactionnaire”, Lutte de classe, N° 121, París, julio de 2009.
7 Véase Carlo Petrini, “Por una gastronomía militante”, Le Monde diplomatique, ed. Cono Sur, Buenos Aires, agosto de 2006.
8 Gébé, L’An 01, cómic reeditado por la Association, París, 2004, y film epónimo (con Jacques Doillon), MK2, 2006.
9 Bruno Clémentin y Vincent Cheynet, “La décroissance soutenable“, Silence, Lyon, febrero de 2002.
10 Serge Latouche, “Pour une société autonome”, Entropia , n° 5, Malaucène, otoño boreal de 2008.

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