Gambia, un país engullido por el plástico

Muy dependiente del mar y de su río, el país más pequeño de África está sucumbiendo en su lucha contra el plástico, presente en playas y parajes naturales: Serrekunda (Gambia) // Todo el que entra en el vertedero de Bakoteh, el más grande de Gambia, saluda a Mustapha Kanyi, que gesticula para devolver el cumplido e intercambia unas palabras con alguno. “Por aquí tienen que pasar todos los que se ganan la vida en este lugar. Hay unos 30 trabajadores fijos y otros 200 que vienen y van, que aprovechan para hacer más cosas en otras partes del país”, dice. Está sentado en una silla de plástico bajo una lona que lo protege de un caluroso sol. Un mar de plásticos que comienza a sólo unos metros de donde se encuentra se aleja en el horizonte, tanto que ni siquiera puede atisbarse el final. “Soy el encargado de este basurero desde hace seis años, aunque en realidad el lugar abrió hace ya casi cuarenta. Hemos evolucionado; antes, por ejemplo, no teníamos paredes. Ahora todo el vertedero, que consta de unas 18 hectáreas, está rodeado de ellas. Las levantaron en 2020”, prosigue.

José Ignacio Martinez Rodriguez

El vertedero de Bakoteh se encuentra en Serrekunda, la ciudad más grande de Gambia y situada a unos 10 kilómetros de Banjul, la capital. Gambia es el país más pequeño de África, sin contar los Estados insulares, y su población apenas alcanza los 2,7 millones de personas. Ubicado en el oeste del continente, está completamente envuelto por Senegal salvo por su salida al Atlántico, y su territorio flanquea el río con el que comparte nombre, que cruza la nación de punta a punta hasta que desemboca en el océano. Además, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) lo sitúa como el vigésimo país más pobre del mundo. Casi el 50% de la población gambiana vive bajo el umbral de la pobreza: la renta per cápita anual es de 2.390 dólares para los hombres y de apenas 1.790 para las mujeres.
Gambia es un importador neto de plásticos. Las estimaciones de Naciones Unidas muestran que llegan al país 1,6 millones de kilos de plásticos anualmente. Por si fuera poco, aquí se producen diariamente una media de 702.000 kilos de residuos sólidos municipales, de los cuales el 9% son plásticos, y alrededor del 84% de ellos se gestionan de forma inadecuada; las comunidades no tienen otra opción que abrir basureros informales para quemar desechos, a menudo en lugares sobrepoblados, lo que provoca problemas de salud, contaminación del río, de sus afluentes y de su bosque de manglares y pérdidas económicas.
En el vertedero de Bakoteh, que es legal, Kanyi da algunas cifras que confirman el desastre: “Cuando lo abrieron, alrededor no había casas. No vivía nadie. Ahora sucede lo contrario: hay colegios, viviendas… El 90% de los chavales del barrio tienen asma. Pero estamos haciendo cosas para solucionarlo. Ya no se hacen tantos fuegos, hemos habilitado dos caminos, uno de norte a sur y otro de oeste a este, para controlar las llamas…”.
Kanyi afirma también que plásticos y neumáticos abundan en el vertedero por encima de cualquier otra cosa. “Llegan barcos llenos de ruedas desde Europa o China y al final acaban todos aquí. Podemos recibir unos 1.000 todos los días, pero quemarlos resultaría muy tóxico. En el vertedero habrá ya unos dos millones. Hemos enterrado la mitad, aunque sabemos que tardan en descomponerse hasta 1.000 años. Hay poco más que podamos hacer nosotros”, dice.
Cuenta también que decenas de personas acuden a diario a Bakoteh en busca de metales con los que hacer negocios, pero que a otros materiales resulta más complicado encontrarles una segunda vida o una nueva actividad lucrativa. “Nadie ha mostrado interés en reciclar bolsas o neumáticos. Sería bueno dar con alguien que pueda sacarle algún provecho a eso, pero de momento…”, se resigna.
La reina del reciclaje
Pese a que Yahya Jammeh, el exdictador que gobernó Gambia con mano dura durante más de dos décadas (llegó al poder en 1994, fue depuesto en 2016 y tuvo que huir a Guinea), impulsó varias normas legales, como el Reglamento Antibasura de 2008 o una ley de 2015 que obliga a fabricantes a ser responsables de la recuperación y el reciclaje de bolsas de plástico, la escasez de recursos ha provocado que las iniciativas locales hayan funcionado mejor y hayan aglutinado un mayor número de reconocimientos.
Quizás, la más famosa haya sido la impulsada por la activista Isatou Ceesay, conocida coloquialmente como la Reina del Reciclaje, quien nació en 1972 y con sólo 17 años ideó un movimiento que hoy permite generar ingresos a unas 350 mujeres de su pueblo vendiendo productos realizados con materiales desechados. “Mi padre era un refugiado de Mali. Sólo le daban los trabajos más duros, así que mi familia tenía aquí muy pocas oportunidades. Entonces me pregunté: ¿qué puedo usar para ganar dinero? El plástico”.

