De mano en mano y sin control el maíz transgénico en Cuba





Narciso Aguilera Marín
Rebelión



Tres semanas atrás aún pensaba que era posible la concertación de espacios de diálogos, reflexiones y debates sobre el flagelo del maíz transgénico FR Bt1 que invade a campos cubanos progresivamente. Hoy ya no estoy tan seguro, después de comprobar que las cuestiones expresadas por los dueños de los transgénicos referidas a una posible coexistencia y control es una farsa. También he comprendido que el silencio de los medios de comunicación y de las instituciones en torno a este asunto, responden a las influencias de poder que los mencionados dueños de los transgénicos ejercen sobre ministerios, productores y organizaciones de productores.
Recientemente realicé una visita familiar en la provincia Sancti Spiritus. No había puesto un pie en el municipio Mayajigua, y ya me había asaltado el fantasma del maíz transgénico. Sorprendido me quedé cuando escuché hablar de maíz transgénico en diálogos comunes entre productores y no productores. No me quedó otra que convertir esos días de visita en recorridos de campo y diálogos con campesinos y directivos de cooperativas. La sorpresa fue mayor al percatarme que la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) ha sido permisiva para que el maíz FR Bt1 se expanda por las fincas campesinas; evidentemente, bajo su consentimiento. Cualquiera pudiera decepcionarse al ver que la organización promotora del Movimiento Agroecológico Campesino a Campesino está siendo invadida de maíz transgénico y no pasa nada. No hay reacción de la ANAP. Tanto productores como directivos de las cooperativas afirman que eso está autorizado.
Las zonas a que me refiero dentro del municipio Mayajigua se identifican por La Canoa y Caliene. Están ubicados a unos 35 kilómetros del Valle de Caonao –la meca de la producción de este maíz bajo el manto del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB) en la propia provincia Santi Spíritus. Allí se ubican dos Cooperativas de Créditos y Servicios Fortalecidas (CCSF). Ellas son la CCSF “Julio Tápanes” y la CCSF “Niceto Pérez”. Ambas con significativa presencia de maíz transgénico. Esto quiere decir, que ese maíz no está confinado en el Valle de Caonao, sino que ya está siguiendo una política expansiva y sin control verdadero.
Según explican los productores visitados y entrevistados, ellos entienden que ese maíz se produce por la Empresa de Cultivos Varios Valle de Caonao, y que esta se lo vendió a la Empresa de Semillas. Luego la misma lo distribuyó a distintas cooperativas. Consideran que además de estas dos, hay otras en la provincia que accedieron a dicho maíz. Hubo quien dijo que se le vendió al que quiso sembrar, aunque esos criterios no están soportados por evidencias verificadas. Las que si fueron confirmadas están en los predios de finqueros en las cooperativas mencionadas. Por ejemplo: la CCSF “Julio Tápanes” compró un quintal y medio (alrededor de 68 kilogramos) de semillas de maíz FR Bt1 que fueron distribuidas a unas 10 a 12 fincas. Sin embargo, las semillas tomaron otras rutas. Hubo quien quiso probar con cinco o seis carreras en su conuco y así sucesivamente, sin profundizar mucho, se considera que unas 40 a 50 campesinos de toda la zona han sembrado pequeños espacios de maíz transgénico.
Fue tanta la promoción que –según los productores- los técnicos le dieron a dicho maíz, que ellos decidieron probar. Pero el campesino como buen conocedor de la tierra y de las plantas, y por cultura ser muy receloso de lo que entra a sus fincas, decidieron sembrar pequeños espacios. Entre todo lo que se tiene contabilizado en la cooperativa referida, suma unos 50 cordeles (2 hectáreas). Por lo que cada campesino decidió sembrar entre 2 a 5 cordeles aproximadamente (de 0.08 a 0.2 hectáreas). La semilla fue pagada por la cooperativa y entregada a los productores. Estos recibieron algunas orientaciones mínimas por parte de los técnicos procedentes de la Empresa de Cultivos Varios Valle de Caonao. Por lo que se infiere, que ni siquiera los investigadores responsables de la generación de este maíz, visitaron dichas áreas. Sin embargo, los campesinos recelosos observan con detenimiento el “nuevo maíz” a pesar del habérseles dicho que es la “gallina de los huevos de oro”.
Las informaciones que los agricultores mostraron tener sobre dicho maíz son extremadamente básicas y contradictorias. Algunos dicen que les aconsejaron que debería ser consumido solamente por los animales. Otros plantean que nadie les advirtió que no debería ser consumido por los humanos, y que ellos ya lo estaban consumiendo de las mismas maneras que el resto del maíz tradicional. Tampoco recibieron información de posibles riesgos a la salud y al medio ambiente. Por lo que ellos, de manera ingenua no ven en ese maíz un peligro ni un riesgo.
