Desastre en Bangladesh: la crisis climática al desnudo

 

Los números son catastróficos: tras la peor inundación en veinte años, hubo casi un centenar de muertos, miles de desaparecidos, millares de hectáreas de cultivos sumergidas y millones de personas quedaron sin hogar en India y Bangladesh. Aunque las lluvias monzónicas son un fenómeno habitual de mayo a septiembre en esas regiones bajas en el delta del Ganges, su volumen no ha tenido precedentes. Con el desborde de casi todos los ríos y deslizamientos de tierra a causa de la escorrentía, hubo inundaciones relámpago con epicentro en los estados nororientales indios de Assam y Meghalaya, por una parte, y los distritos del noreste de Bangladesh, como Sunamganj y Sylhet. Al norte de este país, también sufren las consecuencias Lalmonirhat, Kurigram, Nilphamari y Rangpur. Por Valeria Foglia (Emergencia en la Tierra).

Se trata del segundo evento climático extremo en la primavera asiática. En mayo, antes del monzón, lluvias torrenciales por encima de la media causaron la muerte de más de ochenta personas, y nueve millones se quedaron sin hogar entre los dos países. La situación en India y Bangladesh, en segunda y octava posición en cantidad de habitantes a nivel mundial, se convirtió en una crisis humanitaria que dejó en evidencia quiénes pagan el costo de la emergencia climática. Los Gobiernos no solo escatiman recursos en las operaciones de rescate. También en la prevención de fenómenos que ya no son sorpresivos. Emergencia en la Tierra dialogó con Hossain Tareq, experimentado periodista bangladesí, y Sohanur Rahman, miembro fundador de Fridays for Future y coordinador ejecutivo de YouthNet for Climate Justice en Bangladesh.
A oscuras, sin comunicaciones ni efectivo, con carreteras y vías ferroviarias sumergidas y el agua a la altura del pecho, habitantes del norte de Bangladesh intentaban cargar sus pertenencias y ganado. Hubo decenas de muertos a causa de los rayos y los deslizamientos de tierra. Los más afortunados fueron rescatados por sus vecinos en botes improvisados, ya que los oficiales escaseaban y el acceso a las aldeas remotas era muy dificultoso.
“Varias razones están causando las inundaciones, pero la fuente principal son los desbordamientos de los principales ríos, como el Ganges, el Brahmaputra y el Meghna. La descarga de agua excede más que la capacidad de absorción de la bahía de Bengala”, explica el joven dirigente climático Sohanur Rahman.
Desde el distrito de Sylhet, Hossain Tareq, corresponsal de Ruptly, cuenta que en los últimos quince años “las inundaciones se han convertido en algo habitual en las partes norte y noreste” del país. La gravedad de las que tuvieron lugar desde mediados de junio, sin embargo, se debe a que se extendieron más allá de Sylhet, abarcando también el centro y el sur de Bangladesh.
El periodista enumera: “Manikganj, Feni, Netrokona, Jamalpur, Kishoreganj, Lalmonirhat, Munshiganj, Sunamganj, Habiganj y Shirajganj”.
Rahman admite que las “inundaciones erráticas” causadas por la crisis del clima “están generando preocupación entre la gente”. Esta “tercera ola” en el año hizo que un 80 % de Sylhet quede bajo el agua, y casi un 100 % en  Sunamganj, “algo que nunca se había experimentado en esa área”.  Las lluvias monzónicas estacionales, que suelen ser bienvenidas por los agricultores del sur de Asia, “han superado todos los récords anteriores” en Bangladesh, asevera Tareq. La nación, cuarta productora mundial de arroz, vio sumergidas decenas de miles de hectáreas de este cultivo. Rahman agrega que la vecina India, tercera en el ranking de emisiones de dióxido de carbono (CO2), también batió récords: Cherrapunji registró la mayor precipitación en ciento veintidós años.

Solo un 3 % de la energía en Bangladesh es de fuentes renovables | Infografía: Bangladesh Power Pathways.

