Antropocine. Sobre la película «Anthropoceno»

Hace unos diez años proyectábamos películas en un ciclo que se llamaba Pachamama se machuca. Si bien intentábamos que las funciones fuesen movilizadoras, trayendo invitados para el debate posterior, grupos de activistas o músicos, una de las proyecciones más shockeantes fue la de "Paisajes industriales" de Jennifer Baichwal. El actual documental Antropoceno, la época humana[1], en palabras más andinas, no sería otra cosa que la época de la antropo-machucadez de la Pachamama.

Demián Morassi 
 
En este documental, como en el primero de la serie, la narración tampoco es lineal, ni tiene una metodología de exposición clara como podrían ser los documentales de Yann Arthus-Bertrand que sigue un estilo académico al estilo de una monografía audiovisual. La comparación con el fotógrafo francés, realizador de Home, Planeta Océano y Terra, no es caprichosa, es casi necesaria. Ambos nos dan las imágenes que demuestran que el ser humano y, sobre todo, la industria afectan el paisaje o la geomorfología de maneras insospechadas y apabullantes. Ambos reflejan un interés científico sensible por demostrar cuál es el camino deprimente y perverso que venimos transitando desde hace siglos. Ambos se van a Norilsk, en Siberia, la ciudad más contaminada de Rusia. Entre ambos realizan una primera temporada de una serie documental sobre el antropoceno… Yo recomiendo empezar por la trilogía de Arthus-Bertrand y dejarse las de Burtynsky para la noche.
La película Antropoceno se apoya en las investigaciones del Grupo de Trabajo sobre el Antropoceno (AWG, por sus siglas en inglés) que luego de siete años de investigación concluyó que efectivamente estamos en una época geológica diferente al Holoceno que, siguiendo a Cutzen, denominan Antropoceno y que es acompañada por “la época humana” como subtítulo para evitar otras lecturas de campos de estudios diferentes. Pero esta base es sólo el puntapié para mostrar escenarios diversos de esta modificación geo-bio-climática, más que para contar los resultados de la investigación.
Narrativamente, la película está separada en bloques con títulos más sugerentes que expositivos: “extracción”, “terraformación” (como alteración de la superficie terrestre para las necesidades humanas), “tecnofósiles”, “antropoalteración” (anthroturbation, la alteración del suelo o la corteza terrestre por la actividad humana), “límites de frontera” (límites del potasio, fósforo y alteración en el ciclo del nitrógeno), “cambio climático” y “extinción” que a partir de uno o dos ejemplos junto a una polifonía de voces de entrevistados, nos moviliza en diversos conflictos, a esta existenciales, que están en juego en nuestra sociedad industrial.
Como en las anteriores películas, le da un valor especial al desplazamiento de personas, tanto para dejar sus tierras y pueblos por el avance extractivista como para irse a trabajar a ambientes indeseables, como el basural más grande de Kenia donde 6.000 personas minan en busca de recursos de intercambio, o en Francia, donde la mina a cielo abierto de carbón más grande del mundo destruyó ya cuatro ciudades y desplazó a cientos de agricultores.
Si bien estos elocuentes escenarios hablan por sí mismos a través de sus imágenes, hay algunos detalles argumentales que, sumados a las palabras de los entrevistados toman un camino no muy explorado en los análisis sobre la crisis ambiental. Hacen una llamada de atención sobre dos recursos asociados al arte escultórico que me resultaron llamativos y, a la vez, centrales, para entender por qué nos cuesta ver el ecocidio: estos recursos son el marfil y el mármol de Carrara. 
El primero sirve de inicio y cierre de la película, nos muestra cerca de diez mil pares de colmillos de elefantes incautados en Kenia y, en paralelo, a un delicado tallador de marfil en Hong Kong que, paradójicamente, cuando se está prohibiendo la venta de marfil de elefante comienza a trabajar con colmillos de mamuts recogidos en el permafrost siberiano, que —según el artista— incluso tienen mejor calidad. La cantera de mármol en Carrara, Italia, es la misma que sirvió a Miguel Ángel, la misma que ya explotaban los romanos hace más de dos mil años. Mármol y marfil, dos nobles materiales utilizados para que dedicados artistas puedan generar una belleza que cuesta encadernar, al verla, con la perseverante y milenaria destrucción de la que son fruto. Llegar de un hermoso smartphone al desierto de Atacama ¿sería casi lo mismo?
Pero también es una delicada obra de arte el trabajo cinematográfico de Baichwal, Burtynsky y De Pencier. A través de la composición y los colores de una toma aérea es muy difícil no deleitarse con esas minas de litio en Chile o disfrutar de la adrenalina del travelling en una moto-triciclo en la caótica Lagos (Nigeria). Pero, a diferencia del montón de monjes tallados en el colmillo de marfil, en esta película estamos ante una belleza angustiante, muy frágil en cuanto a placer estético, el necesario para atraparnos, conectarnos y ahí mismo quebrarnos y hacernos aflorar la capacidad de transformar esa imagen en metáfora, en reflexión o en conocimiento.
Si bien la discusión del término antropoceno aún no está cerrada, —especialmente en los campos de la geología (la IUGS aún no lo ha incluido en su línea cronoestratigráfica) y de la sociología (hay voces a favor de la denominación capitaloceno mientras seguimos usando modernidad para designar nuestra era industrial)—, la película da legitimidad audiovisual al concepto, aunque, al igual que los documentales de Bertrand deja de lado la mirada sobre un elemento más que importante: la energía atómica. 
Hago hincapié en este detalle ya que el Grupo de Trabajo sobre el Antropoceno, citado al inicio del documental, se encargó también de ponerle fecha al inicio del Antropoceno y, por cuestiones estratigráficas, han determinado que comienza en 1945 precisamente con los residuos radiactivos dejados por las bombas atómicas (comenzando con la prueba realizada en Nuevo México el 16 de julio de ese año), ya que los rastros de los residuos radiactivos del plutonio, tras los numerosos ensayos con bombas atómicas y los accidentes en centrales nucleares, han quedado como huella indeleble del cambio de época.
Está película quedará en las capas del registro de época, por ello este artículo intenta minar en su contenido y hallar algún que otro recurso valioso. Esperemos que en breve su circulación este a cielo abierto para explotar mejor sus perlitas.Notas
[1] Anthropocene: The Human Epoch (Canadá, 2018) es un largometraje documental creado durante cuatro años por Jennifer Baichwal, Nicholas de Pencier (cineastas) y Edward Burtynsky (fotógrafo).
Imagen de portada: amazonialatitude.com - sgerendask.com - Demián Morassi
Fuente: https://www.15-15-15.org/webzine/2019/10/02/antropocine-sobre-la-pelicula-anthropocene/

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