La deforestación de Siberia a manos de aserraderos chinos crea tensión entre Moscú y Beijing

Alimentar el colosal apetito de China por la madera ha llevado dinero a la región, pero también ha ayudado a convertir a Rusia en el líder global de la deforestación, alimentando temores de que los pueblos aserraderos siberianos a la larga queden sin sustento. No sólo eso, sino que toda la manufactura de productos de madera de consumo se realiza en China, que ha restringido drásticamente la tala para preservar sus bosques restantes.

Por Andrew E. Kramer

Durante el verano en Siberia, los camiones salen retumbando del bosque colmados de alerce siberiano, pino silvestre y abedul con destino a aserraderos operados por chinos.
“Todo aquí es chino”, dijo Wang Yiren, supervisor de una operación maderera, apuntando a algunos de los cientos de aserraderos que en los últimos años han aparecido repentinamente a lo largo del Ferrocarril Transiberiano.
Cientos de aserraderos chinos han abierto en Siberia. Uno en Kansk (Emile Ducke paraThe New York Times).

Las exportaciones de madera rusas a China crecieron de 2,2 mil millones de dólares en 2013 a 3,5 mil millones de dólares el año pasado, según estadísticas comerciales rusas. De manera habitual, Rusia lidera el mundo en deforestación: unas 6.6 millones de hectáreas el año pasado, comparado con unas 3,7 millones de hectáreas perdidas en la Amazonia.
Los chinos, a su vez, reexportan parte de la madera rusa como muebles, puertas, pisos y otros productos manufacturados.
Aunque la fiebre de madera china ha estimulado economías locales en Siberia, también ha provocado resentimiento, subrayando la promesa y los peligros de un experimento económico con implicaciones mucho más allá de una sola región remota. Los gobiernos de Rusia y China, cada uno con su propia lucha contra Estados Unidos, prometen que se llevarán bien en un frente común contra Washington, pero la relación puede ser limitada.
Unos 100 aserraderos operados por chinos abrieron en los últimos 5 años tan sólo en Kansk, un centro de la industria maderera de unos 100.000 habitantes, según Irina Avdoshkevich, miembro municipal quien se opone a la inversión china.
Los chinos invirtieron en aserraderos para serruchar troncos y convertirlos en madera, pero no en un lado del negocio que antes era un pilar de la economía local: procesar virutas y aserrín para aglomerado, productos de aislamiento y otros artículos.
Los residentes de Kansk estaban particularmente molestos debido a que los nuevos inversionistas decidieron no reactivar la Planta Bioquímica de Kansk, una fábrica de la era soviética que producía etanol con base en virutas. Oficialmente, se usaba para propósitos industriales, pero también se consumía como una bebida local favorita conocida como vodka de aserrín.
“No tenía un sabor conífero”, aseguró Sergey Solovjov, un leñador. “Era alcohol puro. Le agregabas un poco de limón y eras un hombre feliz”.
En lugar de eso, bajo la administración china, el aserradero que había proporcionado la materia prima para el alambique permitió que crecieran los montones de aserrín. Se incendiaron en 2017 y el fuego se extendió por un área residencial, quemando más de 50 viviendas.
Avdoshkevich pidió a la Policía local y los bomberos, que responden al gobierno central de Rusia, que intervinieran, pero no hicieron nada para regular los aserraderos chinos, expresó. “Entendemos que necesitamos la inversión”, señaló. “Pero si decidimos ser amigos, debería ser parejo. Tú recibes algo, yo recibo algo”.
Varios operadores de aserraderos chinos dijeron que los rusos no deberían culparlos por las desventajas del auge siberiano de la madera. Después de todo, es el gobierno ruso quien establece las reglas para la tala.
Wang, que habla ruso con fluidez, comentó que emplea a unos 50 rusos.
“Esto durará otros 5 años, tal vez”, dijo del auge chino de la tala. “Luego los rusos se pondrán a pensar, y ellos también prohibirán la tala”.

© 2019 The New York Times - Imagen de portadas: Rusia taló 6.6 millones de hectáreas de bosque en 2018, exportando 3,5 mil millones de dólares en madera a China (Emile Ducke para The New York Times).

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