El Decrecimiento y el Sur global: tensiones y cercanías

Se puede entender el Decrecimiento como un movimiento académico y social que surgió en Europa y que piensa en muchos aspectos desde condiciones y particularidades locales. Se trata de una «historia local» que, al contrario de tantas surgidas en Europa en los últimos 500 años, oficialmente no intenta ser un «diseño global», retomando la conceptualización de W. Mignolo. Y, sin embargo, quiero aquí argumentar que el Decrecimiento sí tiene relevancia global, pues la hegemonía del crecimiento es global y su discurso y praxis deben enfrentarse también globalmente. Dentro de esta tensión propia de la posición del movimiento se da un campo interesante para repensar alianzas y deconstruir relaciones de poder que pueden ser esenciales para forjar una salida a las complejas crisis que enfrentamos.

Gisela Ruiseco Galvis

Probablemente no haya otro ámbito de políticas en el que el paradigma del crecimiento haya sido tan persistentemente empleado como en el del desarrollo.
—Arturo Escobar, 2015[1]

En el Sur Global[2], por su lado, hace ya décadas que el posdesarrollo quería expulsar al desarrollo como mandato naturalizado. Éste último se denunció —por autores como Arturo Escobar— como un discurso de origen occidental, un poderoso mecanismo que opera para producir al tercer mundo cultural, social, y económicamente. El análisis crítico del posdesarrollo quedó en un comienzo reducido a círculos de entendidos, posiblemente hasta su pertinencia en el surgimiento de movimientos sociales como el del Buen vivir.

Vale notar la increíble persistencia del desarrollismo. Pues al mencionar el Decrecimiento surge muchas veces la pregunta: pero ¿no debe el Sur antes desarrollarse, crecer? Podemos responder que estaría bien dejar atrás términos que conllevan el lastre de la modernidad/ colonialidad [3]. No hay porqué seguir un camino ya indeseable, además de imposible, pues no tenemos una infinidad de planetas a disposición.
Los paradigmas del Crecimiento y del Desarrollo están estrechamente relacionados, como señala el mismo A. Escobar (ver epígrafe). Por otra parte, el posdesarrollo es uno de los pilares que han dado lugar al Decrecimiento[4], con la diferencia que este último proviene de la «barriga del monstruo», de ese mítico lugar con calles empedradas en oro al que había que alcanzar en el mandato del desarrollismo. Y justamente, como argumentaremos, es esta característica la que realza, en el Sur Global, el carácter del Decrecimiento como provocación, ¡como palabra misil!
En este ensayo queremos, por una parte, considerar las críticas que se dan desde el Sur al Decrecimiento para, por otra parte, examinar la relevancia que puede tener este movimiento en el Sur Global.
Decrecimiento y movimientos sociales del Sur
Los sectores no hegemónicos del Sur Global han sido considerados como posibles aliados naturales del movimiento del Decrecimiento[5]. Éste sería uno de los muchos movimientos globales de transición que buscan salidas a nuestras crisis actuales (Escobar 2015). Martínez-Alier (2012) enfatiza que movimientos por justicia ambiental en el Sur Global —justicia climática y del agua, deuda ecológica— pueden servir de puentes con el Decrecimiento. Desde los movimientos sociales, el decrecimiento en su sentido más literal puede ser y ha sido una demanda dirigida al Norte, como se puede leer en El acuerdo de los pueblos de Cochabamba de 2010.
Sin embargo, la relación entre estos movimientos tiene tensiones propias de las relaciones entre el Norte y el Sur globales, y puede ser normal encontrarse con gestos de desaprobación al hablar del Decrecimiento en estas últimas geografías. Sucede esto incluso —como yo misma he experimentado en Colombia— con personas cercanas al ecologismo. En palabras de Rodríguez-Labajos (2019, p. 179): «Una vez más, se lanza al mundo una idea con un innegable origen eurocéntrico (…) Esto por sí solo genera resistencias lógicas por parte de grupos que emplean perspectivas teóricas decoloniales».
En Latinoamérica percibimos ya, y sin necesidad del Decrecimiento, una gran riqueza de pensamiento crítico, desde teorías críticas a la modernidad, la decolonialidad, el postextractivismo, hasta la gran potencia de los otros saberes de las diversas comunidades que durante siglos se habían silenciado, combatido, y exterminado. Así, ya múltiples sectores se inclinan por algunos de los valores que comparte el Decrecimiento (posiblemente con otras formulaciones): fomentar lo procomún y la autonomía, poner el énfasis en los cuidados, localizar, democratizar la economía, permitir un pluriverso de posibilidades de florecimiento humano, y no necesariamente acorde a un desarrollo lineal.
Hay entonces puntos en común y así podemos afirmar, respecto a la prognosis que se da desde el Decrecimiento, que la situación no correspondería a una «imposición del Norte». Más bien, como ya se ha dicho, el Decrecimiento podría ser un aliado, pues es relevante defender —como hace este movimiento— que todas las economías emergiendo del orden hegemónico tienen derecho a discutir sobre qué debe crecer y qué no (Lang, 2022), esto es, expulsar el crecimiento en abstracto como parámetro universal.

