Macarena Valdés, una víctima de la defensa ambiental en Chile

Macarena Valdés fue encontrada colgada en las vigas de su casa el 22 de agosto de 2016, hecho que fue catalogado como un suicidio por carabineros y el Servicio Médico Legal. Sin embargo, su familia no creyó esta tesis y advirtió que se trataba de un asesinato, generado en el marco de una lucha que estaba llevando a cabo la comunidad contra el proyecto hidroeléctrico de la compañía austríaca RP Global y la empresa chilena de distribución eléctrica Saesa.

Según indicadores entregados por Global Witness, durante 2017 fueron asesinados 207 defensores de la tierra y del medio ambiente. Es así como Brasil registró la mayor cantidad de asesinatos que cualquier otro país en la historia, con 57 homicidios en 2017. Asimismo, 48 personas fueron asesinadas en Filipinas durante el pasado año, el número más alto jamás documentado en un país asiático.
El 60% de los asesinatos registrados tuvo lugar en América Latina. En México y Perú los homicidios aumentaron drásticamente, de tres a 15 y de dos a ocho, respectivamente. Nicaragua registró la mayor cantidad de homicidios per cápita, con cuatro asesinatos.
Global Witness en su estudio vinculó a las fuerzas de seguridad del gobierno con 53 de los homicidios del año pasado, y a actores no estatales, como bandas criminales, con 90 asesinatos.
Asesinos de la tierra
Vivo en la cordillera, donde nacen los ríos, donde el invierno exige aprovisionarse de alimento y calefacción para subsistir, donde la comunidad intercambia sus mercancías y alimentos. Los animales son compañeros y el sustento. Todo lo que necesito está a mi alrededor y por eso lo defiendo.
Mi hijo me dice, yo creo que nosotros somos clase media, porque tú eres profesional. – yo le dije: no hijo nosotros no somos clase media, nosotros somos pobres – pero cómo vas a ser pobre – replica el hijo, mientras el padre responde: En este país no existe la clase media, ese es un invento. Tú dejas de ser pobre el día que puedes darte un año sin trabajar y darte un año de vacaciones y, cuando vuelves a tu vida normal, sigues teniendo el mismo dinero y sigues sin la necesidad de trabajar. Eso es dejar de ser pobre, mientras tú no puedas dejar de trabajar un mes y no puedas dejar de trabajar un año sin cagarte de hambre y sin estar preocupado de que lo que lograste ahorrar se te va a terminar y tienes que volver a trabajar, entonces no dejas de ser pobre. Eres un esclavo más del sistema con un poco más de atribuciones, quizás eres el esclavo que tiene el látigo en la mano, pero sigues siendo esclavo, no eres el faraón.
Entender la vida de un mapuche en la cordillera no puede pensarse en la misma lógica con la que opera una persona en la ciudad que ha nacido atada a una realidad apegada a una sociedad de consumo que, sin quererlo, da espacio a pensar la vida en relación con su productividad.
Lo mismo pasa cuando se intenta comprender la defensa de un territorio desde la institucionalidad ambiental sin permearse de la forma de habitar que tiene una persona en comunidad y sin tomar razón de lo profundo de la identidad de un pueblo.
Macarena Valdés fue encontrada colgada en las vigas de su casa el 22 de agosto de 2016, hecho que fue catalogado como un suicidio por carabineros y el Servicio Médico Legal. Sin embargo, su familia no creyó esta tesis y advirtió que se trataba de un asesinato, generado en el marco de una lucha que estaba llevando a cabo la comunidad contra el proyecto hidroeléctrico de la compañía austríaca RP Global y la empresa chilena de distribución eléctrica Saesa.
 El niño que se preguntaba a qué clase social pertenecía es el hijo de Macarena, quien conversaba junto a su padre Rubén Collío en su vida cordillerana.
 Cada mañana Rubén les sirve desayuno a sus cuatro hijos,  quienes por estos días ven por su ventana un pasto nevado acompañado de grandes árboles que se erigen estoicos en el hielo mapuche.
 La montaña es dura, cuenta Ruben, “si no te aprovisionas puede que en medio invierno ya no tengas alimento. Hoy está precioso, todo blanco y nevado. Nosotros debiésemos aprender a cuidar estos espacios, pero constantemente nos han enseñado que el progreso va de la mano de la depredación, eso es lo que enseñan en las escuelas y eso es lo que nos refriegan los funcionarios públicos cuando vienen para acá”.
 “Entonces, cuando nos atrevemos a alzar la voz hay mucha gente que tiene pegado el discurso del progreso y que se pone del bando del progreso y entienden que aquí hay dos bandos, uno de los que quieren el progreso y que están con la empresa y quieren ganar lucas y que quieren que el país avance, y otros que quieren andar con tapa rabo y vivir en cuevas. Así nos caricaturizan cuando no es esa le realidad, cuando todos deberíamos estar conscientes de que este es un espacio que hay que defender”, comenta Collío.
 Ocho carros policiales y una tanqueta blindada de Fuerzas Especiales de Carabineros resguarda la instalación de una torre de alta tensión que debía pasar por sobre la casa de Rubén y la comunidad Newen Trangil de donde era Macarena Valdés. Los policías utilizaron esa fuerza para contener a los cuatro niños y su padre mapuche que se atrevieron a reclamar por su derecho instituido en la ley.
“Por qué más encima tengo que aguantar que viviendo acá, pagando más caro por la electricidad, me instalen aquí a un par de kilómetros una central. Por qué los cables tienen que estar a menos distancia de lo que dice la normativa, si mi casa estaba primero, por qué tengo que aguantarlo”, se pregunta Collío.
