Antibióticos, armas de doble filo

Los antibióticos insuflan enormes dosis de esperanza diaria. Gracias a ellos, ha aminorado el desvelo de la medicina contemporánea por las enfermedades que arrebataban vidas y que son controladas en nuestros días, cuando no sofocadas por completo. Si bien, la paradoja se adueña de un nuevo paradigma. Los antibióticos, “aliados” incondicionales de la medicina, se han tornado en armas de doble filo. Su eficacia queda entre las cuerdas por la proliferación de bacterias invulnerables a sus efectos.

María Ibáñez

Todo comenzó un día cualquiera de trabajo en el sótano del laboratorio del hospital londinense St. Mary. Se había ausentado durante un mes de la ciudad y ansiaba continuar con su estudio sobre bacterias de estafilococo. La brisa otoñal, despojada de toda agradabilidad, comenzó a entrometerse en el interior. Al cerrar una de las ventanas, se percató de una placa de Petri descuidada, al abrigo de todo lo exterior que podría introducirse y ser detonante de una pérdida de cultivo de microorganismos. Era de esperar que estuviese contaminado. Lejos de deshacerse de su experimento arruinado, quiso conocer los efectos del hongo que había irrumpido en su cultivo. Lo examinó minuciosamente a través del microscopio y observó que no había bacterias alrededor de sus zonas de crecimiento. Intrigado, comenzó a estudiar aquel fenómeno sin ser portador ni de un ápice de conciencia sobre su trascendencia. Bendita curiosidad. Toda una serendipia se disponía a despertar uno de los mayores hitos de la medicina. Catalogó el hongo como Penicillium notatum.
Aquel septiembre de 1928 constituyó la génesis de un completo aluvión de investigaciones, pruebas y ensayos clínicos para completar y desarrollar el descubrimiento. La penicilina supuso una apertura de puertas hacia una lucha sin precedentes contra las infecciones bacterianas. Así, la medicina quedó a los pies del primer antibiótico que acogía el arsenal terapéutico. Resulta paradójico que un descuido del bacteriólogo Alexander Fleming fuera a salvar vidas incontables.
“Es una tragedia que haya infecciones provocadas por bacterias multirresistentes a todos los antibióticos del mercado”, sostiene Álvaro Pascual, director de la Unidad de Enfermedades Infecciosas, Microbiología y Medicina Preventiva del Hospital Virgen Macarena de Sevilla. Es un golpe de realidad en la que el desasosiego empaña la medicina contemporánea a menos de una década del centenario del hallazgo de la penicilina.
Es una tragedia que haya infecciones provocadas por bacterias multirresistentes a todos los antibióticos del mercado

