Mitos (y verdades) sobre la sequía
Aumentar la producción de agua desalada o una mayor explotación de los acuíferos son algunas de las medidas que se adoptan para hacer frente a la escasez de agua. Especialistas inciden en la necesidad de reducir la demanda de agua, que copa principalmente la agricultura intensiva, y respetar los caudales mínimos de los ríos.
Elisenda Pallarés
Una persistente sequía golpea España desde hace más de dos años. La región mediterránea está acostumbrada a períodos sin agua, pero, cada vez más, deberá lidiar con episodios extremos de falta de precipitaciones o de lluvias torrenciales a causa del calentamiento global, tal como advierte el IPCC. No obstante, más allá de la sequía meteorológica, también está la sequía hidrológica, que resulta al restarle a la cada vez más escasa agua disponible una demanda creciente. ¿Sabemos en qué gastamos más agua en España? ¿Son la desalación marina y la reducción de los cauces de los ríos soluciones factibles a largo plazo?
A pesar de ser un tema que está en el candelero, existen muchos mitos sobre la sequía. Una mayoría de la sociedad española opina que la tecnología puede solucionar la crisis del agua, desconoce qué sectores económicos demandan más a
gua en el país y piensa erróneamente que el agua que llega al mar es un desperdicio. Así lo revela un informe del Observatorio Ciudadano de la Sequía basado en encuestas. Analizamos algunas de estas falsas creencias sobre la sequía que alimentan la ilusión de que el agua es un recurso infinito en este planeta azul.
La agricultura absorbe el 80% del agua en España
La agricultura intensiva es el sector más demandante en la actualidad, el 80,5% del agua disponible se destina al riego de cultivos, según datos oficiales. Es seguido por el abastecimiento urbano, que representa el 15,5%, y por el uso industrial. Sin embargo, un sector importante de la población cree que la mayor parte del agua se gasta en los hogares. «Esto dificulta que exista una verdadera transición hidrológica, que es lo que necesitamos urgentemente», sostiene Regina Lafuente, socióloga del IEASA-CSIC y una de las autoras del informe.
No todos los tipos de agricultura requieren la misma cantidad de recursos hídricos.
«La mayoría de esta agua consumida está vinculada a la agroindustria más intensiva, mientras que los modelos de explotación menos intensivos tienen demandas más reducidas.
Es muy importante que la sociedad tenga esta información y sea consciente de cómo nuestro modelo de consumo de alimentos influye en el consumo de agua», señala Annelies Broekman, investigadora del CREAF especializada en gestión del agua.
Las encuestas realizadas por el Observatorio Ciudadano de la Sequía revelan que más de la mitad de la población considera que la superficie dedicada a regadío ha disminuido en los últimos diez años. Esta es una premisa falsa, pues «precisamente la extensión de los cultivos de regadío se encuentra en la raíz del estrés hídrico que sufre el territorio ahora mismo», advierte el estudio.
Una España cada vez más desertificada exporta toneladas de frutas y verduras al norte de Europa y otros países. El cultivo de regadío que más se vende es la naranja, pero las plantaciones de frutos rojos, el mango o el aguacate también han crecido en los últimos años a causa de la demanda.
Frente a la agricultura intensiva que copa de invernaderos el territorio, Annelies Broekman destaca que «existen sistemas agrícolas con menor huella hídrica, como es el caso de la agricultura regenerativa o la ganadería extensiva, y que no perjudican ni a las masas de agua ni a los agricultores y agriculturas».
Los costes del agua desalada
Tras declararse el estado de emergencia por sequía en Catalunya en pleno invierno, el Miteco ha anunciado que ya se planea el envío de agua desalinizada desde Sagunto a Barcelona para paliar los estragos de la falta de agua a partir de junio. España es líder europeo en producción de agua desalada y ocupa el cuarto lugar a nivel mundial en capacidad instalada. En total, en el país se producen cerca de 5 millones de metros cúbicos de agua tratada al día y las desaladoras configuran un «sistema crucial en el abastecimiento de agua de boca en situaciones de escasez», aseguran desde el Ministerio.
Sin embargo, llevar barcos de agua a Catalunya «no es sostenible en el tiempo y no es la solución ideal», ha reconocido la vicepresidenta y ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, en declaraciones a RNE. Para hacer frente a una sequía que no parece que vaya a ser puntual en un contexto de cambio climático, Ribera sostiene que se debe invertir en desalación, reutilización y mejora de las infraestructuras, evitar fugas en la red y ajustar el consumo a la oferta real.