Ceesay pensó que coger el plástico abandonado y transformarlo en carteras o cestos para venderlos en los mercados podía ser una buena idea. “Mucha gente creía que no iba a tener éxito y no me tomaba en serio. Pero fui ganando dinero y la cosa cambió“, cuenta. Fue la semilla de la que surgió WIG (Women Initiative Gambia por sus siglas en inglés), la ONG que hoy preside Ceesay. “Los hombres querían que sus esposas dependieran de ellos, así que nosotras empezamos formando a mujeres locales. Íbamos a los vertederos para buscar materiales que fueran susceptibles de ser reconvertidos en algo valioso. Las compañías que generan el plástico lo hacen sólo por negocio; nadie piensa en la gente que vive aquí”, añade.
El éxito de Ceesay ha sido incontestable. Su método ha sido reproducido en diferentes países, en 2012 fue galardonada con el premio The International Alliance for Women Difference Maker en la capital de Estados Unidos, diversos organismos de todo el mundo han apoyado sus iniciativas y su historia ha sido llevada a un cómic con el título One Plastic Bag. Pero Isatou Ceesay cree que todavía queda mucho por hacer y que a la lucha contra el plástico y los desechos en Gambia todavía le queda mucho recorrido.
Ya ha puesto en marcha sus dos nuevos proyectos: carbón a partir de residuos orgánicos para combatir la deforestación y la confección de compresas de tela con materiales sostenibles. “Algunas niñas, cuando tienen la regla, reciben burlas de sus compañeros y están una semana entera sin acudir a clase. Hablé con los sastres y ese es nuestro siguiente objetivo, que las adolescentes tengan la posibilidad de mejorar su higiene de forma sostenible y sin que suponga un desembolso excesivo para ellas”, concluye.
Importancia del mar
Si en la tierra se pueden ver plásticos con cotidiana facilidad, en las playas y aledaños la situación no dista mucho de ser diferente. Y el mar tiene una vital importancia para los gambianos. Con una superficie acuífera de 2.100 kilómetros cuadrados y 70 kilómetros de litoral, sus recursos pesqueros son abundantes y necesarios para buena parte de la población, pues el aporte proteínico del pescado supone un plus para los habitantes de un país demasiado dependiente de la agricultura y donde el 30% de su población padece malnutrición.
“Yo diría que la contaminación con plásticos es uno de los mayores problemas en Gambia; daña el ecosistema marino, los microplásticos acaban dentro del pescado y daña mucho a las plantas”, afirma Musa Bojang, biólogo local de 31 años, activista climático y líder de Gunjur Youth Movement, una organización que lucha por proteger la biodiversidad de Gunjur, importante zona costera, y a la gente que vive de ella.
La situación de las costas gambianas es, en realidad, una radiografía de lo que sucede en el resto del mundo. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) estima que los océanos engullen anualmente ocho mil millones de toneladas de desechos de plásticos y que más de un millón de especies marinas mueren cada año debido a esta contaminación.
En Gambia, la corriente de agua dulce del estuario del río atrae, sobre todo, a sábalos y sardinelas para su alimentación y desove, aunque no son los únicos animales en sufrir, pues en las riquísimas reservas de aves que colindan las playas resulta demasiado frecuente ver diferentes pájaros rebuscando entre bolsas y botellas de plástico. Finaliza Bojang: “Vamos a colegios de primaria y secundaria para concienciar a los alumnos e intentamos sensibilizar sobre la importancia del mar. También organizamos batidas de voluntarios para recoger desechos de nuestras playas. Pero creo que, en Gambia, de momento, no se tiene mucha capacidad para acabar con este problema”.

Fuente: https://climatica.coop/gambia-pais-engullido-por-el-plastico/ Imagen de portada: Garcillas bueyeras sobre un suelo de plásticos en la Reserva de Aves de Tanji. José Ignacio Martínez Rodríguez.

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