«Si eres una criatura del hielo y el hielo está desapareciendo, tu suerte está echada»

El biólogo, geógrafo y activista canadiense James Raffan repasa en su último libro ('Ice Walker', Errata Naturae) la vida de una osa polar que lucha por sobrevivir y sacar adelante a sus crías en un Ártico cambiante: A orillas de la bahía de Hudson, en Canadá, Nanuq está de caza. Una pequeña zorra ártica la sigue de cerca, en busca de las sobras de su próxima captura. Estamos a 37 grados bajo cero. Así empieza Ice Walker, el último libro del biólogo y explorador polar James Raffan, que ahora publica Errata Naturae en español. Sus páginas siguen la historia de Nanuq durante 36 meses en los que esta osa polar de siete años lucha por su supervivencia y la de sus dos cachorros en un Ártico que cambia de forma acelerada.

Juan Samaniego

James Raffan nos atiende desde su casa en Canadá el 1 de abril, April Fools’ Day, el día de los inocentes para los anglosajones. «¿Un chiste sobre osos polares? Que se utilicen para publicitar todo tipo de cosas, de jabones a licores, de dulces a productos de higiene femenina, en muchos casos de compañías que no tienen nada que ver con la protección del medio ambiente o la lucha contra el cambio climático, sino todo lo contrario», bromea Raffan, aunque no es broma.
El caso más paradigmático es el de Coca-Cola, que en 1993 convirtió al oso polar en un icono internacional, humanizándolo y representándolo en todo tipo de situaciones, siempre con una de sus bebidas a mano. La multinacional emite más de 5 millones de toneladas de dióxido de carbono (CO2) equivalente al año y es uno de los grandes responsables de la contaminación por plásticos de todo el planeta: cada año vende 100.000 millones de botellas de usar y tirar. El chiste se cuenta solo, aunque no tenga gracia.
Podemos estirar un poco más la temática del humor. Si los osos polares pudiesen contar chistes, ¿de qué hablarían?
[Risas] No tengo ni idea, en realidad. Pero me encantan unas viñetas en las que aparecen dos osos polares sentados en un trozo de hielo flotando mientras reflexionan sobre cosas que les están pasando a ellos y a nosotros. Como esta, en la que uno dice «¿Alguna vez has notado esa sensación de hundimiento?» y el otro responde «Sí, desde la Revolución Industrial».

Ilustración de James Raffan.

Si los osos no cuentan chistes como nosotros es, en gran parte, porque no hablan como nosotros. Pero eso no significa que no se comuniquen.
No, claro, se comunican de muchas maneras diferentes. Tienen vocalizaciones y lenguaje corporal, como nosotros, pero también se mandan información a través del olfato, como sucede con las feromonas que liberan las hembras con sus patas. Su sentido del olfato es excepcionalmente fuerte, les indica dónde están sus presas, pero también les hace sentirse atraídos o repelidos por multitud de olores diferentes. Para mí, que llevo interesado por los osos desde muy joven, no hay duda de que son seres sintientes.
En su libro, los protagonistas son una osa y sus dos crías, que se comunican pero no hablan.
En el primer borrador del libro, había un personaje más: una anciana inuit que acompañaba a los osos e iba narrando la historia. Pero, finalmente, decidimos sacarla porque me estaba apropiando de una cultura y de una visión que no era la mía. Entonces, mi editora me dijo que tendría que descubrir cómo incorporar el relato sin esta narradora.
Para mí era muy importante que los osos no hablasen. Escribí el libro con la esperanza de que la mayor parte de la acción y de la comunicación tuviese lugar en la cabeza del lector, que fuese una forma de experimentar lo que sienten otros animales.
Hace años, precisamente por el April Fools’ Day, un artículo del Daily Telegraph se hizo viral porque aseguraba que se habían observado osos polares en Escocia. No era cierto, pero ¿podría serlo?
Cualquier organismo está adaptado a su entorno y, si algo cambia, tiene cierta capacidad de respuesta. Si no hay hielo, los osos polares no pueden cazar. Los veranos son épocas de ayuno para ellos. A medida que los veranos sin hielo se alargan en el Ártico, la presión por encontrar comida aumenta y los osos tienen muy difícil ingerir la cantidad de grasa que necesitan para sobrevivir al frío o reproducirse con éxito.
Ante esta situación, aparecen varias opciones. Una sería desplazarse a nuevos territorios más óptimos, si existiesen. Otra sería cambiar sus hábitos alimenticios y volver a una dieta más omnívora, como los osos pardos de los que evolucionaron. Pero la evolución es un proceso muy lento y los cambios están sucediendo a toda velocidad. La tercera opción, lamentablemente, es morir.
¿Está cambiando el oso polar su distribución por el cambio climático? Tal vez. ¿Se está adaptando? Probablemente. Pero temo que ninguna de estas opciones sean suficientes para sobrevivir. Sobre todo, porque las hembras necesitan estar sanas y contar con buenas reservas de grasa para llevar a cabo la gestación de sus crías.
A medida que el Ártico se vuelve más verde y menos blanco, ¿están entrando en escena otras especies de oso?
Sabemos que hay casos de cruces entre osos grizzly y osos polares, bautizados como osos grolar o pizzly. Hace poco estuve en el Ártico y los inuit me dijeron que habían avistado osos negros. En general, parece que las especies se están desplazando del sur hacia el norte, pero no parece que el oso polar esté moviéndose hacia el sur. Aun así, no creo que estas especies compitan entre ellas, porque su alimentación es muy diferente.