El consumo de energía es el mayor coste económico que tiene la producción de agua desalada. «Las desaladoras para aprovechar el agua del mar son infraestructuras que encarecen mucho el agua, tanto por su coste energético como por el impacto ambiental que tienen. Es común el vertido de salmueras al mar en las zonas cercanas a estas instalaciones», explica Broekman. Estos derrames de residuos de las desaladoras afectan al fondo marino y a las comunidades que habitan en él, como las praderas de posidonia.
Los acuíferos ya están sobreexplotados
La mitad de las personas (55%) encuestadas por el Observatorio Ciudadano de la Sequía piensan que es una buena opción aprovechar más los acuíferos. Sin embargo, casi un tercio de estas aguas subterráneas se está vaciando rápidamente a nivel mundial en las últimas cuatro décadas, según un estudio publicado recientemente en Nature. España es el tercer Estado europeo con mayor explotación de sus reservas de agua, por detrás de Chipre y Grecia.
«Nuestros acuíferos están al límite y también están en riesgo de degradarse, comprometiendo aún más la situación de escasez», asegura Broekman. Más allá del emblemático caso de la desecación de las lagunas de Doñana, los acuíferos el Segura, el Júcar y el Guadiana son los que se encuentran en una situación más crítica. Para la especialista, la clave está en organizar los usos del agua a la baja y en restaurar y proteger todas las masas de agua de una cuenca, para asegurar la salud de los ecosistemas y la disponibilidad para usos humanos.
El agua que no se tira al mar
La ciudadanía tiende a pensar que el agua es un recurso del que los seres humanos podemos disponer en exclusiva. Un 47% de las personas que han participado en el sondeo considera que «el agua que no es consumida se pierde y no tiene utilidad». «Este mito hace muchos años que ha percolado en la sociedad y sugiere que, en general, la población enfatiza en el valor productivo del agua, pero ignora que también el valor productivo depende de la salud del sistema hidrológico y de los ecosistemas vinculados», apunta Anabel Sánchez, responsable de impacto social de la ciencia en el CREAF.
La llegada del agua de los ríos y acuíferos al mar es elemental para el buen funcionamiento de todo el ecosistema.«El agua dulce transporta nutrientes, que son fundamentales para que se mantengan las poblaciones de peces, y sedimentos, que se distribuyen a lo largo de la costa y son la razón de que tengamos playas. Gran ejemplo de este fenómeno es el Delta del Ebro, que está desapareciendo por la falta de sedimentos que quedan retenidos en los numerosos embalses en la cuenca», explica Broekman.
Con la sequía, las administraciones tienden a modificar los caudales mínimos en los ríos (el mínimo necesario para que se mantenga la vida animal y vegetativa del río). La investigadora destaca que modificar los caudales puede comprometer el funcionamiento de toda la cuenca hidrográfica con consecuencias que pueden ser irreparables: «Un río que no mantiene suficiente caudal puede perder determinadas especies de fauna y flora, –especialmente las amenazadas, como la anguila–, favorece a las invasoras, concentra más contaminantes –que nos pueden llegar al grifo o la huerta– y afecta todas las conexiones que tiene ese río».
Las especialistas destacan la importancia de abrir el debate sobre la gobernanza del agua a la población. «Hasta ahora, aunque se recalcara que todo el mundo tiene derecho a decidir qué hacemos con el agua y cómo se reparte su uso, la realidad es que en la elaboración de los planes hidrológicos de cada demarcación participan los actores clásicos: regantes, hidroeléctricas, usuarios industriales y abastecimientos. Ahora bien, parece que todo esto empieza a cambiar y la Directiva Marco del Agua pide que haya más variedad de públicos implicado en la toma de decisiones y se incluya a la ciudadanía», celebra Lafuente. Quizás esta sea una oportunidad para apostar menos recursos en soluciones temporales.
Fuente: https://climatica.coop/mitos-sobre-la-sequia/ - Imagen de portada: El lago de Sau en Catalunya, el 28 de abril de 2023. La sequía que priva de agua al lago ha devuelto a la luz el edificio románico del siglo XI y ha dejado al descubierto los residuos que había en el fondo del lago. Foto: Manuel Blondeau/AOP vía Reuters