El canal interocéanico de Nicaragua: Un ecocidio frustrado

Fue el sueño del “filibustero” norteamericano Willian Walker a mediados del siglo XIX. Y coincidencias o paradojas de la historia, también de Daniel Ortega: contruir un gran canal interoceánico que atravesara Nicaragua desde el Atlántico al Pacífico, parte por tierra y otra parte por el Lago Cocibolca (o lago de Nicaragua). Esa fantasía pasó de generaciones a generaciones de nicaragüenses, que no se frenó incluso con la construcción del Canal de Panamá entre 1903 y 1911, y que el líder sandinista reflotó en 2012, cuando el hijo de la pareja presidencial, Laureano Ortega Murillo, regresó de una gira por China anunciando inversiones importantes para Nicaragua: 50.000 millones de dólares -casi cinco veces el PBI del país- que nunca aparecieron y aportados por un vidrioso empresario chino del que poco se sabe.

Hoy, seis años después de que 61 diputados leales al régimen orteguista aprobaran en la Asamblea Nacional la ley de construcción del canal interoceánico cediendo la soberanía nacional al empresario chino Wang Jing, no hay absolutamente una sola muestra que augure el inicio de “la obra de ingeniería más grande del mundo”, que tendría una extensión de 278 kilómetros, tres veces más largo que el Canal de Panamá. Y es que el 13 de junio pasado, además, venció el plazo de seis años para que la empresa china HKND mostrara pruebas concretas para financiar la construcción. Si eso no ocurría, tal como sucedió, la ley podría ser derogada sin perjuicio para el Estado nicaragüense.

