Vivir en un mercado de horrores y prodigios




Mientras el mundo se apresta a celebrar como es debido -es decir, con la debida pompa- los aniversarios de uno de sus mayores genios, Charles Darwin, al cumplirse 200 años de su nacimiento y 150 de la publicación de "El origen de las especies", la ciencia nos sigue brindado más y nuevos hallazgos que pueden llegar a cambiar la vida como un guante.

Lo mínimo: un experimento cuyos resultados publica la revista "Sciencie" se acercó -mediante sensores inimaginablemente ínfimos y micrófonos de potencia más que mayúscula- a un misterio que aún perdura y que consiste en cómo se reproducen los mosquitos. Y aquí el tamaño, en verdad, es lo de menos, porque determinados mosquitos son los transmisores de males enormes que cobran miles y miles de vidas, como la malaria, el dengue y la fiebre amarilla, la que hoy ataca parte del noreste argentino.

La investigación no llegó a dilucidar el enigma, pero si permitió conocer que durante el cortejo, muy poco antes del apareamiento, machos y hembras aletean en la misma frecuencia, una inconcebible medida de ciclos de un segundo que se calcula en una unidad de tiempo llamada hercio. En esos vibrantes instantes, el aleteo -que en general es de entre 400 y 600- trepa muy lujuriosamente a 1.200 hercios. Una vez producido el acto, por así llamarlo, las hembras se vuelven muy poco sensibles al batir de alas de otros machos. Hilando más que fino, este tímido primer paso respecto de esa microsexualidad podría servir para controlar la reproducción de los mosquitos, con milagrosas consecuencias en la lucha contra aquellas pestes mortales.

Una investigación más entre miles. Desde lo vital hasta lo nimio: científicos de la universidad de Massachusetts diseñaron una tela que repele líquidos. El tuco que, predestinado casi, se posa en la corbata no llegará a mancharla si en su manufactura se utilizara ese tejido; el aceite disparado desde la ensalada y depositado en la remera ya no la arruinará.

Y más, esta vez en farmacología, vamos en camino de los medicamentos personalizados. Y también en la elaboración de alimentos que nos curen o sirvan para mitigar los efectos de las enfermedades.

Pero al mismo tiempo, como en una genuina ensalada rusa, el cambio climático hace estragos -entre nosotros, hace más de un año, una sequía descomunal- de difícil pronóstico en cuanto a sus consecuencias, pero siempre inclinadas para el lado de lo sombrío.

Tim O' Reilly creador del primer sitio Web comercial y del término Web. 2.0 para las redes sociales, especie de gurú siglo XXI, jura que la tecnología, contra lo que solemos pensar, "avanza demasiado lentamente." No teme sonar apocalíptico: "Hay problemas muy graves que sólo se pueden resolver con ella. Si no desarrollamos tecnologías para lograr energías limpias, por ejemplo, de aquí a 30 años peligrará la civilización tal y como la conocemos, y aún la misma existencia humana".

Y en este variado mercado de horrores y prodigios, mientras fragmentos del mundo parecen arañar segmentos fantásticos de futuro otros se muestran atornillados en la historia antigua. Cosas tales como la esclavitud de la mujer -no el sometimiento, ni la desigualdad: la esclavitud misma- no son un eufemisno sino una realidad concreta y palpable entre millones que pueblan Asia y Africa y en los sectores más pobres de Latinoamérica.

Esta semana el gran muftí de Arabia Saudita, jeque Abdulazisz al Sheij, la más alta autoridad religiosa en ese país tan inconmensurablemente rico como conservadoramente islámico, ha dictaminado que "una mujer de 10 o 12 años se puede casar y quienes piensan que es demasiado joven están equivocados y están siendo injustos con ella." Lo que aquí condenamos como violación, a medio planeta de distancia es ley.

Pero no viajemos tan lejos: hace unos días se cumplió un año del crimen de Rosana Galiano. A los 29 años, esta joven madre en trámite de un disputado divorcio, fue cosida a balazos en la puerta de su casa. Todo apunta a sospechar que un canalla creía dueño de su destino. Lo fue sin duda. Y el crimen continúa pavorosamente impune.

(Publicado en la columna Disparador de Clarín por Marcelo A. Moreno)

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