Pelea desigual contra las llamas en Tierra del Fuego



por: Guillermo Rodríguez Adami

Mientras por aquí no llueva, será el viento el que maneje todo: la violencia de las llamas, la dirección en la que ellas seguirán devorando los bellos bosques de lenga y la ansiedad de los combatientes. Hasta que no caiga del cielo una buena noticia, las cerca de 200 personas que luchan contra el incendio forestal más importante de la historia de Tierra del Fuego seguirán peleando con la fe como única certeza.

El panorama, en los alrededores de la comuna de Tolhuin (un pueblo de menos de 2.000 habitantes a 100 kilómetros de Ushuaia), sigue siendo preocupante. Los dos grandes focos que sobreviven a la tozudez de los brigadistas, La Correntina y Valdez, todavía arden con hambre de más.
Hay que sentir de cerca el ardor que provoca el humo espeso en los ojos, la acidez de la ceniza en la nariz y el ruido intimidante del crepitar de la madera para entender que la lucha de estos hombres será para recordarla eternamente.
El incendio, en total, ya abarca más de 6.000 hectáreas. El foco de La Correntina afectó más de 5.000, pero quemó el 30% de esa zona. El fuego allí todavía arde en sus dos frentes: el chorrillo Las Rosas y la cabeza del incendio. "La Correntina ya corrió unos 40 kilómetros y le quedan 10 para llegar al Atlántico", cuenta Pablo Avalos, jefe de cuadrilla de Incendios Forestales de Tolhuin. 
En cambio, el foco del río Valdez apenas se movió cuatro kilómetros. Pero tiene una intensidad que lo hace casi intratable. Ese lugar fue ayer el más complicado. Unos 50 expertos en incendios forestales, venidos de diferentes partes de la Patagonia, intentaron frenar desde las cinco de la mañana (aquí aclara a las cuatro y oscurece a la medianoche) las llamas en el subfoco conocido como Aguas Blancas.
El combate fue conmovedor. Hombres a los gritos con la piel teñida de negro, saltando troncos vencidos, pisando ceniza mojada, entre el agua de las mangueras y el sonido feroz de la motosierra, que volteaba 200, 300, 400 años de historia de lengas para evitar las temidas "chimeneas". "El fuego corre por debajo de la tierra hasta que encuentra un tronco y empieza a subir por su centro. Si agarra la copa estamos en problemas", le explica a Clarín, en medio del calor insoportable del fuego, Luis Albo, con 60 años, el guardaparque más viejo de esta provincia.
Los expertos saben que el incendio de copa es el gran peligro. El fuego, desde arriba (las lengas superan los 20 metros), puede trasladarse de copa en copa a una velocidad inimaginable. Eso, y el viento, son lo peor. "Una pequeña ráfaga enciende y propaga. Si sopla fuerte, todo lo que trabajaste fue en vano: el calor se reaviva", detalla Néstor Urquía, director de Fiscalización y Manejo del Fuego provincial, a cargo del operativo desde la Escuela Nº 5 de Tolhuin, donde conviven maestros de blanco con brigadistas y bomberos ennegrecidos por el humo.
El viento, ayer, les dio sólo un poco de respiro a los brigadistas. La situación es aún crítica. Hoy se sumarán de varias provincias del Sur 50 brigadistas llegados ayer.
Fuente: Clarin.com

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