Colombia: El suicidio, otra forma de genocidio contra el pueblo Embera

La situación del pueblo Embera Chamí de Colombia, fue una de las primeras denuncias que realizamos como A Planeta ahora hace tres años, en abril del 2020. Estos años se han caracterizado por el presunto Proceso de Paz, la pandemia y ahora por un nuevo gobierno que da esperanzas pero cuyo proceso va a ser muy lento. 

Mientras, el presunto Proceso de Paz no incluyó a todos los agentes armados, y mucho menos a los que guardan un vínculo con el poder, con el Estado o con oligarcas. Igualmente, la pandemia sirvió tristemente para desarticular y facilitar la expansión del control de algunos de estos grupos en zonas con poca presencia estatal como el Chocó colombiano. Esta situación está resultando imposible para los pueblos indígenas, quienes son víctimas de la invasión de su territorio, de fuego cruzado, de los efectos que se sufren en cualquier guerra. O forzados a tomar bando, o como últimamente, a unirse a las fuerzas rivales, al ELN (Ejército de Liberación Nacional) o las AGC (Autodefensas Gaitanistas de Colombia) también conocidas como el Clan del Golfo. Así, sus resguardos, los territorios que en teoría deberían estar protegidos, se convierten para ellas en jaulas de las que no pueden escapar.
En esta situación, la única solución que han encontrado muchas personas de este pueblo ha sido la más desesperada y drástica, el suicidio. En lo que va de año 22 personas pertenecientes al pueblo Embera se han suicidado. Llama la atención que la mayoría son mujeres y que también muchos menores: de esos 22 suicidios 15 son mujeres y 7 menores de edad. Esos siete se suman a otros 50 niños y niñas suicidados se 2019 a 2022. El año pasado (30 de abril de 2022) causó conmoción el suicidio en Bojayá (Chocó) de una niña, Eva, de tan solo ocho años, que se quitó la vida para no ser reclutada por las AGC. Las AGC son un grupo paramilitar, que se ha extendido a lo largo del río Atrato, el Medio San Juan y los Baudós que se imponen por medio de la violencia y la presión a las comunidades. Están constituidas por ex-militares.

La situación también afecta al pueblo embera del departamento vecino de Risaralda. Como nos explica la embera y lingüista Adriana Walker «Los jóvenes prefieren suicidarse, antes que ser reclutados por grupos armados. La unidad de víctimas tampoco han sido muy eficientes para lograr ayudar a personas de estas regiones que llegan desplazadas a cabeceras municipales o a ciudades como Pereira, Medellín, o Manizales, en búsqueda de un lugar para vivir. Las instituciones como defensorías, alcaldías y otros entes tampoco tienen clara la ruta diferencial con enfoque étnico. El problema se lo tiran a las organizaciones indígenas y sino practican desalojos. Es muy dolorosa la situación de mis hermanas y hermanos Ēmbērã».
Adriana también nos contaba de una familia entera asesinada. Solo sobrevivió la abuela y una nieta y un nieto.Viven desplazados en Pereira y la abuela sobrevive ahora de vender collares que hace su nieta.
A estas causas debemos sumar la violencia machista, con la violación como forma más violenta y traumática. Sin duda una razón que explica el porqué muchas de las personas suicidadas son mujeres. También fue hace tres años cuando denunciamos otro caso que causó indignación en Colombia con protestas replicándose en todas las ciudades colombianas por el secuestro y violación de una niña embera por militares – Dai kakua uadaibayu («nuestro cuerpo se respeta»). Aquella violación no fue excepcional, sino que fue más notoria por su dimensión, por ser 7 personas las que la cometieron y pertenecer a una institución estatal, y tener ésta ademas, en teoría, la función de salvaguardar la integridad y derechos de los y las ciudadanas. Se correspondía a una agresión histórica que sufre el pueblo embera, como otros pueblos indígenas, y en especial sus mujeres, como mayor expresión del racismo y colonialismo que han padecido.
Como añade Adriana Walker «muchos de los suicidios de mujeres también se deben a las violaciones sistemáticas por parte de actores armados en estas regiones a mis compañeras,  pues hay una invisibilización de eso. Porque siempre hay una condición de que las Indias son las que provocan a los soldados, a los paramilitares o a la gente de allí. Entonces las instituciones, al circunscribir solamente suicidio como un tema de enfermedad mental, están invisibilizando, de alguna manera también racializando los discursos, cuando te están diciendo que una persona violada por qué se va a suicidar».
Obviamente, estamos ante otra forma del mismo genocidio que han sufrido estos pueblos autóctonos, y también, debido al gran numero de mujeres que optan por tan drástica fórmula, ante otra forma de feminicidio. Infanticidio. Etnocidio.
La misma Adriana Walker añade otro elemento a la ecuación como es el desplazamiento, resultado de la misma acción y presión de grupos armados en territorios embera, en los resguardo y su necesidad de abandonar dicho territorio. A ello se añade la indaptación y el racismo inherente en la sociedad colombiana, que añade más leña al fuego. «Está el desalojo, el despojo de la tierra, que para nosotros la tierra es muy importante como emberas, porque cuando nos arrancan de la tierra es como cuando literalmente arrancas a una planta: si la sacas de su hábitat la planta se muere», explica Walker a A planeta. «Ir a engrosar cinturones de miseria de las grandes ciudades; que los chicos y las chicas también se dañen… son muchos factores que no se pueden simplemente limitar desde la institucionalidad a enfermedades mentales».
«Nosotras en este momento estamos muy preocupadas también en Risaralda y en Caldas, porque este suicidio también está llegando también a nuestros espacios, casi siempre de chicos y chicas desplazadas que llegan a este territorio. Cuando llegan acá se encuentran con esa otra visión que es como la de la colonización paisa que es muy abrasadora, muy arrasadora y también es muy fuerte. Entonces chicos y chicas que normalmente no tenían tan clara esa noción de de ser indios o de ser feos desde el punto de vista de la estética, llegan acá y se confrontan y es muy duro. Es muy difícil ese trabajo. También darse cuenta de que habían sido vulnerados también por el contacto con otras instituciones indígenas que ya están un poco más avanzadas», prosigue la activista embera.
«Cuando se dan cuenta que habían sido violentados toman noción de qué tan grave fue la violencia, porque estando en los territorios hay también una normalización. Es cuando están acá que se dan cuenta de eso, y es una crisis muy profunda. Yo te puedo decir que el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, las defensorías, las personerías, las alcaldías y todos los que deberían de encender las alarmas de las rutas no lo hacen, porque no lo saben hacer. Nosotras tuvimos compañeros katios desplazados aquí, y es tanto el desconocimiento que ellos creen que los en embera katio hablan como los embera chamí y son dos grupos totalmente diferentes. Si bien son embera, la nación embera son cinco pueblos. Entonces al final todo el problema nos lo tiraron a la organización aquí en Ríosucio y ellos no tenía competencia con estos compañeros, porque también hay unas reglas. Se hizo todo lo posible, pero lo que quería el alcalde y los demás era que le quitaran los niños a las mamás. Y nosotros decíamos «cómo le van a quitar a los niños si es que ellas no les están dando maltrato, son desplazados, necesitamos saber en qué condiciones vienen de esta parte del Baudó». Hay un desconocimiento de nosotros muy muy serio y también hay unos atropellos por parte de la institucionalidad que se tira la pelota uno con otros y no hacen mucho».

