Violencia simbólica y acción política

De cómo la comprensión de la violencia simbólica presente en la cultura puede desembocar en acción política. Ejemplos expuestos: esclavitud en EEUU y la obra Sol negro en la ciudad.

Por: Mariluz Secilla Souto 

Primer ejemplo: la esclavitud en EE. UU.
Mapa de los EE.UU. con los colores de la bandera panafricana.

Las repercusiones de la violencia en nuestra vida no se limitan al daño físico en el cuerpo. Tal y como está estructurada en la sociedad, además de la violencia directa está la violencia simbólica, concepto instituido por el sociólogo Pierre Bourdieu en la década de los setenta. Este término se utiliza para describir una relación social donde el dominador ejerce un modo de violencia indirecta —no físicamente directa— en contra de los dominados, los cuales no la evidencian o son inconscientes de dichas prácticas en su contra, por lo cual son cómplices de la dominación a la que están sometidos.  
Las prácticas de la violencia simbólica son parte de estrategias construidas socialmente en el contexto de esquemas asimétricos de poder, caracterizados por la reproducción de los roles sociales, estatus y género, posición social, categorías cognitivas, representación evidente de poder y/o estructuras mentales, puestas en juego cada una —o bien todas simultáneamente en su conjunto— como parte de una reproducción encubierta y sistemática.
El propio sistema cultural se convierte en un generador de prácticas sociales con una matriz simbólica cuyo fin es la reproducción de la dominación. Un sistema cultural que engloba tanto el mundo de las imágenes como el de la palabra, y en el cual el modo en que se utilice esa representación puede servir para reforzar la dominación de una parte de la sociedad sobre otra, o por el contrario se puede revertir el efecto pernicioso de tal representación. Este punto se puede entender fácilmente si tomamos como ejemplo el racismo: a todos se nos vienen a la mente las connotaciones negativas que les otorgan las personas racistas a todo aquel que no tenga determinado tono de piel y cómo estas ideas se propagan al imaginario colectivo por medio de la literatura, el cine, la televisión…
Pero ¿cómo puede revertir esto la comunidad afectada y convertir la práctica cultural en algo a su favor? Afortunadamente, se puede decir que el caso de la comunidad afroamericana de EE. UU. nos puede mostrar cómo, desde una violencia estructural y simbólica acusada, se puede hacer la transición hacia un empoderamiento como grupo social y, por ende, alumbrar la acción política.
Para visualizar este proceso primero deberíamos retroceder a la misma época de la esclavitud en EE. UU., los años en los que el sistema esclavista había reunido a miles de esclavos en sus tierras, tantas personas provenientes de etnias diversas y que de golpe fueron forzados a abandonar sus referentes culturales y obligados a vivir con personas con las que no compartían ni idioma ni costumbres. Es importante tener este dato en cuenta para comprender el reajuste emocional y social que tuvieron que realizar para hacer frente a una situación de extremada violencia. Estas personas ubicadas en un contexto social nuevo tenían un nexo de unión proveniente de la estructura social africana —aunque no compartieran idioma— referente a la hegemonía de la literatura oral como práctica cultural, que les permitió elaborar nuevos cauces de comunicación frente a una polaridad creada por la violencia de esclavos y opresores: canciones de trabajo y canciones espirituales, estas últimas surgidas a partir de 1690 y que sirvieron de germen y catalizador para que surgiera una comunidad afroamericana. Esta transición debería llamarnos poderosamente la atención, ya que se dio el momento histórico en el que los esclavos solo eran una masa de personas desconectadas entre sí y en estado de shock, que debieron de priorizar unas estrategias de readaptación que optaban por una apropiación de una parte del sistema cultural de quien ejercía la violencia, y asumirlo en un nuevo sistema cultural con la plena conciencia de que los factores que entraban en juego conformaban un contexto socio-político totalmente nuevo al previo en África.
Rutas del ‘underground railroad’.