El fallido canal interoceánico de Nicaragua.
Hacia el año 1850, en Estados Unidos reinaba la Doctrina del Destino Manifiesto, que apoyaba la tesis de que el país se expandiera sobre los territorios no conquistados de Norteamérica y, en general, sobre el Hemisferio Occidental. Así, no bastaba sólo con la la ocupación de territorios extranjeros como Texas o California, sino que también era justificable conquistar países como Canadá, México, Cuba o los de Centroamérica, entre ellos Nicaragua.
Esta doctrina tenía dosis elevadas de racismo, ya que consideraba que los estadounidenses eran superiores a los mestizos de los países vecinos ubicados al sur de la frontera. Fue en este período que aparecieron los llamados filibusteros, entre los años 1840 a 1860, verdaderos “paramilitares” o “soldados privados” que provocaban guerras no autorizadas y emprendían campañas contra territorios en paz con los Estados Unidos.
Uno de los más famosos fue, sin dudas, William Walker, que llegó a Nicaragua en busca de fortuna, quiso anexionar el país a EE.UU., fue general, desató guerras en Centroamérica y se convirtió en presidente por la fuerza de las balas. Como correspondía por aquellos años, acabó fusilado en 1860. Pero en los cinco años que duró su aventura, la idea del canal interoceánico rondó por su cabeza y la de sus alucinados financistas en Estados Unidos.
Si bien el empresario chino Wang Jing no pensaba llegar a Nicaragua con la armada china a sus espaldas, el régimen de Ortega lo recibió con los brazos abiertos: esperaba que el crecimiento promedio pasara del 4,5 por ciento del PIB a un 10 por ciento en los primeros años de operación del canal, más la creación de unos 50 mil empleos durante los cinco años de construcción y otros 200 mil cuando empezara a funcionar a fines del 2019 o inicios de 2020. La empresa privada, aliada incondicional del régimen por esos años, analizaba las posibilidades de negocios y surgían preocupaciones logísticas más bien terrenales: HKND iba a requerir a partir de 2015 12,5 toneladas de carne, 37,5 toneladas de arroz y 25 toneladas de vegetales por día para alimentar a los primeros 50.000 obreros.
Según recuerda el diario La Prensa de Managua, el 14 de junio de 2013, Ortega y Jing firmaron el Acuerdo Marco de Concesión y documentos conexos, en que se le concedían al empresario chino poderes ilimitados sobre la soberanía nicaragüense por un lapso de 100 años. Era un documento de 120 páginas que contenía, según análisis jurídicos independientes, violaciones a más de 40 artículos de la Constitución del país. Se le entregaron a Wang Jing todos los derechos de uso de tierra, aire, agua, espacios marítimos y recursos naturales del país. El Estado tendría solamente el 1% de las acciones una vez que entraran en operaciones el canal, y tendría que transcurrir medio siglo para aspirar al 50% de las acciones.
A la vez, el Estado renunció a su inmunidad soberana y de sus recursos a favor de HKND, al acordar que los bienes y cuentas del Estado nicaragüense, incluyendo las reservas del Banco Central de Nicaragua, podrían ser intervenidos “a favor del inversionista o del concesionario”.
Casi un calco en versión moderna del oprobioso Tratado Bunau Varilla- Hay firmado por Philipe Bunau Varilla, representante del canal francés, y los Estados Unidos el 18 de noviembre de 1903, pocos días después de la separación de Panamá de Colombia, que cedía en la práctica la tutela estadounidense sobre Panamá, y que permitió que se estableciera el dominio de los norteamericanos sobre una franja de 10 km de ancho sobre la que pasaría el canal de Panamá y que fue llamada Zona del Canal de Panamá.
El 7 de julio de 2014, HKND y el régimen de Ortega anunciaron la ruta definitiva del Gran Canal, que partía en dos al territorio, comenzaba en el istmo de Rivas, en Brito, atravesaba el Lago de Cocibolca, también conocido como el Gran Lago de Nicaragua, hasta llegar a Punta Gorda en el Caribe Sur. La vía atravesaría 105 kilómetros del lago Cocibolca y debería estar listo, según lo anunciado en 2013 y ratificado en 2014, a fines de 2019.
Render del canal interoceánico de Nicaragua.
El 22 de diciembre de 2014 “comenzaron oficialmente” las obras. El presidente de la firma HKND, el chino Wang Jing, junto a funcionarios del gobierno nicaragüense aparecieron ante los medios junto a máquinas de construcción de instituciones locales para “inaugurar” las obras de una ruta de 13 kilómetros que serviría para introducir la maquinaria pesada destinada a edificar las primeras infraestructuras. Fue la primera vez que se anunciaron obras concretas y sería la última vez que se vio en público al chino Wang Jing, recuerda La Prensa.
En octubre de 2015, el sueño de la “tierra prometida”, como dijo Ortega, empezó a desvanecerse cuando se supo que Wang Jing había perdido el 85 por ciento de su fortuna por las caídas de las acciones de Xinwei. La agencia Bloomberg reportó en ese momento que el capital del empresario pasó de 10.200 millones de dólares a 1.100 millones.
Pero hay más sobre este oscuro personaje. Según un reporte del sitio nicaragüense Confirmado, al mismo tiempo que se suscribía el acuerdo con Nicaragua, la empresa Beijing Dayang New River Investment Management Ltd. recibió 10.000 acciones de HKND. La abogada Mónica López Baltodano descubrió entonces que Beijing Dayang New River estaba vinculada a concesiones y contratos para construir un puerto de aguas profundas en Crimea. La foto de Wang Jing con las autoridades de Ucrania guardaba pocas diferencias de las realizadas en Nicaragua con Ortega, sólo que mientras en Nicaragua prometió un canal de 50.000 millones de dólares, el puerto de aguas profundas en Europa sería de diez mil millones más. Ese puerto, claro está, tampoco se construyó
El empresario enfrentó múltiples opositores, críticos y escépticos, que iban desde residentes locales a ingenieros y ambientalistas preocupados por el impacto que tendría la obra sobre el lago más grande de Centroamérica. Los campesinos del sur de Nicaragua se opusieron desde siempre a la ley creadora del canal, ya que ordenaba la expropiación de sus tierras sin derecho a apelación durante la concesión.
Las protestas "anticanal", en medio del estallido sociopolítico contra Ortega abril de 2018, llevaron a prisión a algunos líderes campesinos, mientras que otros huyeron al exilio por amenazas de muerte. El gobierno acusó a varios líderes campesinos del delito de terrorismo y de matar a cuatro policías, y fueron condenados a más de 200 años de cárcel, en un país donde la pena máxima es de 30 años.
Cuando la BBC le preguntó a Wang por algunas de esas objeciones, el empresario chino las rechazó con contundencia: “Las acciones pesan más que las palabras”, dijo.
Seis años después del anuncio que revolucionó a Nicaragua y a Centroamérica y sin un sólo kilómetro de carretera construido y mucho menos de canal, las palabras del empresario chino suenan a profecía autocumplida.

Fuente: www.clarin.com

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