Vulnerabilidad ante la crisis climática
Este país ribereño, casi a la altura del nivel del mar, está expuesto a desastres naturales como inundaciones relámpago y ciclones. El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) pronosticó que, si la crisis climática sigue a este ritmo, durante la próxima década un 17 % de los habitantes de Bangladesh deberán ser relocalizados.
Un trabajo reciente de científicos británicos y bangladesíes afirma que el mayor riesgo de inundaciones por ciclones se debe en gran parte al aumento del nivel del mar –entre 21 y 24 centímetros desde el período preindustrial– a causa del derretimiento de glaciares y capas de hielo. Así, las marejadas ciclónicas, inundaciones costeras que se forman cuando el viento eleva el agua por encima del nivel del mar habitual, llegan más “tierra adentro”. Los especialistas enfatizan que, para minimizar daños y pérdidas, es fundamental “predecir cómo los niveles más altos del mar podrían exacerbar las inundaciones provocadas por tormentas”.
Los ciclones son el mayor riesgo ambiental para países que bordean la bahía de Bengala, como India, Bangladesh y Myanmar. Más de 170 tocaron tierra desde 1877. Lo que varió en las últimas décadas es la intensidad. Aunque los superciclones, tormentas con vientos sostenidos de más de 220 km/h, revisten múltiples amenazas, en Bangladesh el impacto más peligroso es la marejada ciclónica.
En 1970 el ciclón Bhola causó la pérdida de más de medio millón de vidas. Desde entonces, cuenta Rahman, se profundizó la tendencia al aumento en la variabilidad anual de las áreas inundadas, particularmente desde los “trágicos años 1988, 1998 y 2004”.
El referente de Fridays for Future no duda de que la situación actual es “un evento extremo inducido por el cambio climático”, pero señala particularidades locales, de origen antropogénico, que potencian la vulnerabilidad y avanzan sobre las barreras naturales a las inundaciones. La rápida urbanización, en un país con ciento sesenta millones de habitantes, es una de ellas. Por un lado, porque crece la basura que afecta la capacidad de carga de ríos y lagunas. Por el otro, porque se rellenan humedales que “funcionaban como depósito para el agua de lluvia en terrenos inundables”, explica Rahman. El drenaje no es óptimo: se construyen caminos sin mucha capacidad de desagüe, las esclusas son demasiado pequeñas, hay sedimentación en las cañerías, a lo que se suman las represas cruzadas y las actividades de pesca. Tareq aporta otros ejemplos: desde la destrucción de colinas para levantar asentamientos a la proliferación de fábricas y hornos de ladrillos “en todas partes”.
Más pobreza
En Bangladesh la pobreza es extrema. Según datos de Oxfam, casi la mitad de la población vive con menos de un dólar por día. Las pérdidas económicas tras los recurrentes desastres naturales descargan aún más padecimientos en un país que, tras lograr su independencia de Pakistán en 1971, basó su economía en gran medida en la exportación de arroz, papa, maíz, caña de azúcar, mango, plátano y otros cultivos. Los hogares más pobres en la costa del sur de Asia no acceden “a pronósticos de buena calidad, capacitación en respuesta a desastres y refugios resistentes para tormentas”, explican los investigadores en Climate Resilience and Sustainability. Y esto pese a que el costo de establecer centros de pronóstico que brinden información para anticipar ciclones es mucho menor que el de los daños en poblaciones vulnerables. El ciclón Yaas, que azotó India y Bangladesh entre el 25 y el 29 de mayo de 2021, está quinto en el ranking de desastres climáticos más costosos según la ONG Christian Aid: tres mil millones de dólares. Además, la agudización de los impactos ambientales hace que el número de refugiados climáticos en Bangladesh aumente “a un ritmo cada vez mayor, con un promedio de dos mil personas que vienen de áreas rurales a urbanas todos los días”, apunta Tareq.
En primera línea

