Asidero ante el colapso

Nuestra identidad se ha construido en torno a un discurso liberal. Alrededor de él aparece la opción del laicismo individualista. Esta opción depende de la existencia de un Estado. ¿Pero qué pasará cuando todo colapse? En ese momento ya no habrá pensiones ni servicios públicos, el individualismo será un camino condenado al fracaso. No habrá posibilidades para quienes no formen comunidad.

José Manuel Font


Un modo de construirla son las creencias metafísicas. Habrá gente que crea en el aura o en energías, y que no forme parte de ningún conjunto, pero la mayoría de las personas con sentimientos espirituales se organiza formando grupos religiosos. Es muy probable que aquellos que son hegemónicos hoy, dominen la futura estructura social ante una situación de colapso civilizatorio. Serán algo a lo que agarrarse. Es sobradamente conocido que esos grupos basan sus ideas en valores muy conservadores. El problema de las religiones es el contenido y no el continente, que fomenta estructuras sociales solidarias. Hace falta una nueva religión que sea atea/agnóstica, feminista, antirracista, ecologista y aliada de los movimientos LGBTIQ+.

Las personas participan de manera insuficiente en asociaciones, en sindicatos o en partidos (aunque sean socias, estén sindicadas o afiliadas), en tanto que lo hacen de forma multitudinaria en celebraciones religiosas. Baste ver las manifestaciones religiosas de la Semana Santa sevillana o la aglomeración de personas que se producía (antes de la pandemia de la COVID-19) en la aldea de El Rocío, en Almonte (Huelva), con motivo del traslado de cierta imagen sagrada, así como diversas muestras de fervor en diferentes religiones viejas, de las que somos testigos por televisión y que se producen en todo el mundo.
Al construir una nueva religión habría que potenciar las connotaciones de comunidad, grupo o apoyo que tiene esa palabra y eliminar otras como dogma, Dios o fe. El heteropatriarcado es algo que ha caracterizado prácticamente a todas ellas y cuando se formaron las viejas, era todavía más fuerte que hoy, de modo que consideraron un gran pecado las relaciones homosexuales y fomentaron visiones horribles de las mujeres libres, con el mensaje de que solo podían ser buenas si se comportaban como muñequitas manejadas por los hombres.
Las personas que no respondemos a lo que el sistema patriarcal esperaría de nosotras tenemos que ser más fuertes, y para ello debemos dejar atrás el individualismo exacerbado que ha marcado los últimos años. Debemos estar más organizadas, al menos tan bien como la gente conservadora, que se encuentra todos los fines de semana en sus diferentes templos (aunque a los lugares de culto no solo acude gente conservadora).
Las religiones, si bien es cierto que están perdiendo fieles en muchos lugares del mundo, no van a desaparecer. Confiemos en que pronto sí lo haga la asignatura de Religión en los centros de enseñanza públicos del Estado español, pero hay algo que hace que las religiones sigan siendo útiles, y es que tienen una dimensión social tan extensa y aceptada como actualmente no aporta ninguna forma mayoritaria de laicismo. En muchas ocasiones, han conseguido mejorar la organización de los sectores más conservadores de la población aunque en algunas partes del mundo también han sido el soporte de quienes son más pobres y viven en peores condiciones. En los templos se han dado muchos discursos reaccionarios, se han encontrado las personas para planear sus acciones y se ha concretado fecha y hora para ejecutar planes.
La religión hegemónica en nuestra cultura es el cristianismo, con un relato que narra —como de sobra es conocido— el modo en el que Dios, que se había revelado a la humanidad ya en el judaísmo, se encarna en hombre (y no en mujer) para limpiar nuestros supuestos pecados. En la versión más ecuménica del cristianismo, Dios se habría revelado en los diferentes países del mundo a través de sus diferentes religiones. Pero pensar en un dios revelándose a todas las civilizaciones del universo y encarnándose en una persona en algunas de ellas parece tan increíble como irrisorio.
Lo mismo que ocurre con la vieja leyenda palestina sucede con el varias veces milenario mito hebreo, el vetusto relato mahometano o la antiquísima historia hindú. Puede que hace más de mil años consiguieran explicar la realidad pero ya no. Solo tenemos a la ciencia para ir explicando parcelas de ella.
En los tiempos en los que reinaba la ignorancia, cuando se sabía poco del mundo y del universo, las viejas religiones teístas tenían mucho peso en la interpretaciòn de la realidad. Hoy, que conocemos más el mundo y empezamos a conocer el universo, ya no pueden explicarla.
Eran muchas las preguntas sobre la vida, la muerte, la naturaleza o el universo. La religión hindú podía resolverlas hace casi cuatro mil años, la judaica hace más de tres mil años, la cristiana hace alrededor de dos mil años y la islámica hace más de mil años. Pero hoy estas religiones están desfasadas. Sobre todo en lo tocante al trato hacia las mujeres y hacia las personas disidentes sexuales y de género.
Suena más lógico seguir una religión que se origine tras el conocimiento de los límites de la ciencia moderna que seguir religiones que fueron inventadas hace miles de años. Ahora sabemos mucho más que entonces de matemática, física (incluída la astrofísica), química, biología, geología y geografía (física y humana); podemos explicar la naturaleza, así que la idea de Dios ya no es necesaria. Además, la creencia en dioses es claramente antropocéntrica: se fomenta la idea de una entidad superior que, aunque no es humana, sí que es parecida a nosotros/as más que a hongos, plantas o a otros animales.
En una situación de colapso de las instituciones, es probable que las religiones sean algo a lo que se aferre la gente para sobrevivir. Por eso necesitamos una nueva, acorde con los valores contemporáneos de la no discriminación.

Mi propuesta es la Congregación del Infinito, una religión atea/agnóstica no dogmática, en la que el concepto de fe no es lo importante, válida también para deístas, panteístas o para quienes deifican fuerzas de la naturaleza. Una religión basada en el feminismo, el antirracismo, el respeto a disidentes sexuales y de género y, al ser conscientes de los límites del planeta y de la relación de interdependencia entre la naturaleza y las personas, también en el ecologismo. Una religión centrada en el desarrollo del sentimiento de comunidad, en la que la gente se reunirá en asambleas.
Las religiones suelen usar unos símbolos. Esta se podría representar por la curva lemniscata (el símbolo de infinito), y debo confesar, que el recurso a este concepto yace en una creencia personal que no es necesario adoptar para participar de esta religión.
Yo estoy convencido de que, al habitar un espacio-tiempo infinito, terminamos por volver a ocurrir una y otra vez, sin principio ni final. Pienso que antes del Big Bang hubo otro universo y antes otro más, en tanto que habrá otros en el futuro, en alguno de los cuales sucederíamos de nuevo. Esto, que es una creencia irracional, es lo que me hizo idear la Congregación del Infinito.
En caso de sufrir grandes carencias, como ya sucede en una gran parte del planeta, es fácil que las personas vuelvan su vista hacia las religiones. En nuestra mano está ofrecer una alternativa real para que no lo hagan hacia ninguna de las viejas.

     Imagen: Ariadna Uve

Fuente: https://www.15-15-15.org/webzine/2021/04/22/asidero-ante-el-colapso/ - Imagen de portada: Xoana Abraira

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