El periodista Carlos Fresneda ofrece una galería de los personajes que han sembrado la semilla de los cambios

Jim Merkel, autor de Simplicidad radical, vivió durante dos décadas un proceso de transformación personal que lo transformó de ser un ingeniero electrónico acomodado, que trabajaba para el Pentágono, a cambiar radicalmente de vida tras el siniestro del petrolero Exxon Valdez, que fue para él algo así como una revelación. Y dejó de vender productos de alta tecnología destinados a países en guerra para centrarse en una vida sencilla y frugal. “El mismo Jim ha sido coherente y practicó esa simplicidad. Puso en práctica cómo es vivir bajo los límites que imponen los recursos finitos del planeta”, dice Carlos Fresneda, periodista, que ha escrito un libro (Ecohéroes, RBA), un compendio de las mejores contribuciones personales en favor de la salud del planeta.

Por: Antonio Cerrillo

Él ha puesto el rostro a 100 personalidades singulares, tan relevantes que son referentes en el campo de la protección del medio ambiente. Su indagación es un homenaje a todos ellos. “Se necesita gente que tire del carro, como Jim Merkel, que dice que ser radical es ser fiel a tus raíces”, comenta Fresneda, corresponsal de El Mundo en Londres.

Jim Merkel , foto Carlos Fresneda

No menos influyente ha sido Rob Hopkins, profesor de permacultura, promotor del movimiento Transition Towns (En transición), puesto en práctica en el pueblo de Totnes (Gran Bretaña), un espejo en el que se miran las ecoaldeas de medio mundo. “De Hopkins me sorprendió ese radicalismo amable, gentil, persuasivo”, dice Fresneda. La corriente creada por Hopkins fue una respuesta ante el fin del petróleo y la crisis climática, y en su etapa más reciente propugna una regeneración económica. “Aún no tenemos cabras pastando en los tejados”, bromeaba Hopkins. Pero los planes de eficiencia energética, las cooperativas de energía solar, la moneda local y la agricultura urbana son algunos de los logros visibles en las calles de este pueblo más bucólico que utópico. “Desde el castillo normando de Totnes se ve cómo brillan los tejados solares en el pueblo”, recuerda. “Hopkins dice que debemos reimaginario todo”.
En esta galería no falta Carlos Magdalena, el mesías de las plantas, el gijonés que tranquilizo a medio mundo tras conocerse el robo de la planta acuática más pequeña del mundo en el jardín botánico de Londres –el nenúfar enano ugandés–, el único ejemplar expuesto. Al principio se temió por la extinción de la planta, pero el asturiano trajo la calma. “Tenemos decenas de ejemplares de repuesto en los viveros”, soltó antes de desvelar la técnica que empleó para preservarlos.
Fresneda rompe con el prejuicio de que para reducir la huella ecológica “hay que irse a vivir a una comuna”. Algunas de las iniciativas más rompedoras anidan en el propio corazón de la ciudad.
Annie Novak convirtió el techo de una antigua fábrica de Brooklyn en un fructífero tejado/granja con coles, tomateras, gallinas, conejos y abejas; creó un nuevo tótem en el skyline de Nueva York, para demostrar que hasta el más pequeño e inhóspito lugar puede ser un vergel. Aquel brote verde ha dado lugar a un movimiento que “reivindica la ideas de reverdecer las ciudades”.

