La tercera parte de la Amazonía está altamente amenazada

Informe de la Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferenciada (Raisg) revela que las presiones y amenazas contra el territorio amazónico crecieron en la última década, mientras se vuelve más importante la gestión de los pueblos indígenas en la conservación de bosques para luchar contra la deforestación. Así revela el atlas "Amazonía bajo presión 2020” de la Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferenciada (Raisg) al señalar que 7% del territorio amazónico se encuentra bajo presión “muy alta” y 26%, “alta”. El avance de actividades extractivas y proyectos de infraestructura, así como los incendios, la deforestación y pérdida de carbono, han acelerado el crecimiento de presiones y amenazas sobre dicho territorio en la última década.

Principales hallazgos

Solo durante 2018 se deforestaron 31.269 kilómetros cuadrados de bosques en toda la Amazonía / Fuente: Raisg

El estudio lanzado por Raisg el 8 de diciembre es el fruto de trabajo de diez grupos técnicos que generaron 23 mapas que muestran la situación de la toda la región.
Entre las conclusiones del informe se precisa que las áreas con mayor presión se localizan en las zonas periféricas del bioma, zonas montañosas y de piedemonte.
Estas zonas, añaden, están situadas en la Amazonía Occidental, especialmente en Ecuador, en el norte de Venezuela y hacia el sur en Brasil.
Por otro lado, el documento afirma que “la actividad agropecuaria es responsable del 84% de la deforestación en la Amazonía”.
“Desde el 2015, la deforestación en la Amazonía comenzó a subir nuevamente y, solo en 2018, fueron talados más de 31.000 kilómetros cuadrados de bosques”, apuntan.
Los registros más amplios muestran que, entre 2000 y 2018, el avance de la deforestación en esta región acumuló la pérdida de 513.016 kilómetros cuadrados de bosques nativos.
Esto, equivale a la superficie de España, 8% de la superficie total de 6.3 millones de kilómetros cuadrados de bosque que existía en 2000.
A esto se suma el avance del fuego que, entre 2001 y 2019, afectó al 13% de la Amazonía.
Esto equivale a una superficie de 1,1 millón de kilómetros cuadrados o un territorio similar a Bolivia.

Mapa 12. Áreas de actividad agropecuaria en la Amazonía. Fuente: Amazonía bajo presión 2020/Raisg

En cuanto a la minería ilegal, el estudio identificó que, en 2020, 4.472 localidades practicaron esta actividad y que el 87% de ellas se encuentra en fase activa de explotación.
Los proyectos hidroeléctricos y de hidrocarburos también registraron un incremento en los territorios amazónicos.
Así, las hidroeléctricas dentro del límite del bioma de la Amazonía en el 2020, se incrementaron en un 4%, teniendo un total de 177 hidroeléctricas.
Mientras que los lotes petroleros registraron un incremento entre el 2012 y 2019, aunque en este mismo periodo, se redujo la superficie territorial ocupada por este sector.
Ello, “no necesariamente se traduce en una disminución de estas industrias en la Amazonía, mas sí en cambios en las bases de datos oficiales”, aclara el informe.
De igual forma, el interés minero aumentó de 52.974 en 2012, a 84.767 en 2020, pero también se registró una reducción del 11% de territorio ocupado por esta actividad en el periodo analizado.
Por último, indican que la densidad vial en la Amazonía, calculada a partir de la extensión de carreteras y de territorio, es de 18,7km/1.000 kilómetros cuadrados.
Siendo Colombia, Perú y Venezuela, los países que lideraron la expansión de carreteras.
Contra la deforestación
Para la Raisg, “todos estos indicadores muestran que la Amazonía, su biodiversidad y sus pueblos indígenas están viviendo un momento crítico, un ritmo de degradación sin precedentes en su historia”.
Si lo que se busca es evitar el colapso de los servicios ambientales en la Amazonía, “es necesario detener la deforestación inmediatamente e iniciar procesos de restauración que reviertan los impactos que ha soportado por décadas”, añaden.
En esa línea, destacan que los impactos —como la pérdida de carbono, áreas quemadas, deforestación o áreas naturales transformadas— son menores dentro de las Áreas Naturales Protegidas (ANP) y los Territorios Indígenas (TI).
Esto, demuestra el “papel clave” de dichas áreas y territorios “en la conservación de la región”, precisan.
Mencionan, por ejemplo, que, a nivel regional, la mayor parte de la deforestación (87,5%) detectada entre 2000 y 2018 tuvo lugar fuera de las mencionadas figuras de gestión.
Mientras que más del 50% del carbono se encuentra en territorios indígenas y en áreas naturales protegidas, tanto que el mayor número de emisiones se ha producido en “otras tierras”.

Mapa 16. Indíce de presiones en TI y ANP. Fuente: Amazonía bajo presión 2020/Raisg

No obstante, advierten que debido al avance de las actividades extractivas y del desarrollo de infraestructura, estas unidades territoriales se encuentran altamente presionadas y amenazadas.
“El análisis realizado (mapa 16) arroja que el 52% de las áreas de protección de la Amazonía, bien sea ANP o TI, sufre alguna modalidad de presión”, señalan.
Aunque la mayor parte está bajo presiones de intensidad “muy baja” (12,6%) o “baja” (28%), el 11% de las áreas de protección sufren presiones “moderadas”, en tanto que el 0,4%, “altas” y “muy altas”.
Finalmente, Raisg reconoce el rol de los pueblos indígenas —y otros actores sociales— en la preservación de bosques, algo que es “imprescindible para sus habitantes”, indican.
Con ello, también se “aseguran servicios vitales para quienes viven en ciudades cercanas y lejanas”, por lo que “no es momento de perder este logro”, agregan.

Fuente: Servindi
 

Entradas populares de este blog

Francia: ‘Mi orina contiene glifosato, ¿y la tuya?’ Denuncia contra el polémico herbicida

Sobre transgénicos, semillas y cultivos en Latino América

Antártida: qué países reclaman su soberanía y por qué