Argentina: El presidente trol

Los discursos del presidente Javier Milei nos tienen acostumbrados a la polémica. Decenas de expertos suelen desmenuzar sus aseveraciones simplonas y equivocadas sobre la historia económica argentina que no resisten ningún chequeo riguroso. Se augura mucho trabajo para los fact-checkers en los próximos años. Sin embargo, un discurso político debe ser examinado según sus objetivos y contextos, y no únicamente por su contenido. Por más que repita los caballitos de batalla, revestidos de teoría económica, que pregonó como economista y panelista de televisión antes de saltar a la política, Milei ya no es un comentador o un académico. Es un presidente que intenta afirmarse políticamente a través de la comunicación y su estilo es una mezcla de divulgador-evangelizador y trol.

Por Silvio Waisbord

Es, por una parte, un profeta autodesignado de la vulgata de la libertad de mercado, una secta económica a prueba de evidencia histórica o refutación. Se percibe como experto en teoría económica que viene a salvar a la Argentina (y quizás al mundo) de monstruos políticos e ideológicos. Después de pronunciar sus greatest hits en Davos -que sus admiradores y compañeros de ruta nacionales y globales, como Elon Musk y Donald Trump, apoyaron con júbilo- está en transición posible y deseada de ser profeta en su tierra a profeta mundial.
Por otra parte, Milei encarna el perfil del trol influencer en sintonía con la cultura digital actual. Los troles humillan a otros, adversarios y cualquiera que se cruce. Son provocadores que disfrutan insultar y menospreciar. Trafican en ironías y sarcasmo que reflejan sentirse superior a sus blancos.
El trol político no toma el escenario para persuadir, movilizar, criticar, y rebatir. El trol no es una continuación de la demagogia u otros estilos clásicos del discurso público. Su génesis es diferente. Es una criatura particular del mundo digital cuya marca registrada es incitar, tratando de herir sensibilidades y mofarse del resto, con una mueca de satisfacción del deber logrado. 
Una especie particular son los emblemáticos troles de la extrema derecha mundial, como el mismo Musk, Ben Shapiro y tantos otros que circulan por “medios sociales”, grupos de chats, estudios de televisión, y otros espacios. Pareciera que su mayor placer es own the libs – expresión norteamericana que se refiere a ridiculizar o derrotar a los “liberales” (léase izquierda). Convencidos que están en una guerra cultural, todos los días se levantan para enrostrarle a la progresía diversa que son ingenuos, débiles, absurdos, y tontos. Sus blancos predilectos son quienes pugnan por la expansión de derechos – feministas, gays y queers, ecologistas, anti-racistas, y migrantes. Insisten en “cantarles las cuarenta” a tanta gente, lo cual probablemente les genera golpecitos de dopamina y satisfacción personal. Apelan al humor burlón y el guiño cómplice con el propio palo político, en un nivel de calidad similar a la cháchara pueril de vestuario masculino. Abrevan en el lenguaje que mezcla jocosidad y bullying propio de la manesfera – sitios digitales que congregan hombres que se quejan del feminismo, defienden la “masculinidad” y expresan la misoginia sin barreras.
Milei se ubica en este territorio y estilo comunicacional. Como otros líderes globales del populismo conservador (Trump, Rodrigo Duterte, Jair Bolsonaro, Viktor Obran), Milei cultiva el arte trol de insultos, exabruptos y pretendidas bromas. Actúa el personaje de transgresor que habla “auténticamente”, como supuestamente la gente de a pie, cerrando sus alocuciones con un resonante “carajo”. No solamente ridiculiza a keynesianos y otros economistas que no comulguen con sus fetiches intelectuales Murray Rothbard, Ludwig von Mises y Friedrich Hayek. Hace lo mismo, con tono amenazante, con periodistas, activistas, y políticos en medios sociales y presentaciones televisivas. Esto es preocupante considerando que el acoso verbal digital por parte de líderes de opinión es una expresión violenta, que estigmatiza e incita a sus seguidores a hacer lo mismo. Es una expresión que puede tener efectos violentos. 