¿Y está el deshielo haciendo que aumenten también los encuentros con humanos?
No sé si existen datos al respecto. Los osos tienen sus hábitos y las personas que conviven con ellos, en su mismo hábitat, saben dónde están. Si están aumentando los casos de interacciones entre osos y humanos, diría más bien que es porque cada vez más humanos se adentran en su territorio, y no al revés.
Hay algunas estadísticas que señalan que, aunque los encuentros peligrosos entre osos polares y humanos son algo muy poco frecuente, sí han ido en aumento en los últimos años. En parte, porque los osos se aproximan más a las poblaciones humanas en busca de comida.
Sí, es posible. Es verdad que en algunas zonas, como las islas Svalbard, parece que los osos se han habituado a la presencia de personas y tienen menos miedo, pero eso no significa necesariamente que sean una amenaza.
Más allá del cambio climático, en su libro habla de las otras amenazas en el futuro de la especie, como la contaminación.
Los contaminantes orgánicos persistentes están en el aire y en el agua del Ártico y el aumento del tráfico marítimo en la zona ha conllevado también un aumento de la contaminación y de los vertidos. Recuerdo que ya en los años 70, cuando estaba estudiando al oso polar, buscábamos restos de metales pesados en su pelaje y encontramos de todo, desde Dicloro Difenil Tricloroetano (DDT) hasta isótopos radiactivos de las pruebas de bombas nucleares. Como superdepredador, el oso polar acaba acumulando todos los contaminantes de la cadena alimentaria.
La pregunta es, ¿es la contaminación una amenaza para la supervivencia del oso polar? Probablemente, no es tan grave como el deshielo, pero todos los factores suman. Un ejemplar que esté menos saludable por culpa de la contaminación tendrá menos capacidad de soportar un ayuno largo de cuatro o cinco meses.
¿Qué sabemos sobre el impacto de la contaminación en los osos polares?
Sabemos bastante. En colaboración con cazadores de las comunidades locales, se están llevando a cabo análisis de muestras de carne, pelo, dientes y otros tejidos de los osos polares. Es difícil conocer los efectos en detalle, pero sabemos que hay contaminantes que interfieren con el sistema hormonal o que los vertidos de petróleo pueden afectar a la capacidad de aislamiento de su pelaje.
Hace tiempo que no reviso la literatura científica sobre este tema, pero me temo que, si estos estudios se están haciendo con miras a cambiar de alguna forma la suerte del oso polar, probablemente sea demasiado tarde.
A finales del siglo pasado, los osos polares se convirtieron en un icono del cambio climático. Ahora han pasado a ser un meme para los negacionistas. ¿Cree que la situación de los osos polares se ha exagerado?
Tal vez se ha exagerado, hay muchas formas de contar una historia y puede que se hayan enfatizado algunos aspectos por encima de otros. También creo que hay organizaciones que se aprovechan del afecto que los seres humanos tienen por los osos polares y que no siempre destinan sus ingresos a investigaciones o acciones que beneficien a la especie. Hay organizaciones cuyo principal objetivo es seguir existiendo y han encontrado en el oso polar una herramienta útil para ello.
Aun así, en su momento sirvió para llamar la atención sobre un problema, el cambio climático y el deshielo del Ártico, del que casi nadie hablaba.
Sí, claro, pero hay algunos casos que te ponen la piel de gallina. Coca-Cola, por ejemplo, con su proyecto Arctic Home. Bebías una Coca-Cola y el dinero iba a WWF para programas de conservación del oso polar. En teoría, está genial. Pero ya solo la forma de vender el programa, con imágenes de osos polares jugando en un desierto helado sin presencia humana, estaba equivocada.
Ese es otro punto que quise resaltar en el libro: existe una relación increíble entre los pueblos del norte y los animales del norte. No podemos pensar de forma completa en unos sin tener en cuenta los otros.

