Filosofía del decrecimiento





La palabra "decroissance" (decrecimiento) que fue acuñada en Francia el año 2000, llegó a nuestro país el 2006. Hasta entonces el término era absolutamente desconocido. A partir de la crisis financiera la teoría del decrecimiento está en la universidad y en los medios de comunicación: se editan libros, se habla de ello por la calle y la difunden diversas organizaciones. Pero hemos de evitar que se quede en una palabra vacía y que deje de ser una fuerza potente para cambiar nuestra sociedad y nuestros hábitos cotidianos.

Por primera vez en la historia, la Tierra ha dicho: "¡Basta! No puedo dar más de sí". Después de las anteriores crisis coyunturales o sistémicas, siempre había un periodo de fuerte crecimiento porque había margen para ello. Ahora, sin embargo, la única salida es replantearnos nuestro sistema de vida. La frase que resume el motivo de este decrecimiento necesario en nuestra sociedad y en nuestra existencia personal podría ser esta: "En un mundo finito no podemos crecer de manera infinita".

La filosofía del decrecimiento ha sido el tema estudiado y debatido en el 16º Encuentro de Comunidades Cristianas Populares de Andalucía, celebrado en El Morche el pasado fin de semana y donde han participado tres centenares de cristianos de las comunidades de base de Andalucía, Albacete, Murcia, Extremadura, Tarragona y otros lugares del país. La ponencia marco del encuentro estuvo a cargo del preclaro profesor catalán Joan Surroca i Sens, galardonado recientemente con el Premio Juan XXIII por la defensa de los derechos humanos. Les trasmito algunas de las ideas más relevantes de su documentada ponencia. El siglo XXI debe ser el escenario de un cambio fundamental: pasar de una sociedad materialista a una sociedad post-materialista. Hemos de descubrir que la felicidad no está en acaparar. Tenemos que humanizar nuestra sociedad para lo cual necesitamos un cambio profundo de actitudes, "que el consumo no nos consuma". 

Para estar satisfechos y tener nuestras necesidades cubiertas existen dos caminos, tener mucho o necesitar poco. La sociedad occidental en la que estamos ha elegido el primero, pero no es sostenible ni generalizable. Hoy estamos tocando ya los límites de la Tierra. No es alarmismo: si queremos seguir viviendo en ella, necesitamos seguir el evangelio de la eco-sencillez y optar de una forma decidida por la segunda vía. "No es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita".

Estamos llamados a corregir el desfase entre la técnica y la ética. En las sociedades occidentales se ha desarrollado tanto la técnica que tenemos almacenadas armas atómicas suficientes con capacidad para destruir 50 veces el planeta. Las ciencias biológicas están al borde de crear una nueva especie de seres humanos; mientras tanto, en las cuestiones de la ética humana, solidaria y compasiva estamos aún en cotas demasiado bajas. ¿De qué nos sirve descubrir nuevos planetas si en el nuestro se mueren de hambre cada día miles de personas? Por otra parte, estamos siendo testigos de que un fenómeno tan positivo como es la globalización, está siendo enormemente negativo pues sólo está al servicio de los poderosos. El despilfarro de los bienes de la tierra está matando la vida en nuestro planeta: cada día desaparecen de nuestro planeta 50 especies vegetales o animales. Parece bastante probable que a este ritmo dentro de muy pocos siglos podría desaparecer también la especie humana. Pero a nuestros gobernantes y políticos parece que sólo les preocupa el ganar las próximas elecciones, ¡estos temas los dejan para las ONG! De una vez por todas, hemos de tomar conciencia que del progresivo y alarmante deterioro de nuestro planeta todos somos no sólo responsables sino también culpables.

Comencemos una nueva forma de vida, sencilla y coherente, bien resumida en las tres erres propuestas por la Carta de la Tierra: "Reducir, Reutilizar y Reciclar", por este orden. Se trata de hacer una opción activa por la eco-sencillez voluntaria como un verdadero camino espiritual. Este nuevo camino nos lleva a trabajar menos para vivir más intensamente los valores del espíritu; promover al máximo el transporte público; favorecer el consumir productos de nuestra región; cambio de las energías fósiles y contaminantes; la biomímesis (aprender de la naturaleza); pasar de una sociedad de mercado a una sociedad con mercado, donde el mercado no sea un fin sino un medio. No podemos tomar este tema tan crucial con frivolidad. Está en juego la supervivencia de la vida en nuestro planeta. En suma, estamos llamados a tomar conciencia de nuestros actos. Todo lo que hacemos tiene sus consecuencias. Lo poco que podamos hacer (por ejemplo: reutilizar una bolsa de plástico) nos puede parecer insignificante, pero es importante hacerlo: muchos granos de arena pueden formar una gran playa.
 
Fuente: Tribuna de Málaga Hoy

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