El trolismo es un elemento esencial en la comunicación política de la reacción conservadora contemporánea. No es un accesorio. La diversión y el sarcasmo son herramientas imprescindibles en la revolución contra el wokenismo que, en su visión, domina los medios, la cultura, las universidades, la política, las empresas, y el mundo. El wokenismo se refiere despectivamente al movimiento que apunta a criticar y concientizar sobre prejuicios sociales, injusticias y discriminación.
¿Por qué el trolismo es esencial? Por pragmatismo político y valor comunicativo. Insistir con las virtudes, reales o míticas, del mercado desregulado y la bondad capitalista como estrategia de persuasión tiene un techo comunicacional y político. Difícilmente movilice pasión de multitudes, embrujadas por el magnetismo sensual del monetarismo y otras abstracciones económicas. ¿Quiénes dan la vida por la ley de oferta y demanda en el mercado libre? ¿Qué muchedumbre se autoconvoca para defender a la Escuela Austriaca de economía? 
En cambio, apelar a temas socio-culturales tiene mayor tracción comunicativa. Docenas de movimientos de masas modernos demuestran que cultivar y azuzar identidades personales y colectivas es central a la política. “Combatir” a “enemigos” cuyo objetivo es disolver estilos de vida, valores morales, y posición social, moviliza sentimientos fuertes y medulares. La retórica política exitosa se conecta con sentimientos ligados a anclas identitarias – nación, religión, raza, género, sexualidad, familia, etnia, salud.
El trol exitoso agita emociones. Por más que tenga ínfulas intelectuales, no juegan de analistas finos y reflexivos sobre cómo bajar la inflación o generar empleo. Esto difícilmente atraiga multitudes digitales. En cambio, el trol puede lograr enormes audiencias y generar clics con otros artilugios retóricos. Provocar, degradar, gritar, revolear insultos, usar lenguaje deshumanizante, revestido con toques de humor y sátira.
Los troles son herederos del griterío y las ofensas de los programas de paneles televisivos, con una pretensión de inteligencia y certeza ideológica. De tener la razón frente a la gilada. De hacerla enojar socarronamente, mostrando que ya no se puede hacer un chiste. De torear a quienes no toleran la incorrección política y piden la cancelación. Su único propósito es producir reacciones inmediatas: atención, estupor, escándalo, aplausos, críticas.
De ahí que Milei se sienta cómodo en dos registros: analítico y emocional. Disfruta tanto criticar al socialismo e ideologías afines con verborragia técnica, como humillar y provocar a quienes piensan diferente sobre sus temas predilectos. Twitter (rebautizada X) le viene como anillo al dedo, especialmente en la era Musk, ya que redujo la moderación de contenidos y privilegia expresiones reaccionarias. Es una plataforma donde Milei y otros líderes políticos dan rienda suelta a su parresía –la expresión honesta y franca, sin filtros-. Se presenta como natural y sincero, como un especialista económico devenido salvador de la patria que se atreve a desenmascarar el “poder cultural marxista”, el feminismo y otros fantasmas que recorren el mundo.
El estilo comunicacional de Milei es señal de los tiempos que corren. No solo acuñó términos instalados en la jerga política argentina, como “la casta”, “motosierra” y “viva la libertad, carajo.” Es más que el autor de latiguillos; maneja los códigos del trolear, acción comunicativa de la época actual.
Tal como lo demostró Trump, ser trol-presidente es un imán irresistible para la prensa. Atrae cobertura periodística. Se convierte en tendencia digital. Dispara conversaciones en chats. Entusiasma y exaspera. Una simple vulgaridad o expresión fuera del libreto clásico de la comunicación pública provoca una tormenta de dichos y contradichos. En la batalla constante por la atención pública, con tantas distracciones, ser trol suma audiencias. Hasta puede ser considerada una virtud estratégica. ¿Quién necesita conferencias de prensa con intercambios civilizados, debates con políticos estáticos detrás de podios, o discursos ampulosos en la plaza cuando se tiene acceso instantáneo a plataformas digitales sin cortapisas, filtros, o preguntas incómodas?
Aunque trolear sea inmensamente popular, gobernar no es trolear. Insultar, amenazar o deshumanizar pueden cosechar atención y clics, incluso puede ayudar a prevalecer en una elección política. Gobernar, sin embargo, demanda diferentes prácticas comunicativas – negociar, persuadir, presionar, componer, acceder, empatizar, sumar voluntades. 
Aquí radica la ambigüedad de la cultura trol para la democracia. Es libertaria-democrática en tanto significa expresión sin barreras, sin guardarrieles normativos – todo vale, nadie debería censurar. Encaja con la visión del mismo Hayek, para quien nadie tiene el monopolio de la verdad y que los hechos deben competir en el mercado libre de ideas. El problema es que el trol no tiene interés por la verdad o dialogar con otros. Su único propósito es menospreciar y agredir, ganar las pequeñas y olvidables batallas de X/Twitter y cosechar “me gusta” y pulgares en alto.
La democracia precisa dialogar y acordar entre intereses diferentes, más que tirar injurias o sentirse satisfecho por provocar a otros en Internet. Con su autoconvencimiento de tener ideas perfectas y su sentimiento de superioridad, el trolismo no solamente es antagónico a la búsqueda de la verdad. Es un estilo comunicacional que choca con las necesidades de gobernar, especialmente un país polarizado, que urgentemente precisa negociaciones y acuerdos básicos. 