Tareq tiene un pasado como scout y voluntario. “Desde mis días como estudiante”, relata tras una semana recorriendo barrios y refugios. Como periodista, Tareq sabe que su lugar es “junto a las personas afectadas”. En sus redes sociales comparte fotos donde se lo ve con niños y jóvenes en barrios sumergidos o escuelas habilitadas para quienes debieron huir con lo puesto junto a sus familias. Según Unicef, un millón y medio de niños corren peligro de morir pr ahogamiento y desnutrición o sufrir enfermedades transmitidas por el agua. No es la primera cobertura de desastres para Tareq: desde 2002, cuando se inició en el periodismo, fue cronista en inundaciones previas en Sylhet y Satkhira; incendios como el de Nimtali en 2010, la fábrica textil Tazreen Garments en 2012 y el de Churihatta en 2019, además del colapso del edificio Rana Plaza en 2013. “Creo que la única manera fácil de llegar a todo tipo de personas es a través de los medios de comunicación”, reflexiona.
Las tareas de rescate se vieron dificultadas por las lluvias continuas, que impidieron que el agua retrocediera. Al despliegue del Ejército, la Armada, el Servicio de Bomberos, la Guardia Costera, la Guardia Fronteriza, la Policía y otras fuerzas, Tareq suma la solidaridad organizada por la juventud: “En cualquier desastre en Bangladesh, los jóvenes siempre están al lado de las personas afectadas, arriesgando su vida para ayudar”. Rahman, por su parte, opina que “los grupos comunitarios locales, incluidos los jóvenes activistas climáticos afiliados a Fridays for Future, han llenado el vacío” de una ayuda “inadecuada” por parte del Gobierno de la Liga Awami, que se recuesta sobre los esfuerzos privados. “La desesperación entre las víctimas es tal que un hombre murió después de ser herido en un empujón mientras intentaba recoger provisiones de socorro arrojadas desde un helicóptero de la Fuerza Aérea el 21 de junio”, grafica el referente. “El grito de los afectados es cada vez más fuerte”.

                    Agricultura flotante | Foto: Nature-based Solutions Bangladesh.

Adaptación a la bangladesí
Rahman, con una trayectoria de varios años en el movimiento climático, aconseja estar preparado para eventos extremos y equilibrar el desarrollo con el ambiente y la naturaleza. En Bangladesh, diques y terraplenes construidos en las costas para evitar que se filtre el agua de mar ya no dan abasto, con ciclones más intensos y marejadas de hasta tres metros.
La restauración de los manglares, biomas formados por árboles muy resistentes y tolerantes al agua salada, es clave: además de almacenar cuatro veces más CO2 que otros bosques, protegen las costas contra la erosión del suelo y amortiguan las inundaciones.
Como refiere Abu Siddique en Mongabay, el Gobierno bangladesí y la ONG Friendship, con ayuda de la población local, han emprendido la plantación masiva de al menos cinco especies de estos árboles y sus raíces entre el mar y los terraplenes en los distritos de Satkhira, Khulna y Bagerhat, en el suroeste del país. Para mantener esta barrera en el futuro, las comunidades recogen las semillas que flotan y las plantan a lo largo de los terraplenes. No es la única medida de adaptación a la crisis climática y la escasez de alimentos. Con el inicio del milenio, el país le dio otro valor a la tradicional práctica de la agricultura flotante, originada en los humedales del centro-sur. Con los jacintos de agua –una especie exótica– y otros materiales, en distintas áreas inundadas de Bangladesh se hacen balsas flotantes en las que se crían plántulas y cultivan vegetales durante los meses del monzón.
El beneficio evidente de esta técnica sin agroquímicos es que permite la continuidad de la agricultura cuando toda la tierra cultivable esté inundada. Una vez que el agua retroceda, las plántulas pueden ser llevadas a la tierra inmediatamente.
Las medidas de adaptación no serán suficientes en un escenario de business as usual. La dramática experiencia en Bangladesh anticipa la fisonomía que pueden adquirir las regiones susceptibles a la suba del nivel del mar y las tormentas ciclónicas. Millones pagan con hambre, migraciones forzosas y hasta la muerte la persistencia del modelo de energía fósil y extractivismo instalado en las entrañas del capitalismo. Como dice el movimiento climático: “Alzá tu voz, no el nivel del mar”.

El periodista Hossain Tareq en el distrito de Sylhet.

Fuente: https://www.anred.org/2022/06/29/desastre-en-bangladesh-la-crisis-climatica-al-desnudo/Imagen de portada: Foto: Mahmud Hossain Opu | AP Photo.

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