Como ejemplo de esto, destaca el ferrocarril subterráneo, nombre con que se describe la cadena de colaboradores clandestinos que, con pisos francos y documentos falsificados, propiciaban la huida de los esclavos de las plantaciones de algodón sureñas a ciudades del norte. Se calcula que consiguieron huir unas 40.000 personas.
Parte fundamental del proceso eran las canciones que los esclavos cantaban —ya en inglés— y que los esclavistas no reconocían como peligrosas porque eran —supuestamente— religiosas. Los esclavos cantaban determinadas canciones para comunicarse con las personas involucradas en la cadena de la huida. La canción Swing Low, Sweet Chariot era la elegida para anunciar que algo iba a suceder al día siguiente, ya que el carromato que aparece en la letra es el que les va a llevar a la libertad. Así como otras canciones religiosas elegidas para cada momento por la existencia de palabras claves en ellas, como el rio Jordan que se refiere al río Ohio, o la banda de ángeles, que son los conductores.
Un paso adelante en el incremento de la complejidad en la práctica cultural y que favorecerá la maduración de la comunidad afroamericana y su consiguiente discurso político, viene dado por la aparición de la literatura escrita por parte de lxs primerxs esclavxs que accedieron a la alfabetización. Entre los textos más importantes que han sido traducidos al castellano destacan:
    •    Peripecias en la vida de una joven esclava, de Harriet A. Jacobs 1861 (Ed. Ellago)
    •    Nuestra negra (o esbozos de la vida de una negra libre) de Harriet E. Wilson 1859 (Ed. Ellago)
Ambas son autobiográficas; la primera desde el punto de vista de una mujer que sufre en primera persona la esclavitud, y la segunda desde la experiencia de una mujer supuestamente libre, pero que vive en condiciones de semi-esclavitud. Este tipo de obras supone un punto de inflexión, ya que abren la puerta a la creación literaria y a la entrada al imaginario colectivo de la comunidad afroamericana. La ocupación del imaginario colectivo por una comunidad reprimida y silenciada no es baladí. Desde ese espacio imaginario es de donde pueden reformularse, revisar su historia e interpelar los traumas colectivos.
Afortunadamente hay suficientes autorxs capaces de llevar a cabo tal empresa. Entre ellxs destaca Toni Morrison, Premio Nobel de Literatura 1993, autora de la novela Ojos azules, que da voz a una niña negra que sueña con ser como Shirley Temple y tener los ojos azules. La literatura como espacio desde el que reivindicar es perfectamente entendido y formulado por autoras como Leonora Miano, camerunesa, cuya novela La estación de la sombra recrea el escenario de las etnias africanas que sufrieron el mercado de esclavos y las consecuencias sociales y psicológicas que sufrieron por ello.
Chimamanda Ngozie Adichie, novelista nigeriana, en su novela Americanah aborda el tema de la negritud:
A mis compañeros negros no estadounidenses: en Estados Unidos sois negros, muchachos (…) Queridos negros no estadounidenses, cuando tomáis la decisión de venir a Estados Unidos, os convertís en negros. Basta ya de discusiones. Basta de decir soy jamaicano o soy ghanés. A Estados Unidos le es indiferente. ¿Qué más da si no eráis “negros” en vuestro país? (pág 289)
Pero Chimamanda no se queda en la ficción: como ejemplo clarificador de la importancia de ser consciente de la violencia simbólica y de la comunicación que existe —por patente e imprescindible— entre la cultura y la política, presta su voz a la denuncia explícita y contundente en la charla TED El peligro de la historia única, vista ya por 15 millones de personas.
Como consecuencia de este proceso lógico de la evolución e imbricación entre literatura y política se encuentra el debate planteado actualmente en la cultura africana acerca de la necesidad de editar en las lenguas autóctonas y no en las del colonizador. Ejemplo de esto son la editorial Bakame de Ruanda y que publica en kinyarwanda y el sello editorial Céytu que lo hace en wolof. Porque la capacidad de nombrarse en el idioma propio y articular un imaginario que recupere la riqueza de la cultura africana ofrece también la posibilidad de erigirse como sujetos autónomos, al margen de la cooptación cultural que supuso la colonización y que afortunadamente en el discurso decolonizador de autores como Ramón Grosfoguel y Boaventura de Sousa ha encontrado el sustento político necesario. Sin olvidar el lúcido discurso de Achille Mbembe en su ensayo Crítica de la razón negra. Ensayo sobre el racismo contemporáneo. Este diálogo político y cultural aparece simultáneamente a la conversación establecida entre los propios afroamericanos y los ciudadanos de África, como necesaria práctica para observarse mutuamente, entenderse y reivindicar una revisión de la historia que no sea como siempre desde la colonización.
Que este diálogo es fructífero y enriquecedor nos lo atestiguan creaciones artísticas como “River”, de Ibeyi, que cantan en inglés, español y yoruba (Nigeria, Togo, Benin), y así también “This is America”, de Childish Gambino.

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Segundo ejemplo: Sol negro en la ciudad (Poesía sobre el colapso capitalista)
Ha llegado el momento de explicar cómo se concibe una obra literaria tomando como punto de partida el concepto de violencia simbólica y la opción política de revertir el proceso de naturalización de la violencia como elemento social vertebrador, y su legitimización a través de la cultura y el imaginario por medio de las representaciones de los modos violentos.

Género literario:
Poesía, en este caso ficción. La elección de la ficción es por la posibilidad que ofrecen los personajes relativa a integrar elementos intergeneracionales, dilemas éticos, diferentes etnias y prácticas culturales que el típico yo poético centrado sobre todo en una visión individualista y circunscrita a un solo espacio-tiempo no puede abarcar.