De repente aparecen preguntas como: ¿quién se hace responsable de esta violación a la seguridad biológica, a la ética y al protocolo que se debería seguir en estos casos? ¿cómo es posible que la ANAP sea permisiva de que los campesinos siembren transgénicos, cuando hace sólo algunos meses realizó su congreso donde se proyectó a favor de una agricultura ecológica? ¿cómo entender ese doble discurso? ¿qué respeto se tiene del movimiento agroecológico campesino a campesino? ¿este es un movimiento microlocalizado o es extensivo? ¿quién se hace responsable de la potencial contaminación de las variedades tradicionales de maíz con el transgénico? ¿cuánto será el daño y el costo ecológico, cultural, productivo y a la salud de las personas que puede causar este maíz?
En la cultura campesina cubana, y según mi experiencia en otros países, ofrecer semillas para que el vecino, otro campesino o que un visitante se las lleve a su sitio y las siembre, constituye uno de los mejores regalos. Para ellos es un infinito orgullo que luego les digan: “las semillas fueron una maravilla”. Fue por eso, que en todos los casos que pregunté si me podían regalar unas mazorcas de maíz transgénico para llevarme hacia mi provincia, la respuesta inmediata fue, como por ejemplo: “claro que sí, lo que me da pena que no tengo mucho, pero si tuviera más te daba aunque sean 10 libras (4.5 kilogramos). Sólo uno me preguntó: ¿pero para qué las quieres si no te las puedes comer? En ese momento le respondí con una interrogante. Y si es así ¿por qué lo sembró usted? La respuesta fue: “por curiosidad”.
Varios campesinos consideran que ya ese maíz anda sin control, pues han regalado semillas a amigos. Personas de otros sitios se han llevado para probar, por lo que definitivamente ya el maíz transgénico FR Bt1 anda de mano en mano ¿quién y cómo pueden controlarlo? ¿les interesa a las autoridades de la agricultura y de la ANAP controlarlo? Hasta ahora no se han manifestado al respecto.
Otro elemento de alta significación hacia el peligro de contaminación consiste en que todas las siembras están juntas, al lado o relativamente cerca del resto del maíz tradicional. Muchas veces íbamos atravesando un campo para llegar a donde estaba el transgénico y no los dividían ni una guardarraya. Concluía la última hilera de maíz tradicional e iniciaba la otra del transgénico. De esa manera: ¿será o no posible una contaminación con maíz transgénico similar a las que están ocurriendo en México, España y otros países que han invadido los campos con este flagelo contaminador?
Las instrucciones básicas que recibieron los campesinos por parte de los técnicos, se vinculan a los insumos que recibieron junto a las semillas; lo que se resume en: fertilizante fórmula completa (8-7-16), urea y el herbicida denominado Finalé, cuyo principio activo es el glufosinado de amonio. Los momentos de aplicación se resumieron en añadir la fórmula completa al momento de la siembra, la urea una vez iniciado el crecimiento y desarrollo, y aplicar el Finalé alrededor de los 45 días, para combatir la presencia de yerbas, malezas o plantas arvenses. Así evitar eliminarlas con implementos acoplados a bueyes, pues estos a esa edad pueden dañar las mazorcas.
Algunas verdades también fueron reveladas: 1) el maíz FR Bt1, en esta versión inicial, mostró ser resistente a la palomilla del maíz (Spodoptera frugiperda) y al herbicida Finalé; 2) las plantas marcaron hasta seis mazorcas, pero en todos los casos sólo se les cosecharon dos y en algunas plantas tres; 3) aquí no funcionó el mito de “el maíz de las seis mazorcas”; 4) los rendimientos de hasta 6 quintales por cordel (6.8 toneladas por hectárea) pudieron estar más bien definidos por la densidad de plantación que por el rendimiento individual de las plantas. Las variedades de maíz tradicional que normalmente ellos siembran, les rinden desde 2 a 4 quintales por cordeles (2.2 a 4.5 toneladas por hectárea). Sin embargo, hay una gran diferencia entre la cantidad de plantas por unidad de superficie entre el transgénico y el tradicional. Mientras a este lo siembran a un marco de plantación de 0.85 metros entre hileras y 0.80 metros entre plantas; al maíz FR Bt1 lo sembraron a la misma distancia entre hileras, pero a unos 0.20 a 0.25 metros entre plantas. Para entender un poco mejor las proporciones, sembrado de esa manera; una hectárea de maíz tradicional tendría unas 15 000 plantas, mientras una hectárea sembrada de maíz transgénico estaría ocupada por una población de 47 000 plantas. La diferencia es de 32 000 plantas. Desde este punto de vista, y observándose la obtención de dos y cuando más tres mazorcas por plantas, en el caso del maíz transgénico, no quedan dudas que los mayores rendimientos se alcanzaron debido a la densidad poblacional.