Fuentes: Revista Anfibia - Arte: Juan Fuji -  https://www.revistaanfibia.com/milei-el-presidente-troll/
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El Índice de Casta del Gobierno de Milei


La idea de Casta ha sido utilizada por Milei para criticar duramente a la clase política en Argentina. Su argumento se basa en lo siguiente: desde hace años han gobernado siempre los mismos, y ellos son los responsables del desastre actual que vive el país. A partir de esta tesis, prometió en campaña acabar con la Casta para poder cambiar la Argentina.  Es por ello que desde CELAG DATA hemos querido comprobar si ha cumplido con su promesa electoral o si, por el contrario, se trataría de un fraude electoral.
Nuestra base de datos está conformada por su actual Gobierno en un sentido amplio del término, es decir, considerando sus principales autoridades: Ministros y Secretarios, Vocero Presidencial, Procurador, Presidente del Poder Legislativo, Presidentes y Directores de las principales instituciones públicas (ANSES, YPF, INDEC, AFIP, Banco Nación, etc.).
Asumimos, siguiendo la doctrina Milei, que debería ser contabilizado como Casta todo aquel que haya participado de una u otra forma en la ‘Vieja Política’. Esto es: que hayan sido parte de anteriores Gobiernos, sean con cargo público en el Poder Ejecutivo, Legislativo o Judicial (a nivel nacional, provincial o municipal) o que ostentaron algún tipo de responsabilidad en un partido político previo al nacimiento de La Libertad Avanza.
De esta forma, podemos calcular el Índice de Casta del Gobierno de Milei, o sea, el porcentaje de su equipo que es Casta.

¿Y cuál es la conclusión? Como decía el mensaje central de un anuncio publicitario transmitido en España en 1984 y que quedó para siempre en el recuerdo de los televidentes: “el algodón no engaña”. Es decir: si pasas el algodón por un lugar que está limpio, el algodón seguirá limpio. Y si por el contrario lo pasas por un lugar que está sucio, el algodón se ensuciará. Es la prueba inequívoca para saber si lo que se dice es verdad o no.
Y en el caso de Milei-Casta-Argentina, “dato mata relato”. O dicho de otro modo: el algodón no engaña. Y salió muy sucio.
El Índice de Casta del Gobierno de Milei es del 70,5 por ciento: siete de cada diez personas de su Gobierno son Casta según su propia definición de Casta. Este valor es sobre un total de 78 personas que ocupan los puestos de más alto nivel. Actualmente, hay 55 funcionarios que ya fueron parte de otros periodos de gestión de una u otra manera. Entre ellos, hay un grupo destacados, los más ‘castosos’, porque repitieron varias veces, como por ejemplo Scioli, Bullrich, Caputo, Sturzenegger, Barra, Cima, Tillard, Di Chiaro.
Cuando los datos hablan, sobran las palabras.

Por Alfredo Serrano Mancilla y Mariana Dondo: - * Alfredo Serrano Mancilla es director ejecutivo de Celag Data, Doctor en Economía. Mariana Dondo es directora de Estudios Económicos y Políticos de Celag Data, Doctora en Ciencias Sociales.

Y mientras la represión sin sentido ni explicación se ensañaba con los que manifestaban en forma pacífica en la Plaza de los Congresos, el súperpresidente de los argentinos Javier Milei, repartía alrededor de 400 likes y retuits. Para ilustrar su idea de libertad, difundió en las redes una imagen que mostraba un león que surgía detrás del Congreso y devoraba a una multitud de manifestantes que agitaban banderas argentinas. Ni siquiera se molestó en sacarle las banderitas. Cualquier que viera esa postal podría deducir que el león era el enemigo de los argentinos.

El gobierno de Milei muestra sin desenfado su simpatía no solo con el Estado israelí sino también con las corrientes más conservadoras del sionismo.

Fuente: Pagina12.com.ar




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