Imagen satelital que muestra las alteraciones en el río Malinowski en Perú por la extensión de una mina de oro ilegal. Fuente: Wikimedia Commons

Siguiendo con otro factor que da cabida a una posible desaprobación del movimiento —y no solo en el Sur— es que los decrecentistas pueden percibirse así: «Su perfil tiende a ser el de la clase media europea altamente educada, con una gran preocupación por el medio ambiente, que hace hincapié en los aspectos no materiales de la calidad de vida…» (Muradian, 2019, p. 258). Esta imagen, lejana de las crecientes dificultades y peligros inmediatos que enfrentan personas con menos privilegios, o entregadas a luchas de alta intensidad[6], quizá no despierte mucha simpatía. Justamente, un reto que enfrenta el movimiento en el Norte Global es la necesidad de hablar también a las clases trabajadoras, de deshacerse de esta imagen (y mensaje) que solo habla a la clase media.
Y si seguimos con el tema de la procedencia burguesa-acomodada desde la que muchas veces habla el Decrecimiento, veamos más críticas desde las realidades de los movimientos de justicia ambiental. Muradian continúa diciendo que su lucha «tiene que ver principalmente con la defensa de la propia existencia de un medio de vida frente a una amenaza externa. Esos medios de vida amenazados pueden ser frugales, pero lo que defienden los movimientos no es la frugalidad en sí misma, como un valor que hay que cultivaa». Y además, según entiende el autor, «el movimiento del decrecimiento parece apelar a la frugalidad voluntaria como estrategia principal para lograr transformaciones sociales» (p. 259). Esto constituye una visión muy parcial del Decrecimiento de parte de este autor[7]. Pero es un aspecto que puede provocar rechazo en el Sur (o no solo aquí, pero con más razón), incluso en personas que son críticas al desarrollismo. Si bien la frugalidad es parte de lo que se considera como el camino al bienestar social más allá del consumismo y el despilfarro actual, no puede decirse que su defensa sea una estrategia principal; el Decrecimiento es consciente de la importancia de transformar las poderosas estructuras globales y locales, para que se allane un camino hacia un bienestar que incluya a los perdedores de la colonialidad/modernidad.
Por otra parte, explica Rodríguez-Labajos (2019): «Los grupos de justicia ambiental no ven al crecimiento económico como el problema principal del funcionamiento del capitalismo en sus países (y, por lo tanto, pueden no ver el decrecimiento como la solución)» (p. 179). Sin embargo, propongo que la supuesta necesidad de hacer crecer la economía y «desarrollarse» sí es un tema recurrente en argumentos contra las reivindicaciones de todo tipo de movimientos sociales, y también de derechos indígenas a la autodeterminación, y, por lo tanto, indirectamente muy relevante para su resistencia y supervivencia.
Colonialismo verde, Decrecimiento y Decolonialidad

No podemos descarbonizar un sistema que aún tiene que ser descolonizado.
—Fadhel Kaboub

En el presente vivimos una estampida global para transitar hacia una economía verde, que implica extraer más y más materiales cada vez más escasos (cuya disponibilidad para el Norte se da por sentada), para producir más y más para quien no lo necesita. Los Nuevos Pactos Verdes y la transición energética combinada con el crecimiento imparable tiene consecuencias muy graves para el Sur Global. La Agencia Internacional de Energía (AIE) ya apunta a la dificultad de que las crecientes necesidades de minerales puedan satisfacerse del lado de la oferta. La magnitud del crecimiento necesario de extracción de minerales es estremecedora, la extracción de litio por ejemplo tendrá que incrementarse cinco veces desde hoy hasta 2040 (IEA, 2025).