Desde el punto de vista de rendimiento agrícola, no se le quita el mérito a otros atributos que puedan influir sobre los rendimientos del maíz FR Bt1, que no se asocia directamente con los transgenes insertados sino con la variedad base no transgénica (FR-28) de la cual proviene; ejemplo: llenado de la mazorca, cantidad de granos por mazorca, masa promedio de los granos, así como la densidad de plantas empleada. Pero no se puede olvidar que muchas de las variedades tradicionales que usan los campesinos en estos sitios, también producen dos y tres mazorcas por plantas, y algunas como el que ellos le llaman “Maíz de 70 Días”, resulta ser prolífero, pues adelanta en casi 20 días la cosecha, los rendimientos están en el orden de los 3 quintales por cordeles (3.4 toneladas por hectárea), sembrado de la manera tradicional; es decir a 0.85 metros por 0.80 metros. También es tolerante a la palomilla, pues es poco atacado por la misma, y de sembrarlo a similar marco de plantación que el transgénico –pues tienen hábitos de crecimiento y portes bien parecidos-, sin dudas se obtendrían resultados bien interesantes y sin riesgos, ni la necesidad de licencia para sembrarlo. Este maíz lleva unos 15 años cultivándose en la región, y los agricultores están enamorados de dicha variedad, quienes plantean “…no estamos dispuestos a desplazar esta variedad por otras que nos traigan aunque nos las pinten muy bonitas”. Además, los resultados que proporcionan son sin el empleo de fertilizantes ni herbicidas, por lo que el costo de producción también es menor. Y algo muy importante, pueden cosechar sus semillas y emplearlas en la próxima cosecha con similares rendimientos potenciales. Esto es una muestra de lo que se puede hacer con la biodiversidad local, sin necesidad de acudir a modelos controvertidos y riesgosos.
Otra cuestión que revelan los agricultores entrevistados consiste, en que dicen algunos de ellos, tener referencias que el maíz FR Bt1 al ser cosechado y sembradas las mismas semillas, las plantas degeneran. Sólo alcanzan a producir una mazorca y las plantas se muestras debiluchas. Como es lógico, habría que comprarle por obligación las semillas otra vez a la empresa que las produce, en detrimento de la posibilidad autogestionaria de obtenerlas ellos mismos. Evidentemente, esto los coloca de manera gradual en un ambiente de dependencia, que nada tiene que ver con los principios que defendemos de soberanía alimentaria y agricultura sustentable.

Es una verdadera lástima que se pongan en riesgo las variedades locales, que sin lugar a dudas le pueden garantizar al agricultor la seguridad de sus semillas y sus cosechas. Los mismos plantean, que es verdad que el ataque de palomilla ha sido una preocupación, pero la mayor afectación y las pérdidas de cosecha, se la atribuyen fundamentalmente a las prolongadas sequías. Aseguran que si les hace buen tiempo; es decir, que llueve oportunamente, no pierden las cosechas, y reiteran que algunas de sus variedades como el “Maíz de 70 Días” casi no es afectado por dicho lepidóptero. Por lo menos, todos expresaron su arraigo a las variedades tradicionales y no quieren ni piensan deshacerse de estas, lo cual da un gran aliento, pero al mismo tiempo, su ingenuidad en hacer pruebas, aunque sean a pequeña escala, los está haciendo partícipes de una potencial destrucción de su propia riqueza varietal que con tanto celo han cuidado y preservado durante muchos años.
Hoy mismo, nadie es capaz de saber ni cuántas fincas, ni qué cantidad de área ha sido sembrada de maíz FR Bt1 en Cuba. Nadie sabe a cuántas personas se les regaló ese maíz, ni hacia donde se lo llevaron. Independientemente de que la semilla degenere o no, la contaminación es altamente probable. Y si es firme el proceso degenerativo de las semillas, también es altamente probable que ese efecto sea transmitido a las variedades tradicionales. Plantas degeneradas o no, pueden sobrevivir en condiciones adversas, sin atenciones culturales adecuadas. Allí se demostró, que ese maíz puede vivir sin que se le aplique el paquete tecnológico que lo acompaña. No es pura especulación el hecho de que muchas comunidades en el mundo tratan desesperadamente de “desintoxicar” sus variedades ya contaminadas con transgénicos, ni que llueven las demandas a los gobiernos y autoridades para que se tomen medidas en tal sentido. El transgénico FR Bt1 está corriendo de mano en mano sin control en campos cubanos. Directivos de las cooperativas estiman, que en la campaña de siembra venidera se incrementarán las áreas de maíz transgénico. Muchos miramos indignados esta situación y nos sentimos impotentes, porque de repente nuestras fincas, cooperativas y empresas parecen destinadas por la dominación a ser invadidas por el “maíz de los huevos de oro”.

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