La criminalidad del sistema y el colapso planetario
La devastación y el desastre de DANA en Valencia y la abrumadora cifra de incendios en México, Bolivia, Argentina, Brasil, Colombia, Ecuador, Paraguay y Perú este año evidenciaron algo que aún se pretende negar: que el colapso climático es y será cada vez más estruendoso. Los efectos del calentamiento global y la criminalidad institucional hacen que lo que eran eventos naturales se conviertan en desastres catastróficos. Las causas están ahí: el funcionamiento de un sistema criminal que lo mercantiliza todo y que gana y se enriquece aún más con la muerte de vidas humanas y ecosistemas. La maquinaria capitalista escurriendo sangre, exhibiendo la guerra como negocio, la guerra geopolítica que es un crímen geopolítico (Falk, 2022 ) y la pantomima limosnera de las COP solo aceleran el recrudecimiento de una catástrofe global.
Tamara San Miguel
En los años sesenta comenzó a hablarse de Ecocidio, cuando en la Guerra de Vietnam se uso el agente naranja y esto provocó afectaciones profundamente graves y sostenidas en el tiempo afectando cuerpos humanos, sociales y ambientales, desde entonces quedaba claro que las guerras son profundamente dañinas no solo para la vida humana sino para el medio ambiente, es grave y burdo que se siga hablando en los múltiples arribas del combate al calentamiento global cuando se legitima la guerra, se protege a los poderosos convictos y se deja en la impunidad una orden de arresto como la que ordenó la Corte Penal Internacional contra Netanyahu. Las estrategias geopolíticas criminales de Israel y Estados Unidos dejan a la humanidad en la deriva de un final que no será al estilo de las películas hollywoodenses, sino lento y agónico.
La elección de Trump, presidente convicto de Estados Unidos y la elección de locos negacionistas del cambio climático y criminales parece ser solo un impulso suicida de una parte de la humanidad que como siempre exhibe las grandes contradicciones de los “sistemas democráticos y representativos” llevándonos a abismos y desastres de grandes magnitudes. La idea de que estamos cerca del final, de que todo se acaba más allá de que se pretenda negar provoca en algunos sectores sociales una respuesta desesperada, en la que ante la amenaza se recurre a lo que hay más que a lo que debiera ser. Lo mismo está sucediendo con las poblaciones que han votado a los progresismos y que una vez que lo hicieron optaron por apagar la capacidad crítica y cerrar los ojos.
Ante “… el tiempo del todo se acaba” (Garcés, 2017: 13) la impotencia reacciona distinto en los cuerpos sociales, en algunos provoca reacciones que legitiman la criminalidad de los poderosos, la piden, votan por ella y la aplauden; o reacciones de silencio y la adopción de fanatismos respecto a figuras y partidos “progresistas”; despolitización y exhibición de la vida individual y megalómana; pelea discursiva y no práctica de lo políticamente correcto y de los cambios individuales; o en algunos casos a romper la normalidad con rebeldía, resistencia, autonomía y desobediencia como lo hacen los pueblos indígenas, guardianes de la tierra, el agua, la vida.
En este panorama del sistema criminal, de una geopolítica criminal y de la configuración fde Estados criminales que cada vez se aprueba más socialmente queda claro que los Estados y las corporaciones legales e ilegales tienen una “cualidad”, un algoritmo criminal, una fuerza que tiene potencial criminal, es decir los Estados y las corporaciones tienen en su naturaleza una potencia criminógena o criminogénica (Ward y Green, 2004), dando pie a la ejecución sistemática de crímenes masivos y genocidios.