Fuente: Wikimedia Commons

Estas dinámicas afectan al Sur Global, por definición sede de la mayor parte de zonas de sacrificio[8]. El Decrecimiento, en teoría, debería llevar a romperlas, liberando los insumos del Sur para uso del mismo Sur. Hay que apuntar que la interdependencia entre el Sur y el Norte es compleja, y que aquí hace falta investigación para desarrollar estrategias y políticas que puedan romper las dependencias (Gräbner-Radkowitsch & Strunk, 2023).
Las dinámicas extractivistas se pueden entender como fundamentadas en lógicas de la modernidad/colonialidad. Como E. Dussel señala, la colonialidad es inseparable de modernidad, y lo que hoy vivimos con las crisis socioambientales se puede ver como un último capítulo de un imaginario construido sobre el desprecio al Otro de esta modernidad. Ese Otro incluye los cuidados, lo femenino y feminizado, lo comunitario, la reciprocidad y respeto por la vida. Temáticas que están en el centro de las reivindicaciones del Decrecimiento.
Pero entonces… y hablando de lo que para el Sur Global es efectivo o relevante, puede emerger una sospecha: si decolonizamos, ¿no necesitamos el decrecimiento? Tal vez no se trata de escoger entre lo uno y lo otro, puesto que los movimientos tienen distintas fuerzas. El Decrecimiento pone más énfasis en repensar la economía que la perspectiva decolonial (latinoamericana) y así confronta directamente los centros de poder de las sociedades modernas/coloniales, Sur y Norte.
Por otro lado, si pasamos a una crítica de carácter más cultural, el Decrecimiento puede caer en sentidos comunes eurocéntricos. Volviendo a una perspectiva decolonial:
La idea de raza es, con toda seguridad, el más eficaz instrumento de dominación social inventado en los últimos 500 años. Producida en el mero comienzo de la formación de América y del capitalismo, en el tránsito del siglo XV al XVI, en las centurias siguientes fue impuesta sobre toda la población del planeta como parte de la dominación colonial de Europa…(Quijano, 1999: p.1)
Así, la posibilidad de plusvalía del Sur, a la que señala el Decrecimiento, es «extraída de los racializados» (Segato, 2023, p. 178). Un tema que el Decrecimiento podría mirar más en profundidad, pues el racismo además es de aguda actualidad en la política global.
Vamos ahora más allá de las particularidades de ambos movimientos, a su sustrato cultural. El descubrimiento de América, en el análisis de Quijano, no solo permite a Europa pensarse como la fuente de civilización (y más tarde presentarse como la meta del desarrollo), sino también obsesionarse con el progreso, pues si antes se validaba cada cambio con un pasado sagrado, bíblico, la modernidad tiene una característica esencial, que es la validación por el futuro» (ibid). El progreso, la promesa a futuro del desarrollismo, nos constituye como sociedades.
En efecto, Latinoamérica ha visto una oleada de gobiernos progresistas comenzando a final del siglo XX, que se han dedicado al extractivismo, ignorando los impactos sociales y ambientales. En palabras de E. Gudynas (2016, p.58), durante estos gobiernos «las posturas convencionales del desarrollo resultaron ser tan potentes y estar tan profundamente arraigadas, que desembocaron en situaciones como la testaruda defensa de los extractivismos». Este autor diferencia entre estos progresismos que se dan en la práctica y la posición bastante más crítica de las izquierdas de ésta misma época, que defendían alternativas al capitalismo y se querían distanciar de la dependencia de la exportación de materias primas (ibid, p.44).
Es, pues, la colonialidad/modernidad la que instituye y normaliza las relaciones de poder que han mantenido las asimetrías en las que la explotación del Sur Global se presenta como camino hacia el desarrollo, mientras que sus habitantes y todo lo que llamamos naturaleza se convierten en explotable. Es este fundamento colonial sobre el que se construyen las relaciones entre las naciones en nuestra era de globalización, es bajo sus lógicas que estamos destruyendo la vida en la tierra incluyendo nuestra propia posibilidad como humanos de sustento y bienestar. El mandato del crecimiento está íntimamente relacionado con las relaciones de poder aquí señaladas; el decrecimiento y la decolonialidad deben ir entrelazados.
Y hay múltiples caminos que tomar. El Decrecimiento podría resultar cercano al Sur Global en una dimensión que quiebra con la modernidad desarrollista: en aquella que defiende la importancia del Pluriverso, un vivir bien definido por las propias personas, más allá del diseño global. Así, el Decrecimiento podría ser aliado de los movimientos sociales indígenas en su avance hacia una política de la ontología. En palabras de Esteva (2013):
Algunas personas siguen luchando por acceder a los bienes y servicios que definen el ideal de vida que ha dado forma a la noción contemporánea de desarrollo. Han cedido a los gobiernos, las empresas y los medios de comunicación una función tradicional del pueblo y la sociedad civil: definir qué es vivir bien. Las reivindicaciones convencionales (más carreteras, escuelas, centros de salud, puestos de trabajo) siguen percibiéndose como requisitos para la vida social o como derechos a los que no se debe renunciar. Pero las prácticas que eluden esas instituciones están proliferando a medida que se afianzan diferentes definiciones de la buena vida, a menudo expresadas en América Latina como buen vivir.
Si Europa tiene la atención puesta en recobrar espacios de este tipo en su seno, en Latinoamérica están vivos: espacios preservados de los avances capitalistas.
Aún queda un largo camino por recorrer, pero el discurso del desarrollo y el crecimiento se enfrentan a disidencias en el Norte y el Sur Globales, que se inclinan hacia otra forma de ser en la que el devenir infinito hacia el progreso y la lucha por obtener siempre más, ya no son significativos.
¿La voz del Norte?