Annie Novak

Entre las soluciones urbanas destaca las del arquitecto Iñaki Alonso, que espera culminar el primer proyecto de corrala verde (cohousing) Entrepatios Las Carolinas, en Madrid. Su idea es pasar de la “burbuja individualista” en la que vivimos a aplicar a las viviendas la misma cultura colaborativa que se ha instalado en otros ámbitos. “Todos estos ejemplos que recojo son semillas de los cambios, muchos de los cuales pueden fructificar. Pero sin cambios políticos los cambios social no pueden generalizarse o no trascienden”, avisa.
El libro está trufado de personajes singulares, como Joan Carulla, un agricultor que tiene en la terraza del edificio de su propiedad en Barcelona un huerto espléndido y abrumador en el que ha volcado su pasión vegetariana. Alguien puede tener dudas de si Carulla puede ser o no un adelantado a su tiempo, pero cuando alguien ve su huerto-terraza, balbucea mientras se interroga: “Pero, ¿es esto posible?”. Carulla representa a esas personas de un radicalismo sencillo y personal, que rompen esquemas, pero que son aliados naturales de otros personajes de discurso de ecología profunda.
Tal vez su ejemplo no se puede replicar, “pero sirve de inspiración y demuestran que lo imposible es posible”, nos dice Fresneda.
Al periodista madrileño le fascina James Hansen, el científico que responsabilizó al hombre del calentamiento mundial en su histórico discurso en el Congreso norteamericano en 1988. Hansen era el director del Instituto Goddard de la NASA; hoy es el abuelo del cambio climático. “Este hombre es una mezcla de científico y activista, una amalgama nunca llevada a tal extremo”. Su evolución es una toma de conciencia de alguien realmente alarmado al constatar que “estamos dejando a nuestros descendientes una Tierra mucho más peligrosa que la que nosotros conocimos”.
El climatólogo fue detenido en una protesta climática en la Casa Blanca y él mismo ha alentado las protestas de los jóvenes (incluida su nieta), que ven la que se les viene encima y reclaman una justicia climática a tiempo.
El libro abre la puerta también a Vandana Shiva, defensora de la diversidad y la riqueza de las semillas frente a los monocultivos y los transgénicos; a Heike Freire, pedagoga y comunicadora que promueve el acercamiento de los niños a la naturaleza siguiendo los pasos de Richard Lov, autor de Los últimos niños del Bosque; Greta Thunberg, la adolescente madre de toda una movilización generacional (Fridays por Future, Extintion Rebellion...); o la elocuente Odile Rodríguez de la Fuente, autora de Felix, un hombre en la Tierra, el homenaje sentido y palpitante de la hija del “naturalista, filósofo y visionario” español.

Vandana Shiva

También un libro de divulgación científica, como muestra el capítulo dedicado a Edward O. Wilson, el hombre que lo sabe todo de las hormigas, padre de los conceptos como la biodiversidad o la biofilia (la querencia innata a conectar con la naturaleza) y quien culpa a la especie humana de la sexta gran extinción de las especies (la mayor desde el fin a los dinosaurios hace 65 millones de años.)
El mensaje más actual lo resume la primatóloga Jane Godall, convencida de que la actual pandemia la habían previsto hace años los expertos en enfermedades zoonóticas, que son transmitidas por virus o bacterias de animales a humano.
“La Covid-19 se propagó por nuestra continua falta de respeto hacia el mundo natural y las otras especies con las que compartimos el planeta”, le dijo.
El belga Gunter Pauli nos enseña en su libro qué es La Economía Azul (basada en los recursos de los ecosistemas naturales, lo local, el agua...).
Ellen McArtur populariza la economía circular (concepto desvirtuado y en fase de apropiación por los fabricantes, ávidos de las operaciones de limpieza de imagen con brochazos verdes).
Helena Gualinga representa a las mujeres de la Amazonia que hacen frente a la deforestación, y son hostigadas por las grandes corporaciones petroleras, mineras madereras.
Gail Bradbroook y Robert Hallam han calculado el “algoritmo de la rebelión” (superar los 1000 detenidos y calar en al menos el 3,5% de la población).
Carlos Petrini (Slow Food) nos quiere alimentar con los alimentos de proximidad, la comida kilómetro cero.
Sarah James, mujer caribú del corazón de la Alaska hace frente a la doble amenaza: las prospecciones de petróleo y el cambio climático.
Santiago Martín Barajas salvó 50 valles y sigue explicando cómo se debe gestinar el agua de manera perdurable.
“Si no cambiamos nuestra relación con la naturaleza, seremos una especie extinguida. Los vemos en la expansión de las enfermedades zoonóticas, un reflejo de nuestra relación enfermiza con la naturaleza” resume Fresneda.


Fuente: La Vanguardia - Natural







 

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