“Aquí arriba no llega educación de calidad y, por lo tanto, la gente no tiene argumentos para reclamar, o simplemente no sabe, a pesar de que la ley dice que debe ser de conocimiento público. Pero una persona que vive de lo que produce no tiene tiempo para sentarse a leer las leyes que más encima están en un lenguaje asquerosamente aburrido. Muchas veces los abogados no la entienden y estudian cinco años para entender cómo se leen las leyes”, profundiza Rubén.
 “El tema es por qué se depreda estos espacios hermosos, para que otros ganen dinero, porque ni siquiera es progreso para la zona, porque lo que le llaman progreso es un enriquecimiento de unos pocos a costa del sacrificio de muchos”, plantea Ruben Collío.
Luis Ravanal, el forense contratado por la familia de Macarena Valdés, determinó luego de la autopsia al cuerpo que “no había signos que demostrasen que se tratase de un ahorcamiento en vida, es decir, en el área más importante que es el cuello, que es donde una persona con vida se lesiona producto del ahorcamiento. En estas circunstancias siempre va a tener signos de vitalidad, signos de hemorragia, lesiones en los tejidos, en los órganos, lo que no ocurre en un cadáver, donde estos signos están ausentes, cuando se suspende o cuando se trata de simular un ahorcamiento. Concretamente, a través de la autopsia, y reitero, a través de la confirmación del estudio histológico se demuestra que no hay signos de vitalidad, es decir, no hay signos que demuestren que el cuerpo se haya suspendido a través del ahorcamiento estando con vida, eso evidentemente genera una evidencia que se contrapone a la información oficial respecto a que se trataría de un ahorcamiento de tipo suicida, como lo ha señalado el Servicio Médico Legal”, declaró el médico forense a Radio Universidad de Chile.
Las pericias del forense descartaban la hipótesis de la fiscalía, que atendiendo el parte policial y el informe del Instituto Médico Legal, daban por suicidio lo que hoy podría plantearse como uno de los asesinatos más crueles que registre la historia de nuestro país por conflictos socioambientales.
Las violencias contra ambientalistas
Parece ser que la violencia es un rol que juegan los golpeadores, matones o sicarios, pero existen diversas formas de violentar y el caso de Macarena Valdés es una evidencia clara de diferentes actos violentos.
Por una parte, se encuentra la empresa austríaca RP Global y la chilena de distribución eléctrica Saesa, que utilizando todos los medios, se disponen a impactar un territorio con la construcción de una central de paso para la producción de energía eléctrica, sin considerar las consecuencias ambientales que esto podría traer.
Son constantes los amedrentamientos que la familia de Macarena Valdes sigue sufiriendo cada día por parte de sujetos que visitan la casa donde vive Rubén Collio y sus hijos, llamadas sistemáticas a altas horas de la noche amenazando a la familia para que desista de la investigación para aclarar la muerte de Macarena.
Carabineros que ingresan con toda la fuerza posible, incluso provisionados de carros blindados para dar seguridad a una empresa que vulnera los derechos de un mapuche que resguarda su forma de habitar, incluso ciñéndose a los procesos legales necesarios para apelar a una protección del medio ambiente de forma pacífica.
Una fiscalía que no investiga de forma rigurosa y que de no ser por la constancia de la familia de Macarena, el proceso de indagación habría caducado y terminado siendo un suicidio común y no un asesinato cruel propiciado por quienes estaban en contra de su defensa del territorio.
Según el sociólogo Miguel Urrutia, en este caso existen diferentes tipos de violencias. “En primer lugar hay una en el acto de violencia directa que es un asesinato, en segundo lugar, de encubrirlo como tal y hacerlo parecer como un suicidio, eso es una violencia que es mayor que cualquier tipo de crueldad. Además esto se pone en el contexto comparativo para las víctimas, si se considera la tremenda cobertura mediática que si tiene otros casos de violencia en los cuales los supuestos victimarios pertenecen a la etnia mapuche”.
“Esto es sistemático, esto ocurre en todo el mundo, estas no son meras presunciones de que esta persona fue asesinada por su condición de activista ambiental vinculada a una causa étnica que está en antagonismo directo con uno de los componentes del capital chileno, que es la producción de energía eléctrica que está vinculado a todo el capital financiero. Aquí están todas las condiciones jurídicas para que se indague a fondo y esto requiere de una actividad del aparato judicial acorde a la gravedad de este asunto”, profundizó Urrutia.
Tal como plantea el sociólogo, el carácter sistemático de la violencia contra los activistas ambientales chilenos se está volviendo cada día más recurrente, ya que cada vez son más los privilegios que se cuestionan desde esta trinchera. Solo por nombrar algunos: el agua, la agricultura, minería, monocultivo, salmoneras y acuicultura, entre otros métodos de producción que impactan nuestro país.
Rubén Collío, al dar a conocer su vida, entrega antecedentes palpables de una violencia que no guarda relación solo con matonaje, sino que con una persecución institucionalizada en el Estado, lo que hace mucho más complejo el escenario para quienes defienden sus territorios. Una frase que grafica esto es, tal como planteó Collío, el futuro de la indagación de muerte de su compañera: “Todavía no logramos producir la intención de investigar en la Fiscalía”.

Fuente: Radio Universidad de Chile

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