El envase humano

Los sueños más inimaginables del ser humano, poco a poco, van cumpliéndose. Aunque no tenemos alas, volamos, y dicen que hemos llegado hasta la Luna. Aunque estemos a miles de kilómetros de otra persona, nos comunicamos con ella al instante y en tiempo real con absoluta facilidad. O podemos llevar encima, sin ningún sobrepeso, toda una filarmónica y escuchar sus melodías con una sola pulsación. Pero queremos más. Por eso hay mucha ciencia dedicada a las mejoras de nuestro chasis, en búsqueda de cuerpos humanos a los que no les pase el tiempo, que no llegue nunca la vejez. Cuerpos detenidos en una eterna juventud, que sean inmortales. Que nada pueda degradarlos, que seamos de un material incorruptible. 

Gustavo Duch

Y en esta asignatura también avanzamos a pasos agigantados. Porque si lo que indican muchos estudios es cierto, es fácil predecir que, a corto plazo, la materia principal de la que estará hecho nuestro cuerpo tendrá exactamente las características deseadas: moldeable, resistente a la corrosión, no biodegradable, flexible y muy muy perdurable. Como comemos mucho plástico, es lógico pensar que nos convertiremos en cuerpos de plástico.
Un avance impensable que recientemente ha corroborado el “Grup de Recerca en Epidemiologia Clínica i Molecular del Càncer del Institut Hospital del Mar d’Investigacions Mèdiques” (IMIM), dirigido por el Dr. Miquel Porta. Analizando las muestras de orina de 20 personas voluntarias en búsqueda de 27 compuestos derivados del plástico, han encontrado 20 de ellos en todas las muestras. Una muestra pequeña pero un resultado absoluto.
Parece ser que una parte importante de esta plastificación de nuestro cuerpo llega por la ingestión de alimentos expuestos al plástico, que no nos equivocamos al afirmar que, en nuestro sistema alimentario convencional, son prácticamente todos. Agua, alimentos frescos como la carne, la fruta y las hortalizas, los procesados…todo va bien cubierto de varias capas de plástico. Otra parte significativa deriva de comer alimentos que no solo llevan plástico por fuera, lo llevan también en su interior. Nos referimos a los alimentos llegados del mar, donde el plástico representa, en el caso del Mar Mediterráneo el 95% de los residuos que flotan, según explica la organización WWF. En total, anualmente, excretamos sobre el Mare Nostrum, entre 70.000 y 130.000 toneladas de microplásticos y entre 150.000 y 500.000 toneladas de macroplásticos, el equivalente a 66.000 camiones de la basura. Una preocupación que en el caso de Barcelona cobra aún más importancia. cuando investigaciones del Instituto de Ciencias del Mar, revelan que en sus zonas de pesca, la basura puede suponer hasta el 38% de la captura en las redes.
Esta metamorfosis a seres de plástico no parece buena para la salud pero ganaremos desde el punto de vista ecológico ya que al morirnos no será necesaria la incineración, nos echarán el contenedor amarillo para su posterior reciclado. El Homo Plasticus, un avance más de nuestra modernidad.

Fuente: Palabreando -  https://gustavoduch.wordpress.com/2019/11/17/el-envase-humano/ - Imagenes: Bloguia - El Periódico -

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La mayor parte del desperdicio alimentario a nivel mundial se concentra en América Latina
La pérdida y desperdicio de alimentos tiene tres tipos de huellas ambientales cuantificables: de carbono, de tierra y de agua.

América latina, que acoge al 9% de la población del planeta, es la tercera región, a nivel mundial, que más comida desperdicia, tras la zona de Asia meridional y central, y el área de América septentrional y Europa.
De esta forma, América Latina y el Caribe representa el 20% de la cantidad total de alimentos que se pierden desde la fase posterior a la cosecha hasta el minorista, sin incluir este último. Así lo asegura la FAO en un nuevo informe.
Entre las principales causas de las pérdidas figuran, entre otras, cultivar en el momento inadecuado, las malas condiciones climáticas, las prácticas erróneas en la cosecha y su manejo, los desafíos que suponen la comercialización de los productos, las malas condiciones de almacenamiento y las decisiones inapropiadas en las primeras etapas de la cadena de suministro.
Huellas ambientales
La huella de carbono es la cantidad total de gases de efecto invernadero que se emiten a lo largo del ciclo de vida de los alimentos, expresado en dióxido de carbono (CO2).
América Latina es responsable del 16% de la huella de carbono mundial debida a las pérdidas de alimentos.
La huella de la tierra es la superficie de tierra necesaria para producir los alimentos. En este sentido, la región representa el 9%.
En términos de la huella de agua –la medida de toda el agua dulce utilizada para producir y suministrar los alimentos al consumidor final– la región responde por el 5%.
Acciones nacionales
Varios países de la región han adoptado políticas para detener este problema. Es el caso de Chile, que en 2017 estableció el Comité Nacional para la Prevención y Reducción de Pérdidas y Desperdicios de Alimentos.
Por su parte, Argentina creó en 2015 un Programa para la Reducción de la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos.
Desde entonces, más de 80 instituciones públicas y privadas se han unido para formar la Red Nacional para la Reducción de la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos.
Dentro de este programa se lanzó una campaña bajo el título "Valoremos los Alimentos", que proporciona recursos didácticos sobre cómo prevenir la pérdida y el desperdicio de alimentos.
Asimismo, la red nacional de bancos de alimentos de Brasil, Mesa Brasil SESC, entregó en 2017 comida que, de otra forma,habría acabado en la basura, a más de 1,4 millones de brasileños a través de asociaciones público-privadas en 500 municipios.
Adicionalmente, el Banco Interamericano de Desarrollo ha creado la campaña #SinDesperdicio, una plataforma destinada a promover la innovación y mejorar la calidad de las intervenciones públicas sobre la pérdida y desperdicio de alimentos en la región.

Fuente: Sogama



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