La naturaleza de los Estados y las corporaciones en este contexto de necrocapitalismo acentúa esa “cualidad” criminogénica. Mientras las corporaciones están enfocadas en acumular más y tener más, los Estados se enfocan en mantener poder y control social para mantenerse ahí. En el campo del crimen y la ejecución de prácticas que provocan daños sociales, humanos y ambientales profundos y masivos, el uso discrecional de la ley es esencial. Para las corporaciones criminales el Estado es el medio por el cual se legalizan y legitiman sus acciones. Para el Estado las corporaciones criminales tienen utilidad dependiendo de su dimensión, por ejemplo, las multinacionales y las grandes corporaciones le aseguran la ejecución de proyectos e inversiones que le darán poder a la administración en curso. Si se trata de corporaciones de seguridad o de violencia, como los cárteles, éstas pueden hacer el trabajo sucio. Esta relación es un intercambio de lealtades y entregas.
El mensaje global tras la elección de Trump como presidente es que los/las pobres, los/ las de abajo, no pueden ni deben violar la ley, los poderosos, descarados, como el presidente electo de EE.UU pueden cometer violación sexual, fraude sistemático, obstrucción de la justicia, destrucción o falsificación de registros, conspiración para obstruir un procedimiento oficial, conspiración contra el derecho al voto, obstrucción de un procedimiento oficial, declaraciones falsas, presentación de documentos falsos y pueden hacerlo frente a todas y todos y nada pasará en consecuencia, porque la política global, el sistema, es así.
Las COP no sólo se han convertido en objetivos financieros, en mayores oportunidades de inversión y enriquecimiento para las grandes corporaciones, sino en retrocesos respecto a acuerdos previos, cada año se desacredita más la viabilidad y respuesta real desde esas instancias ante la crisis climática global. Ante la catástrofe climática en las salidas institucionales, estatales y corporativas solo hay discursos, pantomimas y teatros que esconden las mismas prácticas destructivas bajo esloganes como sustentable, reordenamiento, ecofriendly, mitigante y resiliente.
Trayendo la reflexión a México, el gobierno de Claudia Sheinbaum, que se autodenomina como promotor de un “capitalismo humano”, va demostrando que el punto medular de su gobierno será el acuerdo con las grandes corporaciones. La reducción de presupuesto para la crisis climática y para medio ambiente, el Acuerdo Nacional por el derecho humano al agua firmado por el gobierno federal y las corporaciones el 25 de noviembre de este año y la llamada cesión de recursos que anunciaron en dicho acuerdo es muy parecida a los bonos de carbono que exhiben el cinismo de las corporaciones.
En esa potencia criminogénica la mercantilización de la vida es la base de la acción criminal. Por una parte, el discurso mediante el cual se justifican esas acciones son el del desarrollo, la transformación y el progreso. Por otra parte, la criminalización contra quienes defienden la vida es la neutralización del actor criminal, que va desde las campañas de estigmatización y criminalización de los/las defensora/es hasta el asesinato, la desaparición y la represión masiva.
El apoyo social a estas estructuras cuya fuerza criminogénica es brutal es el modo en que se garantizan y perpetúan estas dinámicas. La normalización del crimen como estrategia de control y como modo de enriquecimiento y empoderamiento alimenta esa “cualidad” de los poderosos criminales, de los sistemas criminales.
La gran pregunta de qué hacer para romper esa normalización y para romper el funcionamiento de ese algoritmo criminal es una tarea para los abajos que no cierran ojos y que no esperan a que unos cuantos decidan por todos todas el destino de la humanidad y los ecosistemas.
Textos citados
Falk, Richard (2022, 19 de abril) Esta guerra geopolítica es un «crimen geopolítico», Rebelión. https://rebelion.org/esta-guerra-geopolitica-es-un-crimen-geopolitico/
Garcés, Marina (2017) Nueva ilustración radical. Barcelona: Anagrama
Green, P., y Ward, T. (2004). State Crime: Governments, Violence and Corruption. Pluto Press. https://doi.org/10.2307/j.ctt18fs3bm
Vigil, Eugenia; San Miguel, Tamara; Flores, Ariadna; Almeida, Eduardo (2023) Ecogenocidio: La extinción por goteo, Puebla: NODHO. https://nodho.net/wp-content/uploads/2023/08/ECOGENOCIDIO.pdf
Fuente: https://desinformemonos.org/la-criminalidad-del-sistema-y-el-colapso-planetario/