¿Para qué tanta violencia?

Una de las cosas que me gusta de trabajar con adolescentes es que hacen muchas preguntas. Todavía no han perdido esa capacidad de dejar que los interrogantes se les escapen de la boca sin pensar mucho más allá de sus ganas de encontrar una respuesta. A veces las preguntas son difíciles. Las más interesantes no se pueden responder con un “sí” o un “no”. Son preguntas que ayudan a pensar y que acaban casi siempre en compartir reflexiones en voz alta. Algunas preguntas no tienen respuesta.

María González Reyes

Ayer, hablando sobre Palestina, una alumna dijo: “Yo lo que me pregunto es, ¿para qué tanta violencia?”. Cuatro palabras que me dejaron pensando mucho tiempo después de que se acabara la clase.
Por la noche me puse a buscar textos que hablasen de movimientos antimilitaristas y pacifistas. Trataba de encontrar una respuesta a esa pregunta de mi alumna. Saber para qué. Encontré más grupos de los que ya conocía. Muchos de ellos impulsados por mujeres.
Las mujeres han sabido organizarse en los territorios de la vida. Son ellas las que la recomponen entre los escombros después de un bombardeo. Las que improvisan tendederos sobre las cenizas queriendo abrirle, a codazos, el paso. Son ellas las que mejor saben usar la sabiduría de las redes. Las que conocen que existen otras lógicas diferentes al golpe frente a los conflictos.
Entre las cosas que leí había un texto de Petra Kelly que decía: “Hay una relación clara y profunda entre militarismo, degradación ambiental y sexismo. Cualquier compromiso con la justicia social y la no violencia que no señale las estructuras de dominación masculina sobre la mujer será incompleto”.
Esto no responde exactamente el “¿para qué tanta violencia?”, pero da muchas pistas.
Creo que para conseguir que las y los adolescentes tengan respuestas ante esta barbarie (y también las que dejamos la adolescencia hace tiempo) es necesario hacer más preguntas. Muchas preguntas. Preguntar, por ejemplo, como decía Joan Báez: “Si es natural matar, ¿por qué los hombres tienen que adiestrarse para aprender cómo?”. Preguntar: “¿qué te ayudaría a sentir seguridad, a no tener miedo, si fueses palestina o palestino? ¿Y si fueses israelí? ¿Qué te permitiría no sentir odio hacia la otra comunidad que habita el territorio? ¿Qué podemos aprender para resolver conflictos de la forma de hacerlo de las mujeres?”.
Preguntar si lo único que queda es asistir por las redes al genocidio o si todavía hay un hueco para la paz.
Ojalá que en la respuesta a la pregunta “¿para qué tanta violencia?” encuentren que siempre hay una oportunidad para la paz. Lo contrario sería rendirse.


Fuente: https://www.elsaltodiario.com/vida-ya/tanta-violencia   -  Imagen de portada: Torre de vigilancia en el muro de la vergüenza, en Belén. ÁLVARO MINGUITO

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