La Guerra del Agua" en México, entre la acumulación y la sequía

La Yaqui es una de las 69 poblaciones indígenas que habitan el territorio mexicano. Un acueducto, tres embalses y la falta de agua potable han arrinconado a la comunidad que llevan semanas reclamando por la desaparición de uno de sus líderes, Tomás Rojo, cuyo rostro y voz es símbolo de esta lucha ambiental.

Por: Emilio Godoy
Periodistas por el Planeta


Si hay un pueblo que sabe de primera mano el significado de la injusticia hídrica ese es el Yaqui, una de las 69 poblaciones indígenas que habitan en México. Y más hoy, que llevan semanas reclamando por la desaparición de uno de sus líderes, Tomás Rojo, cuyo rostro y voz es símbolo de lo que se conoce como “guerra por el agua”.
Un acueducto, tres embalses y falta de agua potable son testimonio de una historia que ha arrinconado a este colectivo aborigen, compuesto de ocho pueblos del estado de Sonora, en el norte mexicano. El agua ha sido tan consustancial para su cultura y su existencia como la tierra, un nudo indisoluble que, desatado, es la brújula hacia la extinción.
El mencionado Tomás Rojo es vocero de la tribu e integrante del Movimiento Ciudadano por el Agua. “[Las obras] Han sido construidas sin el consentimiento de la población”, dijo a este cronista, semanas antes de su desaparición el jueves 27 de mayo luego de salir temprano a caminar en Vícam, su comunidad. El cociente de esa ecuación de infraestructura es cada vez menos agua para su pueblo y sus actividades económicas, entre las que se destaca la agricultura, por ser la más importante.

La crisis hídrica de México en números. Pablo Omar Iglesias/Periodistas por el Planeta

Historia de la injusticia hídrica
Entre los años ’40 y los ’60, el Gobierno mexicano construyó tres represas para riego y generación eléctrica en la zona. En antelación a esos planes, en 1937 les adjudicó unas 450.000 hectáreas y en 1940, la mitad del caudal del río Yaqui, el más importante de la región —una cuota de 250 millones de metros cúbicos al año. Otro trago seco fue la construcción del Acueducto Independencia, inaugurado en 2013, con capacidad instalada de 75 millones de metros cúbicos. Este traslada el líquido desde la presa “Plutarco Elías Calles” a la ciudad de Hermosillo, a unos 1.890 kilómetros al norte de Ciudad de México —un trasvase de la cuenca del río Yaqui a la del río Sonora—, para cubrir el crecimiento urbano e industrial. A esa lista se suma el impacto de la crisis climática en la región, donde el agua disponible proviene de las lluvias estacionales. “Ahora el problema es la sequía, hay un déficit de agua. El cambio climático sigue afectando. Tenemos que estar previendo esas situaciones, la disputa del agua, el efecto del cambio climático, las proyecciones deficitarias”, advirtió Rojo, cuya aparición con vida está siendo reclamada a viva voz en México. Al respecto, productores agrícolas del Valle del Yaqui afirmaron: “Es preocupante que, en el arranque del Plan de Justicia para los pueblos Yaquis, ordenado por el presidente Andrés Manuel López Obrador, haya desaparecido una persona que siempre se preocupó por su pueblo y que su vida esté en peligro”.
Cóctel de amenazas
El conflicto por el agua en Sonora es un ingrediente del cóctel que amenaza a México, un país de unas 129 millones de personas altamente vulnerable a los efectos de la emergencia climática, como sequías, tormentas intensas, inundaciones, aumento de la temperatura y suba del nivel del mar. A ello se suma una paradoja: mientras el sur y el sureste tienen agua en exceso, los habitantes del centro al norte se enfrentan a su insuficiencia. Pedro Moctezuma Barragán, coordinador general del Programa de Investigación Sierra Nevada de la estatal Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), enumera los fenómenos que marcan el agua en el país: acaparamiento por empresas agrícolas, mineras, inmobiliarias, hoteleras, embotelladoras y cerveceras; contaminación, agudizamiento ante vulnerabilidad por sequías, inundaciones y sobreexplotación de acuíferos. “La crisis del agua es parte de lo que vemos todos los días”, apunta.

