El abecedario de la "Ecología Social"

Conocemos los estragos que el modo de producción capitalista y el productivismo causan en los ecosistemas: adificicación de los océanos, devastación de la biodiversidad del suelo, sexta extinción masiva, subida del nivel del mar, etc. 
 
Conocemos también las derrotas del siglo pasado en la resistencia al capitalismo: debacle mundial del comunismo de Estado, fracaso de las revueltas anarquistas, imposición definitiva del reformismo social. Carece de sentido seguir criticando la situación presente: hablemos más bien de cómo salir de ella.
El estadounidense Murray Bookchin, fallecido en 2006, es una de las figuras más relevantes de la ecología social. También es el “fundador” del municipalismo libertario (o comunalismo). Rechazando por igual tanto el mito de la gran revolución como el de que “cada uno haga su parte”, este proyecto de vocación revolucionaria y ecologista aspira a superar el marxismo y el anarquismo, reconfigurando la sociedad de abajo a arriba, comuna por comuna, a través de la democracia directa.


Un repaso de la obra de Murray Bookchin
Siglo XX: «Cuando escribía "Ecologia y pensamiento revolucionario", recuerdo haber señalado el efecto invernadero y sus consecuencias, previstas para dentro de unos siglos, sobre los casquetes polares, las perturbaciones en los ciclos hídricos, del nitrógeno, del carbono y el oxígeno (que reunía bajo la fórmula de “ciclos bio-geo-químicos”). Asimismo, señalaba los peligros del desequilibrio biológico y climático del planeta, la polución peligrosa del medio ambiente, desde el suelo hasta los alimentos que comemos; en fin, el empobrecimiento de la biosfera, que podría terminar produciendo, invirtiendo las leyes de la evolución, un mundo de menor complejidad, inadaptado a los mamíferos, a los vertebrados, en resumen, a toda forma de vida conocida. Nunca habría pensado, hace tan sólo veinte años, que cuando hablaba de siglos se trataba del siglo XX y comienzos del siglo XXI, que mañana era hoy y que la polución, calificada de peligrosa, nos conducía ya a la catástrofe».


Óxido de carbono: «Desde la Revolución Industrial, la masa total de óxido de carbono contenida en la atmósfera se ha incrementado un 25%. Existen sólidas razones teóricas para sostener que esta capa cada vez más espesa de óxido de carbono, impidiendo la dispersión de radiación térmica de la tierra, va a producir formas de perturbación atmosférica cada vez más peligrosas, y amenaza, con el tiempo, con provocar la fusión de los casquetes polares y la inmersión de grandes extensiones de la tierra. Por muy lejano en el tiempo que pueda parecer este diluvio, la modificación de la proporción de óxido de carbono con relación a otros gases de la atmósfera es una señal alarmante del impacto que el ser humano puede haber causado en los equilibrios naturales. […] Lo realmente importante es que el ser humano está deshaciendo el trabajo de la evolución de la vida»


Energía nuclear: «Si las pruebas de armas nucleares terminaran definitivamente, todavía confrontaríamos los peligros de larga duración creados por el uso pacífico de la energía nuclear. A diferencia de las débiles cantidades de energía que el ser humano necesitaba antes de 1940, la industria de la energía nuclear produce millones de curios de residuos cada año. […] Antes de crear nuevos centros de radioactividad y de añadirlos a los problemas actuales para tratar los residuos, haríamos bien en preguntarnos si todos los peligros ligados a la exposición de débiles dosis de radiación han sido estudiados, y si no hemos sopesado todas las alternativas a la energía nuclear».


Animales: «Nuestra violación de la naturaleza tiene raíces psíquicas muy profundas, que derivan en última instancia de un odio vengativo hacia las exigencias personales de vivir por parte de otros seres humanos. Por sus orígenes jerárquicos y patriarcales, la tradición occidental carece de empatía hacia los seres no humanos, así como hacia los individuos humanos. La huella de la historia es un montón de escombros, donde los cascotes de las ciudades, mezclados con maquinarias rotas y fragmentos de cuerpos esparcidos confusamente en una extensión de ruinas, constituyen el verdadero templo de la civilización. Lo menos que se puede decir es que los animales, en este panorama ruinoso, apenas reciben atención. Les vemos fundamentalmente como los fracasos de la evolución, de la que nosotros somos, sin duda, el apogeo. Les vemos como los desechos del progreso, como bienes que no existen más que para ser utilizados, a menudo con una crueldad monstruosa, para satisfacer nuestros fines más triviales». (The Radicalisation of natura)

Fuente: Fragmento de una nota publicada en : https://www.elsaltodiario.com/municipalismo-libertario/el-abecedario-de-murray-bookchin

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