Una mujer indígena reivindica el derecho a la libertad de movimiento. Foto: Rochelle Brown. Fuente: Unsplash

Desde su surgimiento bajo esta denominación, y su afianzamiento en diversas conferencias, el Decrecimiento se ha posicionado sobre todo en Europa. Muchas de las disciplinas y autores que menciona como fundadoras son del Norte. Y sin embargo, las raíces del movimiento se hunden también en el Sur. Si el Decrecimiento tiene como meta arrasar el orden imperial —y así lo defiende Jason Hickel (2021)— líderes como M. Gandhi, F. Fanon, o T. Sankara han sido precursores. Este movimiento, en muchos de sus aspectos, se puede entender que recoge inspiraciones de siglos de resistencia global a los preceptos de la modernidad/colonialidad. Pero esto no quiere decir que el Decrecimiento sea una perspectiva del Sur.
¿Se trata de un movimiento decolonial, como algunos de sus defensores afirman? A muchos nos gustaría que lo fuera más. Pues como he desarrollado en otra parte[9], las discusiones en Europa pueden concentrarse demasiado en lo local o en la problemática nacional y dejar de lado las injusticias globales, o incluso dejar de verlas pues, por definición, el estilo de vida imperial no es fácilmente visible para quien lo ha normalizado.
Así, el Decrecimiento se puede entender como una voz del Norte. Y resaltemos esto: es esa voz la que todavía se percibe en los círculos hegemónicos y desarrollistas globales como portadora de la Ciencia y la Verdad. Esto significa que puede ser muy relevante para perturbar el orden hegemónico, no a pesar de, sino precisamente porque se desarrolla en el vientre de la bestia y llega desde allí con su carácter de misil. Si se trata de descolocar certezas, ya se ha comprobado que tiene este efecto, recordemos el revuelo que causó una Ministra en Colombia que osó mencionar el término. Traer a discusión constructos que están petrificados solo puede ser positivo. Pues, como el Decrecimiento defiende, se trata de politizar y democratizar la economía, encajarla dentro de lo social, político y medioambiental, quitarle su carácter de no hay otra opción. Con ello, podemos relocalizar el centro de atención «del mercado al ágora», en palabras de Serge Latouche. Por lo tanto, diría con Gerber y Raina (2018), que «la crítica del decrecimiento se aplica a las clases medias y altas globales, independientemente de su ubicación».
Yo agregaría que si bien el Decrecimiento desafía a los privilegiados, puede también tener este efecto con muchos que, sin serlo, no han llegado a cuestionar las certezas moderno/coloniales/capitalistas, y aún demandan que sus promesas se cumplan. Más en general, todos los movimientos de transición, que quieren romper con la base cultural e ideológica del presente, se enfrentan a «reacciones fuertes» de parte de personas para las cuales alguna versión de la modernidad (capitalista, liberal o socialista) continúa siendo el único horizonte válido de pensamiento y acción (E. Gudynas 2013 en Escobar, 2015). Una voz disidente, en este sentido, que venga del Norte, podría resultar bastante desconcertante, ¡y efectiva!
En perspectiva
El Decrecimiento constituye una visión —o visiones— que podrían tener la capacidad de cambiar el rumbo mortífero que llevan las sociedades tardío-modernas, en las que incluimos las del Sur. Por su proveniencia de un campo hegemónico, tiene una posición distinta a los movimientos del Sur. Una posición de poder, a pesar de su heterodoxia.
Hemos resaltado que es imprescindible que el Decrecimiento vaya mano a mano con una profunda consciencia decolonial. Esto implica que en su hacer tiene que traspasar lo local y nacional, para buscar impactar dinámicas globales, fomentando un proceso de desconexión (delinking de S. Amin), de las interdependencias entre Norte y Sur. Está en su poder hacerlo. Es este uno de los grandes retos, e implica enfrentar seriamente los intereses e instituciones internacionales que detentan el poder actualmente. Por otro lado, haría falta que las personas del Norte Global tengan presente lo que implica el privilegio de su modo de vida imperial, sus dependencias. Aquí se necesita reconectar el Norte y el Sur en nuestro imaginario.
Las naciones del Sur tendrían que desintoxicarse de las promesas del desarrollo para poder tomar decisiones autónomas sobre su futuro. Sería clave poder acceder a los recursos que en este momento se pierden a manos del Norte Global y proporcionar condiciones dignas de vida para su población, posiblemente creciendo su metabolismo social. En todo caso se trata de mirar la propia riqueza (y no la falta), y acceder a ella. Como dice Arturo Escobar, todos, Norte y Sur, debemos bajarnos del tren del progreso, que está acabando con nosotros.