Elección de los personajes:
En la obra, el personaje principal, Aloe, es adolescente porque eso determina que aún no ha firmado el contrato social que sí define las acciones de los adultos, en este caso la madre y el padre, por lo que es la voz elegida para vocalizar una crítica total al sistema capitalista.
La madre y el padre son los elegidos para representar esa parte de la sociedad beneficiada del capitalismo que decide no cuestionarse el sistema.
Los personajes de Rania y su padre son los representantes de la parte subyugada del capitalismo y son los encargados de visualizar la hegemonía de una forma cultural sobre otra.
Cómo se relacionan estos personajes va a integrarse directamente en el relato, en la idea de interpelar la generación colapsante frente a la emergente.
Presentar un escenario de colapso sin hacer una referencia explícita a la violencia que puede surgir
…Porque en realidad no es necesario hacerlo. De todas las consecuencias que se pueden derivar de una disminución brusca de la complejidad, la violencia no tendría por qué ser una de las que mayor relevancia tengan en la vida de las personas. He preferido elegir las que puedan derivar en la trama del relato, a una acción-reacción: reformulación ética.
    1.    Disminución de bienes materiales, referentes a comida, objetos… Se hace una crítica explícita al consumismo y la reformulación ética viene dada por la opción de la reutilización de los bienes y por el trueque.
    2.    Disminución del acceso a la tecnología. Se constata la dependencia manifiesta con respecto a la tecnología y el peligro de que la mayoría de los soportes culturales sean digitales. La reformulación ética viene dada por un acceso a la cultura comunitario, compartido y de soporte no digital.
    3.    A la hora de incluir el evidente factor de tensión social opté por no hacer una referencia explícita a la represión violenta que podrían ejercer las instituciones en una situación así. La primera razón es que no aporta nada a la búsqueda de soluciones alternativas. La segunda razón es que la utilización de violencia representada lo que busca es la idea de inevitabilidad de la violencia.
Lo que sí se puede hacer es mostrar la inquietud y nerviosismo social por medio de las herramientas literarias (pág 46):
botas negras, no hay boca, hay rencor

hay brotes domesticados, comisuras sin lloriqueos

hay violetas arrancadas de los lechos
los rayos que palidecen son oferta desdeñada

y a partir de que se esparcen, se adhieren al barro
y lo poco que queda se respira de noche, bajito

como una luciérnaga, que no se asuste, que no se espante.
Plantear soluciones diferentes a las instituidas por el capitalismo
Quizá éste sea el elemento más importante de la obra.
 
El componer soluciones alternativas a las ofrecidas sistemáticamente por el capitalismo se torna indispensable. Sin este punto sería inútil la elección de personajes y el escenario. Es aquí donde se puede integrar el discurso político en sí mismo.
¿Qué soluciones se ofrecen e invaden el imaginario colectivo?
El superhombre, la supermáquina y el individualismo. Este mensaje está tan naturalizado que toda persona ante problemas graves espera el súper-invento que nos salve del cambio climático o de los efectos perniciosos de la contaminación o la llegada del líder político o social que nos guie hacia una superación del conflicto.
Frente a esto, lo que se plantea en Sol negro en la ciudad es la acción comunitaria como forma de resolución de problemas. Se plantea la opción de recoger de manera grupal los libros que hayan sobrevivido a la euforia de la tecnología, con dos intenciones: que no se manipule la memoria histórica de qué es lo que les ha llevado a esa situación —y ahí también entra en juego el rol de Rania como refugiada— y que se forme una base cultural para la nueva sociedad que está emergiendo con la ayuda de una lluvia de ideas. De hecho, el plantear la acción comunitaria deriva en una pérdida de importancia del individualismo porque se trabaja en la colaboración como vía para conseguir los bienes necesarios para la supervivencia y los soportes culturales. Y se revierte la opción de la supermáquina, ya que hay una propuesta de pensamiento conjunta que viene sustentada porque los sujetos pasivos formulados como tales en el capitalismo vía consumismo, dejan de serlo. Y es este hecho, la transición de personas que anteponen su individualismo y a las que se les otorga las soluciones sin pensar, a personas que deciden trabajar en comunidad para ellos mismos solventar los problemas, lo que más puede afectar la tarea como tal de la permanencia del capitalismo, sobre todo como referente cultural y no solo en su forma económica o política.
De que hay una pugna en el imaginario colectivo referente a cómo vamos a solucionar los problemas a los que nos enfrentaremos en el futuro, no hay ninguna duda: se sigue legitimando el uso de la violencia y la aparición de un héroe o un descubrimiento científico que asegure que podamos seguir consumiendo sin fin.
Pero lo que debemos tener muy claro es que a pesar de esta pugna, el imaginario no acata las mismas normas que obedecemos en el día a día. La parte esperanzadora es que cualquier persona, sea cual sea su origen o condición, puede entrar en el imaginario por medio de una idea brillante y llegar a la mente de miles de personas y cambiar su concepción del mundo. 
Es hora pues, de ponerse a pensar.

Fuente: https://www.15-15-15.org/webzine/2018/08/21/violencia-simbolica-y-accion-politica/ - Imagenes: Mapa de los EE.UU. con los colores de la bandera panafricana. Fuente: Wikimedia Commons. - The Old Plantation (anónimo). Fuente: Wikimedia Commons. - Portada del libro ‘Sol negro en la ciudad’. - Dibujo de portada: Emanuel Chamberlyn

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