“Nunca en la historia pusimos en peligro los ecosistemas como lo hacemos ahora”

Sandra Díaz, una de las científicas argentinas más influyentes a nivel global, analiza la manipulación humana sobre la naturaleza, sus consecuencias en la biodiversidad y el impacto en los sectores poblacionales más vulnerables: Con el principio de abordar la problemática del cambio climático desde una esfera mayor de crisis ambiental general y de comprender a la naturaleza y a los seres humanos como un entretejido histórico inseparable, Sandra, bióloga, investigadora del Conicet y reconocida por Thomson Reuters como una de las científicas más influyentes del mundo, subrayó en esta entrevista el alerta sobre la deforestación, el avance de las fronteras agropecuarias y la reducción de los bosques nativos; y aseguró que las consecuencias ecológicas y sociales no las pagan quienes se benefician con la actividad sino todos aquellos que no participan de “la fiesta”.


Entrevista de: Damián Fresolone

 
–Hablás de una crisis ambiental general para entender, entre otras cosas, el cambio climático, ¿a qué te referís y qué problemáticas abarca?
Sí, el cambio climático global, el deterioro acelerado de la biodiversidad, la contaminación del agua, el aire y los suelos, a la escala que los estamos viendo, no son independientes. Son en realidad síntomas diferentes de un mismo modelo de apropiación de la naturaleza y de vincularnos con el resto de los humanos. Un modelo donde prima la obtención de un máximo provecho inmediato por sobre el bien común. Y cuando digo bien común me refiero a los otros seres humanos que viven hoy, las generaciones futuras y también el resto del mundo viviente. En este modelo, muchas de las consecuencias ecológicas y sociales de la industria, el transporte y los sistemas de alimentación, son lo que se llama “externalidades”, es decir, no las paga quien se beneficia con la actividad, sino “algún otro” que no participa de las ganancias.
–¿Quiénes suelen ser esos “otros”?

Los vecinos, los otros usuarios del agua, la gente que respira el aire contaminado o que vive en zonas inundables o climáticamente vulnerables, la población de los países más pobres, las otras especies con las que compartimos el planeta. Todos quienes no participan de “la fiesta” y, sin embargo, deben ocuparse de los platos rotos. No se tiene en cuenta que muchas de estas actividades, del modo en que hoy se realizan, atentan directamente contra los bienes ambientales comunes y, por lo tanto, contra la salud humana en el sentido más amplio. Generan desigualdad económica, desigualdad social, desigualdad en la posibilidad de tener una buena salud, una vida digna y plena o, simplemente, una vida.
–Hacés hincapié en que “la naturaleza, la biodiversidad y los seres humanos no son elementos disociados”, ¿por qué? ¿Creés que esta narrativa no es inocente?
Efectivamente, el modelo predominante los presenta claramente separados. Hay quienes conciben la naturaleza simplemente como un stock de recursos a ser explotados sin más, como algo puesto ahí solamente para nuestro provecho y dominación. Otros veneran la naturaleza, pero la ven como el paraíso terrenal que perdimos y al cual la única manera de proteger es aislarlo completamente de toda influencia humana. Ambas concepciones en el fondo comparten esta idea de separación. Este modelo es muy antiguo, se lo suele atribuir al iluminismo, asociado con el surgimiento de la idea de supremacía del ser humano por el resto de lo vivo. Pero lo que toda evidencia científica nos dice, cada vez más claro y desde más vertientes, es que hay un entretejimiento entre todos los seres vivientes, incluidos, por supuesto, los humanos. Hay conexiones estrechas y antiguas que, para bien o para mal, no podemos eliminar.
–La mutación ambiental impulsada por el accionar humano no es algo novedoso, ¿dónde ubicás su origen y sus picos?
Se la podría ubicar en el origen mismo de Homo sapiens y muy posiblemente antes, con la caza, el uso del fuego, el favorecimiento de ciertos animales o plantas por sobre otros. Los seres humanos siempre modelamos nuestro entorno. Lo que pasa es que, a lo largo de la historia, damos “saltos” en nuestra capacidad de manipulación. Suelen mencionarse grandes saltos en los siglos XV y XVI, con la expansión de las potencias coloniales sobre el Nuevo Mundo y con la Revolución Industrial. En los últimos 50 años se produjo otra vuelta de tuerca, con una aceleración muy grande en la explotación de la naturaleza, el comercio y las comunicaciones mundiales.
–¿Cuáles son las acciones humanas en la actualidad que en nombre del “progreso y el desarrollo” más te preocupan?
A nivel mundial y en los últimos 50 años, las acciones que más impacto generaron son aquellas vinculadas a los cambios en el uso de la tierra y las zonas costeras, la explotación selectiva de animales y plantas (como la pesca, la caza, la tala selectiva de árboles valiosos) la contaminación, el cambio climático y las especies exóticas invasoras, más o menos en ese orden. Por supuesto, según la zona, el orden cambia. En América Latina el principal factor, por lejos, ha sido el cambio de uso de la tierra; por ejemplo, la deforestación y el avance de las fronteras agropecuarias.
–¿Qué datos cuantitativos te alarman y, a la vez, sirven para concientizar sobre la problemática de la crisis ambiental?
Con respecto al clima no hace falta ahondar, los eventos extremos están en los medios de comunicación constantemente. Con respecto a la biodiversidad, tres cuartos de la superficie de los continentes y dos tercios de la de los océanos tienen huellas humanas muy importantes. Un cuarto de las especies de animales y plantas más conocidos están amenazadas con la extinción; si extrapolamos esto a todas las especies que existirían en el planeta, alrededor de un millón estarían en algún riesgo de extinción. Nunca antes en la historia humana habíamos puesto en peligro los ecosistemas del modo en que lo estamos haciendo ahora. Lo que en el pasado eran epidemias, es decir, afectaban regiones o continentes, ahora, con nuestra ayuda, se pueden transformar en pandemias y afectar a casi todo el planeta.
–Mencionabas la amenaza en animales y plantas, ¿qué variedades están en riesgo en nuestro país y creés que tienen poco conocimiento en la población general?
Entre las plantas, una especie emblemática que está prácticamente extinguida en Córdoba es el quebracho colorado, explotado a vasta escala entre el siglo XIX y la primera parte del siglo XX. Entre los animales, de casi cuatrocientas especies de mamíferos presentes en el país, hay alrededor de cien amenazadas: el tatú carreta, el mono aullador rojo, el jaguar, el pecarí quimilero y el huemul, solo por mencionar algunas. Por supuesto, ninguna de ellas está desapareciendo porque sí, sino que son un síntoma de que los ecosistemas que las contienen, todas las redes de relaciones vivas que las sostienen, también están desapareciendo. La Argentina registraba hasta hace muy poco una de las tasas de deforestación más altas del mundo. En Córdoba, por ejemplo, la cobertura de bosques nativos pasó de representar el 30 por ciento de la superficie de la provincia al 3 por ciento en menos de un siglo. El hecho de que en este momento haya bajado, se debe fundamentalmente a que cada vez queda menos bosque.


https://carasycaretas.org.ar/2023/12/18/nunca-en-la-historia-pusimos-en-peligro-los-ecosistemas-como-lo-hacemos-ahora/

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