(Esta reflexión está basada en la ponencia que la autora presentó en el V Congreso Latinoamericano de Teoría Social, Antropoceno, Capitaloceno, Tecnoceno. Perspectivas teóricas y metodológicas ante la crisis socio-ambiental contemporánea, en agosto de 2025.)
Notas
[1]»There is likely no other social and policy domain where the paradigm of growth has been most persistently deployed than that of development» (traducción de la autora).
[2] Se adoptó este término por la necesidad de englobar a las zonas del planeta perjudicadas por la colonialidad y la globalización capitalista contemporánea, pero no se solapa con el sur geográfico. El concepto de Sur Global «es una metáfora del sufrimiento injusto causado por la explotación capitalista, la discriminación racial y la discriminación sexual» (De Sousa Santos 2020 en Olmedo & Ceberio De León, 2021).
[3] Como señaló E. Dussel en su obra, la colonialidad es inseparable de la modernidad.
[4] Para contrastar los dos movimientos, ver Escobar, 2015.
[5] Este apartado proviene en parte de la tesina de la autora para un máster de la UAB, Barcelona (sin publicar).
[6] En las que las personas ponen en juego su vida, o no tienen otra opción. Ver Machado de Oliveira, V. (2021), Hospicing modernity: facing humanity’s wrongs and the implications for social activism, North Atlantic Books.
[7] Una defensa de la simplicidad voluntaria (que solo puede estar dirigida a quien tiene sus necesidades básicas cubiertas) ha estado presente en la crítica al consumismo desaforado, pero dado su carácter limitado, puede ser que la noción de convivialidad sea más apta como visión (D’Alisa et al., 2015).
[8] Zonas que acumulan daños medioambientales, relacionados con la contaminación, los residuos tóxicos y la industria pesada, para beneficio de un bien común. Las comunidades de bajos ingresos y racializadas son las soportan más de lo que les corresponde en cuanto a daños medioambientales. Originalmente, término de Steve Lerner.
[9] Un reporte sobre Beyond Growth Vienna (2024).
Fuente: https://www.15-15-15.org/webzine/2025/12/09/el-decrecimiento-y-el-sur-global-tensiones-y-cercanias/  - Imagen de portada: Carmen Pena Espiño.

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