Desplazadas embera (Foto: Personería de Juradó /servindi.org)

«Nosotras en general no hablamos de enfermedad nosotros hablamos de desarmonías. Entonces, cuando en los territorios entran organizaciones que están causando desarmonía, que están talando los bosques, que están cazando los animales, que están violentando las comunidades, los territorios también se desarmonizan. Y al desarmonizarse el territorio llegan con ellos todas las condiciones que son lo que ustedes, los kajuma, los kapunía (no emberá) llaman enfermedad. Entonces nosotras también necesitamos sanar el territorio porque si no lo sanamos y no volvemos a tener el espacio donde están los jais, que son los espíritus guardianes, vamos a seguir enfermando y el pago va a ser la vida de los compañeros más jóvenes», concluye Walker.
Gabriel Marrugo, Embera Chamí del municipio de Riosucio y a la organización CAMIZBA (Cabildo Mayor Indígena de la Zona del Bajo Atrato) se encuentra estos días en Europa intentando difundir la situación que atraviesa su pueblo y recaudar fondos con los que hacer frente a proyectos indispensables con los que hacer frente al aislamiento al que están sometidos.
En un artículo sobre el tema en EL COLOMBIANO, Paulina Mesa Loaiza informa:
«Lo cierto es que la guerra parece sofocarles la vida, la cultura y hasta la espiritualidad. Para Hugo Neth, comisionado de la juventud regional y quien hace parte de la mesa indígena, la comunidad ya no puede caminar libremente como lo hacían antes, no pueden buscar alimento y están sometidos al confinamiento extremo o a al desplazamiento forzado. En ese sentido, la gravedad del asunto es que los pueblos se están separando y “así ya no nos podemos comunicar con la naturaleza y estamos perdiendo todo lo que tiene que ver con la cultura, la forma de vestir y de pensar. Ya no tenemos tanta espiritualidad para protegernos”, explicó Hugo Neth. Atentiendo a ese llamado, la Defensoría ha lanzado por lo menos 6 alertas en lo corrido del año para que las autoridades competentes brinden el acompañamiento necesario a estas víctimas del conflicto que, en palabras de Hugo Neth, ya no saben qué hacer porque “cada día se suicidan más, esto parece una pandemia”. Según la entidad, los casos de suicidio se han registrado en seis municipios del departamento: Bojayá, Alto Baudó, Quibdó, Bahía Solano, Bagadóy Lloró.»

Fuente: https://aplaneta.org/2023/04/25/el-suicidio-otra-forma-de-genocidio-contra-el-pueblo-embera/

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