Debido a la falta de agua en varios barrios de Ciudad de México, camiones o “pipas” reparten el líquido en esas zonas. En la imagen, una pipa carga agua en un barrio del sur de Ciudad de México. Emilio Godoy/Periodistas por el Planeta

Abasto del líquido a centros urbanos y áreas rurales remotas; deterioro de la calidad de ríos, lagos y embalses; mal manejo de aguas residuales; invisibilidad de la importancia de las aguas subterráneas; visión limitada de la gestión de cuencas; fallas de regulación del acceso a aguas superficiales y subterráneas fueron los hallazgos del estudio “Problemática y política del agua”, parte de la “Agenda Ambiental 2018” que un grupo de académicos entregó al entonces presidente electo López Obrador. La adición de esas contrariedades resulta en conflictos, como el que viven los Yaquis en Sonora. Esteban Castro, investigador principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina (Conicet), quien ha centrado parte de su trabajo en la situación hídrica de México, recuerda que este país latinoamericano ha sido pionero en identificar conflictos. En 1981, los había en 93 ciudades. “Se sabía que se iban a agravar. Hay cosas que no han avanzado y que no se han resuelto, algunas graves. Hay conflictos entre usos rivales del agua: Ciudad de México extrae agua de varios estados y eso genera conflictos que siguen allí. Los intentos de regular la extracción han fracasado en el país. La mayor parte del agua se extrae de forma ilegal, de forma consentida. La gestión se ha vuelto más compleja”, explica. La suma de esas dificultades interpone un obstáculo mayúsculo para que México logre la meta de agua limpia y saneamiento para toda la población, el sexto de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, adoptados por Naciones Unidas en 2015 y que deben cumplirse para 2030.
Un país que se seca
México cuenta con una superficie de 1,96 millones de kilómetros cuadrados. De ellos, el 67% es árido y semiárido, y sólo el 33% restante, húmedo. La disparidad hídrica es un reflejo de su geografía. En 2018, el agua renovable totalizó 451.585 millones de metros cúbicos —equivalentes a cubrir todo el país con 23 centímetros de agua. El 67% se da en el sur y sureste; el 33%, en el norte y noreste, según datos de la estatal Comisión Nacional del Agua (Conagua). A saber: el agua renovable es la cantidad máxima factible de explotar anualmente sin alterar el ecosistema y que equivale al aporte de la lluvia. De cada 100 litros de lluvia, 72 regresan a la atmósfera por evotranspiración; 22 se escurren por ríos y arroyos; y 6 se infiltran en los 653 acuíferos, 108 de los cuales estaban sobreexplotados, 32 tenían suelos salinos o agua salobre y 18, intrusión de agua salada marina (por la suba del nivel del mar y su infiltración en los mantos freáticos). Aunque su importancia ha sido invisibilizada, el agua subterránea es fundamental para México, que posee 757 cuencas hidrológicas, pues el 39% de los usos nacionales —excepto la hidroelectricidad— depende de ella.

El estrés hídrico en México. Pablo Omar Iglesias/Periodistas por el Planeta

En 2021, el país viene padeciendo una dura sequía que impacta severamente la agricultura, la ganadería y la disponibilidad de líquido para centros urbanos. A pesar del inicio de la temporada lluviosa en mayo, más de la mitad del territorio presenta condiciones secas. Esas estadísticas transmiten una imagen más compleja. Si bien México tenía en 2017 un grado de presión nacional bajo (19,5%), su riesgo de estrés hídrico es alto, de acuerdo a la plataforma Aqueduct, elaborada por la Alianza Aqueduct, formada por gobiernos, empresas y fundaciones. De hecho, México es el segundo país de América en estrés hídrico, detrás de Chile. El grado de presión sale de dividir el agua usada entre la renovable. Se considera “alto” si es mayor a 40% y “sin estrés” cuando es menor a 10%.

-Los ocho grupos Yaqui y el gobierno mexicano firmaron, en agosto pasado, un acuerdo para garantizar los derechos territoriales, incluyendo la gestión del agua, de ese pueblo indígena, cuyo dirigente Tomás Rojo desapareció el 27 de mayo en Vícam, su comunidad, en el norteño estado de Sonora. Cortesía Gobierno de México

Fuente: https://www.eldiarioar.com/sociedad/medio-ambiente/guerra-agua-mexico-acumulacion-sequia_1_8017697.html - Imagen de portada: kaosenlared.net 

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