La cada vez más en auge resistencia antimicrobiana está generando un grave problema de salud pública a nivel mundial. La OMS dio parte del asunto en febrero de 2017, con la publicación de una lista de patógenos prioritarios que requieren con urgencia nuevos antibióticos para hacerles frente. José Miguel Cisneros, presidente de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC) hasta el pasado mes de junio, habla de la errónea asunción de la inmaculadas propiedades de los antibióticos: “Cambiaron tanto la historia de la humanidad que asumimos de manera equivocada y bastante generalizada que eran tan buenos como inocuos”.
Queda al descubierto una de las claves para comprender un problema difícil de explicar, en el que influyen multitud de variables y agentes de distintas disciplinas y sectores. Cabría preguntarse qué ha ocurrido para llegar a un punto en el que las bacterias han generado suficiente resistencia a los antibióticos como para poner en jaque a las maravillas de la medicina moderna.
“A mediados de los 90, las revistas científicas de prestigio comenzaron a publicar editoriales que anunciaban el fin de la era bacteriana”, recuerda Cisneros. Los antibióticos abrieron todo tipo de horizontes que dejaron vislumbrar aquellas posibilidades ya inherentes a la medicina del siglo XXI. Lo impensable a principios del siglo pasado, como realizar intervenciones quirúrgicas invasivas o introducir medicación al paciente a través de un catéter, se transformó en una realidad donde la contracción de infecciones en procesos clínicos dejó de ser una amenaza. Al menos, así se percibía.
“El desconocimiento sobre la genética bacteriana impedía conocer sus armas frente a los antibióticos. Ahora es cuando las estamos estudiando”, según la Lorena López, médica microbióloga y parasitóloga en el Hospital Macarena. Estos microorganismos disponen de una veloz capacidad de adaptación, así como primigenios mecanismos de resistencia natural de los que se han servido desde su surgimiento en el planeta. “La mayoría de estos mecanismos de resistencia se encuentran en unos fragmentos móviles de su ADN, quiere decir que no solamente los transmiten a sus hijas, sino que lo hacen de manera cruzada”, señala Álvaro Pascual. Esto no se supo hasta hace relativamente poco tiempo y despeja una primera variable para comprender la escalada de la multirresistencia antimicrobiana. El déficit de conocimiento sobre la genética de estos microorganismos hizo que la comunidad clínica los infravalorase. Ahora, son un asedio para la eficacia de los antibióticos.
El efecto dominó se desencadena con este desconocimiento. La hiperprescripción, la dispensación de antibióticos sin receta, el acopio de los mismos en el botiquín de casa, entre otros, son los efectos de una reacción en cadena que ha derivado en una cultura de uso desmedido e inapropiado de los antibióticos. Por ello, se reviste de necesidad hilvanar un manto de comunicación, divulgativa y eficaz, bajo el que se integren comunidad científica, autoridades políticas y ciudadanía. Las principales piezas de rompecabezas encajarían para construir una conciencia sólida que lidie de manera activa con un consumo indiscriminado de estos fármacos. “Es importante hacer un diagnóstico de la situación y que cada parte asuma su responsabilidad. Principalmente, la multirresistencia es un problema por falta de conocimiento y formación”, declara José Miguel Cisneros. De este modo, es manifiesta la necesaria formación multidisciplinar que aúne a todos los profesionales sanitarios, en virtud de la emisión de mensajes homogéneos que den lugar a una concienciación ciudadana que sustituya a las creencias generalizadas en torno a estos fármacos.
En alguna ocasión, nos han comentado que querían tomar un antibiótico para evitar caer enfermas
Rosario Cáceres, farmacéutica del Centro de Información del Medicamento del Colegio de Farmacéuticos de Sevilla, alude a ciertos casos acaecidos en la farmacia asistencial: “En alguna ocasión, cuando han acudido personas a la farmacia y tenían un evento próximo, nos han comentado que querían tomar un antibiótico para evitar caer enfermas. Incluso, nos han preguntado por antibióticos para tratar los piojos”. La fe ciega inhibe la percepción de estos medicamentos como armas de doble filo. La alfabetización en salud es esencial para no caer en errores tales como creer que los antibióticos son efectivos contra el resfriado o la gripe. De igual manera, el cumplimiento taxativo del tratamiento, respetar los intervalos de hora entre dosis y dosis, sin saltarse ninguna, es una buena baza para ralentizar la efervescencia de la multirresistencia. El cese de la sintomatología no debe ser motivo de suspensión de la toma del antibiótico en cuestión. “Si no se completa el tratamiento correctamente, el microbio no termina de morir y muchas veces puede volver con más fuerza en un posible ataque”, recuerda Rosario Cáceres.
Comprender este fenómeno requiere la asimilación de la ausencia de un único “culpable”. Cierto es que la ciudadanía tampoco ha de tener firme conocimiento sobre todo lo relativo a los antibióticos y sus posibles efectos perniciosos. No tiene por qué. Son los mismos profesionales de la salud quienes reúnen en sus manos la transmisión activa de la manera correcta de proceder durante un tratamiento antibiótico, al igual de las causas y consecuencias si no es cumplido con rigor. El presidente de la Sociedad Europea de Microbiología Clínica y Enfermedades Infecciosas (ESCMID), Jesús R. Baño, se muestra autocrítico: “No hemos enseñado bien para qué sirven los antibióticos y para qué no. Los médicos, desde Atención Primaria y los hospitales, debemos contribuir a que la población tenga un mayor nivel de conocimiento sobre ellos”.
Hay profesionales de la medicina, de la enfermería y de la farmacia que están al tanto de todas las novedades, pero hay otros que no. Esto también puede ser parte del problema
La progresión de la medicina y la introducción de nuevos fármacos modifican constantemente los tratamientos terapéuticos. Por ello, la comunidad sanitaria debe estar al tanto de la puesta al día de las guías clínicas que indican las patologías para las que han de consumirse los antibióticos. En este sentido, Rosario Cáceres hace referencia a las prescripciones de antibióticos erróneas o innecesarias, claro síntoma de no seguir las novedades que dan un lavado de cara continuo al arsenal terapéutico: “Hay profesionales de la medicina, de la enfermería y de la farmacia que están al tanto de todas las novedades, pero hay otros que no. Esto también puede ser parte del problema”.
Son numerosas las variables de la ecuación que ha dado como resultado una de las problemáticas más acuciantes de la salud pública mundial. La sobreexposición de antibióticos a animales de consumo humano y el deficiente control de vertidos de la industria farmacéutica en ríos y suelos también son eslabones de una cadena compleja de responsabilidades que deriva en una multirresistencia de las bacterias que hace tambalear a la flamante medicina contemporánea desde sus propios cimientos. Si bien, y como se argumentará en la siguiente entrega de este reportaje, Multirresistencia en la compra y el medio ambiente, la ciudadanía tiene mucho que aportar al freno de este fenómeno.
 
Nota completa en:  https://www.elsaltodiario.com/sanidad/jaque-a-una-maravilla-armas-de-doble-filo

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