Fotografía de James Raffan.

El Ártico es una región más o menos homogénea a nivel de clima y ecosistema, compartida por ocho países. ¿Cambia mucho la situación de los osos de uno a otro?
Sí, hay países como Rusia o Noruega en los que la caza de osos polares está totalmente prohibida y otros como Canadá en los que se permite la caza con cuotas reducidas. Creo que el enfoque canadiense es más adecuado, porque permite cierta caza de subsistencia para las comunidades locales. Los enfoques conservacionistas tienden a aislar a los animales de las personas, pero creo que es saludable que exista un debate sobre cómo gestionar las poblaciones de osos polares.
En el libro menciona también la importancia de la caza para los inuit. ¿Cómo es la relación entre los osos polares y las comunidades indígenas locales?
Para los inuit, son una criatura mitológica y, al mismo tiempo, una fuente de carne, pieles e ingresos para las comunidades. Para ellos, capturar a un oso es una distinción, un orgullo. Hay muchas zonas del Ártico donde la mayoría de jóvenes nunca ha estado cerca de un oso polar y, aun así, sigue existiendo una estima altísima por esta especie, un animal con el que comparten la nuna, la tierra.
Hace décadas que se habla de integrar el saber tradicional con el conocimiento científico occidental. ¿Hacerlo puede ayudarnos a mejorar la situación del oso polar?
A medida que la ciencia ha ido mejorando y el conocimiento ecológico tradicional ha entrado en la ecuación, se ha producido también un cambio en las estructuras de gestión. La colaboración entre la ciencia y los poseedores de conocimientos indígenas beneficia al oso si la gente que convive con la especie influye en la gestión de sus poblaciones. Creo que este es uno de los grandes cambios: la toma de decisiones se está desplazando de centros científicos y políticos distantes a centros de poder más pequeños en el Ártico.
En su libro, los osos polares son descritos como criaturas muy inteligentes, capaces de colaborar entre sí y de crear técnicas de caza elaboradas. ¿Será suficiente su inteligencia para superar todos los obstáculos que enfrentan?
Por desgracia, no lo creo. Si analizamos los datos y las imágenes disponibles, vemos que los hielos permanentes son cada vez menos extensos. Es probable que veamos veranos árticos sin nada de hielo en la próxima década. Si eres una criatura del hielo y el hielo está desapareciendo, tu suerte está echada.
Los seres humanos que viven en el Ártico también se están adaptando a las circunstancias cambiantes, pero tienen más herramientas y opciones a su alcance. Los osos polares están perfectamente adaptados a una dieta y a un ecosistema muy particular. Me temo que no podrán cambiar a la velocidad suficiente para adaptarse a los cambios que está causando el ser humano en el Ártico.

Fuente: https://climatica.coop/james-raffan-entrevista/

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