El suicidio de la agricultura brasileña

La formidable deforestación de los territorios está acelerando los efectos del cambio climático en el continente, quitándole a la agricultura uno de sus insumos vitales: el agua… El desarrollo del poderoso sector agropecuario de Brasil ha generado la transformación del gigante sudamericano, partiendo de ser un importador neto de alimentos para convertirse en una de las potencias exportadoras mundiales de granos, frutas y carnes. Un indicador inequívoco de este poderío es el valor de las exportaciones, que supera los 140 mil millones de dólares anuales.

Ivan Brehaut

Sin embargo, esto no ha salido gratis. La deforestación masiva ha tenido un importante coste para el ecosistema brasileño que ha alimentado la crisis climática que trae catastróficas sequías, inundaciones gigantescas y enormes incendios, a lo que se suma ahora al ciclo de El Niño. Las perspectivas para el sector en los próximos años son altamente preocupantes.
El boom gigante del agronegocio

La historia de esta revolución productiva empezó hace casi 50 años y ha generado profundas transformaciones sociales y económicas, como el boom económico en algunas zonas rurales y la creación de nuevos empleos vinculados a este sector.
El impacto económico de las actividades agropecuarias es decisivo. Brasil lidera a nivel mundial en la producción y exportación de café, así como en la producción de caña de azúcar, soja y naranjas, entre otros productos. El sector agrícola representa aproximadamente el 7% del valor anual agregado al Producto Bruto Interno de Brasil, con un nivel de crecimiento constante. La inversión, la enormidad del territorio del país y el acompañamiento político en torno a estas actividades son factores que han confluido para generar este importante logro de la economía brasileña.
Casi el 8% de su territorio, de más de 8,5 millones de kilómetros cuadrados, se dedica a la agricultura, lo que lo convierte en un importante productor de granos, como cereales, legumbres y cultivos oleaginosos. En 2021, la producción nacional de cultivos contribuyó con más de 743.000 millones de reales (unos 147,300 millones de dólares) a la economía brasileña.
El valor de las exportaciones vinculadas al sector agropecuario es vital para la economía de Brasil
La producción de soja lidera la agricultura en Brasil, aporta casi la mitad del valor total de la producción de cultivos en el país. Este cultivo ha experimentado un crecimiento constante, lo que ha llevado a Brasil a convertirse en el principal productor mundial de soja, superando a los Estados Unidos. En el 2022, Brasil produjo 152,000,000 toneladas métricas de soja, dejando atrás a los Estados Unidos con sus 118,266,000 toneladas métricas, ambos muy por encima de Argentina, tercer país productor de soja con 49,500,000 toneladas métricas.
Además de la soja, el maíz y la caña de azúcar son cultivos que contribuyen aproximadamente con el 16% y el 10% del valor total de la producción agrícola brasileña, respectivamente. La producción de maíz y caña de azúcar también son importantes para la agricultura brasileña, ya que son cultivos utilizados para la alimentación humana y animal, y para la producción de biocombustibles.
Además, la caña de azúcar que se utiliza como fuente del popular endulzante, como materia prima principal en la producción de alcohol etílico, es decir, etanol combustible, lo que la convierte en un cultivo estratégico en las exportaciones agrícolas de Brasil. El país ha sido reconocido internacionalmente por el crecimiento continuo de su industria de biocombustibles desde la década de 2000.
El sector ganadero también desempeña un papel crucial en la agricultura brasileña y los productos cárnicos son la segunda categoría más importante en términos de valor de exportación después de la soja, además es una fuente básica de proteína animal, y representa el 20% del valor total de la producción agrícola brasileña. Aunque ha habido una aparente disminución en el número de bovinos sacrificados en Brasil en los últimos años, la cría de cerdos ha mostrado un aumento constante, superando los 56 millones de cabezas en 2022. Sin embargo, el segmento más significativo de la crianza de animales para consumo masivo es la producción de aves de corral, con una proyección de sacrificio de más de seis mil millones de pollos de engorde en 2022.
De acuerdo con las cifras del Banco Mundial, los principales productos exportados por Brasil en el 2021 fueron:

Fuente: Banco Mundial

Como muestran las cifras, el valor de las exportaciones vinculadas al sector agropecuarias es vital para la economía de Brasil. Sin embargo, la bonanza agraria brasileña podría tener los días contados. La enorme deforestación de los territorios del gigante sudamericano está acelerando los efectos del cambio climático en el continente, quitándole a la agricultura uno de sus más importantes insumos: el agua.
Los ríos voladores también se secan
Apenas hace unos días los titulares de importantes medios como Diálogo Chino y AP daban una vez más la alerta respecto a los efectos de los tres años de sequías en Brasil y el nuevo reto que enfrentarán los agricultores con la llegada del Fenómeno de El Niño.
Sin embargo, de acuerdo con las investigaciones de Luciana Gatti y su equipo del Instituto Nacional de Investigación Espacial de Brasil (INPE), el modelo de agricultura brasileño podría estar yendo directamente al colapso. La deforestación en Brasil, que tuvo un impresionante y funesto incremento durante el gobierno de Jair Bolsonaro, no solo permitió un enorme crecimiento de las áreas dedicadas a la minería y agricultura. La galopante deforestación también ha alterado de manera muy sensible los flujos de humedad en el país, lo que haría que los pronósticos de lluvia en las principales zonas agrícolas de Brasil muestren cambios intensos.
Como han referido numerosos estudios previos y los desarrollados últimamente por el INPE, la deforestación está acelerando los efectos del cambio climático en Brasil, ya que está reduciendo la capacidad de los bosques para absorber carbono, y está contribuyendo al aumento de las temperaturas y la ocurrencia de eventos climáticos extremos. Hace unos días, el proyecto MapBiomas publicó un estudio en el cual afirma que todos los países amazónicos mantenían una superficie de agua de 26.2 millones de hectáreas en 2022, pero en el periodo de análisis (2000 al 2022), se perdieron un millón de hectáreas. Los países de Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Guayana Francesa, Perú, Surinam y Venezuela han experimentado nueve años consecutivos de reducción en la superficie de sus cuerpos de agua.
En una reciente entrevista, L. Gatti indicó que “Con lo que hemos aprendido en el lado Este de la Amazonia, la deforestación lleva a un cambio de la condición climática, que luego genera estrés para la selva, que deja de funcionar como lo venía haciendo. Hoy una parte importante de la Amazonia que estaba sana está dejando de serlo a causa de las acciones humanas. Eso muestra cuán nocivo es para la propia continuidad de la selva el proyecto de usar tierras amazónicas para aumentar el área agrícola”.
Los ríos voladores se secan con la deforestación ya que los árboles no liberan la humedad que almacenan en el aire, lo que reduce las precipitaciones en las zonas agrícolas.
En efecto, según los estudios del INPE, durante 2019 y 2020, dentro del periodo de Bolsonaro, el área agrícola creció en casi 70% al anularse en la práctica los controles estatales y la protección de las tierras forestales públicas, incluidas las áreas protegidas. En ese periodo las emisiones de GEI aumentaron más de 120% y la deforestación más del 60%.
El mecanismo de deforestación en la Amazonia brasileña es similar al que se da en los demás países de la región. Esta se da mediante masivas incursiones de “grilleiros” que son el primer eslabón en la cadena que lleva las selvas a convertirse en pastizales. Estos pastizales, finalmente son menos rentables que los sembríos de soja, lo que hace que al final de la cadena, los bosques se vuelvan campos de soja.

Una tormenta atraviesa los campos de monocultivo de maíz en el estado de Mato Grosso, Brasil, en Mayo 2022 | Francesc Badia i Dalmases

Lo que los estudios recientes mencionan, como el publicado por Argemiro Teixeira Leite Filho en el 2021 en la revista Nature, es que con cada aumento del 10% en la deforestación, la cantidad de lluvia anual disminuye aproximadamente 49,2 mm por año. Los ríos voladores se secan con la deforestación ya que los árboles no liberan la humedad que almacenan en el aire, lo que reduce las precipitaciones en las zonas agrícolas.
El suicidio de la agricultura
El fenómeno que ya afecta a la agricultura de Brasil es muy sencillo. Sin lluvias o con periodos de lluvias mucho más intensos, fuera de lo que son los regímenes regulares de precipitación, las plantas como la soja, el maíz o la caña, no prosperan. Con la escasez de lluvias las plantas no desarrollan y bajan notablemente su producción afectando los ingresos para los agronegocios; con una humedad superior a la acostumbrada, el riesgo de plagas y enfermedades, como la roya de la soja, son mucho mayores. Prevenirlas o atenderlas reduce también sustancialmente las ganancias.
De acuerdo con Gabriel Quijandría, Vicepresidente de UICN para Sudamérica, la evidencia científica es cada vez más contundente en señalar que la alteración del régimen de lluvias en la Amazonía está vinculada al cambio climático global y a la deforestación que es impulsada por la colonización con fines agrarios. “Es imposible pensar en un desarrollo sostenible para sudamérica si no establecemos una estrategia que preserve los procesos ecológicos fundamentales de la región.”
En 2019, una cuarta parte del sur de la Amazonia brasileña –en los estados de Acre, Amazonas, Rondônia, Pará, Tocantins y Mato Grosso do Sul– ya había alcanzado el límite crítico de reducción de las precipitaciones debido a la pérdida de bosques. En algunas regiones, la reducción de las precipitaciones debido a la deforestación ya ha comprometido el 48% del volumen total de precipitaciones anuales. Considerando que la gran mayoría de las tierras agrícolas de Brasil dependen de las lluvias, las consecuencias de la alteración de las precipitaciones es una amenaza real para la economía brasileña.
¿La solución está en las ciudades?
Una de las tesis desarrolladas por especialistas del Banco Mundial es que la solución para reducir la presión sobre la Amazonía es que las ciudades aumenten su productividad y competitividad. Efectivamente, un documento de políticas publicado en noviembre del 2022 sugiere que “el débil crecimiento de la productividad en los sectores urbanos de Brasil, en particular la manufactura y ciertos servicios, socavan el progreso económico y aceleran la deforestación”.
Los autores, Marek Hanusch y Joaquim De Souza, explican el fenómeno:
“Aunque es una simplificación, esto es evidente en los datos básicos: cuando la productividad total de los factores aumentó en Brasil, la cubierta forestal aumentó. El final del último superciclo de precios de las materias primas redujo aún más la productividad y la deforestación volvió a aumentar. La creciente deforestación es consistente no solo con una aplicación más laxa de las leyes de protección forestal, sino también está impulsada por factores económicos. De hecho, los dos pueden reforzarse mutuamente: a medida que aumenten los beneficios económicos de la deforestación, es probable que aumente el cabildeo a favor de controles más laxos para proteger las selvas”.
El caso de Brasil es un elocuente ejemplo de cómo los sectores económicos están articulados y cómo el deterioro de las condiciones económicas de un país puede derivar, finalmente, en la destrucción de sus bosques y de todo su ecosistema

Fuente: https://www.opendemocracy.net/es/suicidio-agricultura-deforestacion-brasil/ - Imagen de portada: Casi el 8% del territorio brasileño, más de 8,5 millones de km2, está dedicado a la agricultura | Ricardo Funari/Brazil Photos/LightRocket via Getty Images

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