Aquellas que nos cuidan
Cuartiche es una palabra que, aunque no aparece en el diccionario, yo escuché desde pequeña en la casa de mi abuela. Ella, mis tías y todas nosotras, las primas de la generación que nacimos en ciudades lejos del pueblo, la usábamos para denominar un lugar pequeño, tan oscuro que hizo falta ponerle una luz. Un cuarto que se creó aprovechando el hueco que quedaba debajo de la escalera para subir al piso de arriba y en el que se guardaban objetos cotidianos: el carro de la compra, los abrigos de usar todos los días, los paraguas, la plancha y todo lo que, no teniendo un lugar fijo para quedarse, no podía estar “por medio”.
María González Reyes
Cualquiera de la familia que entraba a la casa con algo en las manos lo guardaba allí el rato que permanecía dentro. Era, también, un lugar para esconderse cuando éramos pequeñas. Mi madre denomina cuartiche a un sitio de características similares que está en otra casa. Las palabras pertenecen a lugares que no necesariamente son espacios físicos, forman parte de lo que somos, de nuestra identidad más profunda.
Mi abuela decía que no entendía por qué no se había inventado un idioma común para que todas las personas del mundo nos pudiéramos entender. Pero, a la vez, creo que comprendía que no se puede imponer a nadie que utilice un idioma diferente al que aprendió cuando comenzó a expresarse hablando. Que las palabras que usamos nos configuran, forman parte de lo que somos, de nuestra identidad, que recogen nuestra manera particular de llamar a las cosas.
El mundo está lleno de lugares donde el colonialismo, en sus distintas formas de opresión, trata de borrar las palabras de culturas que tienen una cosmovisión que les hace comprenderse como una parte más de los ecosistemas. Idiomas que usan las personas que viven pegadas a la tierra y a la vida de todo lo que les rodea.
Robin Wall Kimmerer narra en Aprendiendo la gramática de lo animado que decidió aprender el idioma nativo de sus antepasados, el potawatomi. Un idioma de los que han tratado de borrar. Cuenta que cuando su abuelo era pequeño, a las niñas y niños indios los metían en internados del Gobierno donde les prohibían hablar su lengua materna. Ahora ya quedan muy pocas personas que sepan hablar este idioma. Una de las ancianas que lo conserva dijo: “No es solo las palabras lo que se perderá, el lenguaje es el corazón de nuestra cultura, alberga nuestros pensamientos, nuestra forma de ver el mundo. Es demasiado hermoso para ser explicado en el inglés”.
En algunos idiomas nativos el término para “plantas” se traduce como “aquellas que nos cuidan”. Dice Kimmerer que “en potawatomi, y en la mayoría de otras lenguas indígenas, usamos las mismas palabras que usamos para nuestra familia cuando nos dirigimos al mundo viviente. Ese mundo viviente es también nuestra familia”.
La palabra cuartiche ha ido pasando de una generación a otra en las personas que hemos habitado esa casa de mi pueblo. Quizás sea el momento de inventar otras que nos hagan comprender nuestra dependencia de la naturaleza, que nos permitan denominar a las plantas como lo que son: “aquellas que nos cuidan”.
Fuente: https://www.elsaltodiario.com/vida-ya/que-nos-cuidan