“La conspiranoia está formando su propio movimiento político”

El escritor Noel Ceballos ha buceado en la historia y la cultura del pensamiento conspiranoico, aquel que se aleja tanto como puede de los consensos establecidos para desarrollar su propia visión de los acontecimientos. El autor de "El pensamiento conspiranoico", que llega en un momento de incertidumbres opina que “el presente es demasiado complejo y abrumador como para ofrecer explicaciones convincentes mientras aún lo estamos viviendo, luego sus teorías de la conspiración nos seducirán y afectarán más de lo que estamos dispuestos a admitir”, reconoce Ceballos en el libro.

Pablo Elorduy


En "El pensamiento conspiranoico"  cabe todo. El terraplanismo y el negacionismo climático; el hecho de que este medio de comunicación (como tantos otros) esté controlado por George Soros y la posibilidad de que una megacorporación nos termine convirtiendo en carne para la picadora. Se trata de un minucioso trabajo de recopilación crítica de las teorías de la conspiración, esas explicaciones rocambolescas con las que, cada vez más gente, trata de explicarse a sí misma los tiempos acelerados en los que vivimos. 


Durante mucho tiempo la paranoia auxiliaba una determinada ideología, el ejemplo más claro es el “terror rojo” durante el macarthismo en Estados Unidos. Pero, ¿se ha convertido la conspiranoia en una ideología en sí misma? 
Puede que sí, pero desde luego lo que estamos viendo una y otra vez es que es una herramienta muy poderosa y muy útil para los populismos, sobre todo para los de extrema derecha. La extrema derecha actual, la llamada alt right, es inherentemente conspiranoica. De lo que se trata es de pescar votos entre gente que está descontenta y decepcionada con el sistema, la conspiranoia sirve porque lo que le dices a esa gente es que por supuesto que el sistema te ha decepcionado pero eso pasa porque está amañado, está trucado por unas élites poderosas, y a la gente como nosotros, a la gente normal, a la clase trabajadora nunca le va a beneficiar: porque siguen una agenda globalista, elitista y siguen lo que se llama una “agenda progre”. Por eso es una herramienta útil. Lo que ha sucedido, sobre todo a partir de la pandemia, es que hemos empezado a como eso ha dejado de estar sujeto a una ideología concreta y en 2020 y 2021 estamos viendo cómo la conspiranoia está formando su propio movimiento político, más allá de ideologías.
¿Qué define ese movimiento?

Lo que les une es esa desconfianza intrínseca a la versión oficial. Y eso es común a todos los espectros de la política, no se dirige a izquierda y derecha, sino que hay una desconfianza hacia todo lo que sea “mainstream”, hacia todo lo que sea el sistema. 

¿Cuándo pasamos de ser críticos a ser paranoicos? 

Un ejemplo: sabemos que el Club Bilderberg existe y se reúne para discutir sobre el mundo. ¿Cuándo estamos pasando a otorgarle demasiada influencia sobre las cosas que pasan o las decisiones que se toman?
El pensamiento crítico es útil y es necesario en la sociedad actual. Cada vez hay mayor escrutinio sobre el poder y los mecanismos de control son mayores, con lo cual cada vez vamos a descubrir más escándalos. El problema es cuando se convierte en algo patológico. La conspiranoia es un marco, con el cual ver la realidad: son unas gafas que te pones y, en el momento en el que te las pones, toda la realidad está tamizada por esa paranoia. Y una de sus bases fundamentales es que todo encaja.
Buscamos una explicación demasiado perfecta.

Puede haber muchos casos aislados, puede haber muchos casos de corrupción —que hay que combatir y por eso se necesita el pensamiento crítico— pero, partir de ahí y considerar que todo forma parte de una gran conspiración, y que está todo relacionado, nos hace entrar en la paranoia pura y dura. Una de las bases de la conspiranoia es tener una serie de datos, que todos compartimos porque son hechos reales, y de ahí saltar a las conclusiones. Es verdad que cada vez vamos a descubrir más excesos del poder pero no debemos saltar a la conclusión de que todo forma parte de una gran conspiración que rige nuestras vidas. Al menos no debemos hacerlo hasta que los hechos demuestren lo contrario (sonríe).
Las personas que nos consideramos de izquierdas tendemos a creer que los ricos hacen todo tipo de tropelías privadas. Quizá sea paranoia, pero ahí está el caso de Jeffrey Epstein.
 

El caso Epstein es paradigmático, sí. Muchos teóricos de la conspiración lo fueron moviendo, igual que fueron moviendo casos de extraterrestres, como cosas que nunca se han comprobado. Pero claro, esto es como tirar un montón de espaguetis contra la pared: al final hay uno que se queda. Y en este caso sí que se demostró que era cierto: Epstein murió en extrañas circunstancias en su celda. Esa idea de los ricos devorando a los pobres define bien este caso. En el libro explico que es una de las ocasiones en las que me he descubierto a mí mismo a punto de caer por la madriguera de conejo.
Ese “agujero del conejo” remite al descubrimiento de una realidad negada como las de Alicia en el País de las Maravillas y a Matrix. 

¿Por qué estamos ahora más expuestos a creer que hay un más allá de la realidad que vivimos día a día?
Creo que es muy fácil hacerlo en un presente como el nuestro, de mucho vértigo. Estamos en una época de cambio de paradigma, pasando de un mundo antiguo a un mundo nuevo e, históricamente, se ha demostrado que es en esas épocas en las que la conspiranoia florece con facilidad. Si las vemos desde la ventaja del presente, si miramos épocas como la del paso del siglo XIX al siglo XX, podemos discernir qué era lo real y qué lo conspiranoico. Pero metido dentro de la vorágine es muy difícil.
¿Por qué?

Antes, los conspiranoicos eran gente que de verdad creía en esto. Ahora hay mucha ironía, mucha sátira y mucha gente que lo que único que quiere es ver el mundo arder. Gente que está haciendo pasar sus propias teorías como reales, que en realidad lo que quiere es reírse de los otros pero participando de alguna manera en la comunidad. Ese es uno de los principales problemas que tiene ahora el pensamiento conspiranoico: diferenciar entre los que están en esto porque realmente creen en ello o los que son quintacolumnistas.
Parece la llegada a la posmodernidad de un movimiento que, sostienes, nace con la modernidad: con la revolución francesa, concretamente.
 

Siempre ha habido complots. El poder siempre se ha servido de esas reuniones secretas para, qué sé yo, darle unas puñaladas a Julio César en las escaleras del Senado y ese tipo de cosas. Pero el pueblo llano no intervenía ahí. A partir de la Revolución Francesa, sí. Esta provocó un cambio de paradigma tan grande que muchos pensadores creyeron que era imposible, que tenía que haber una mano negra, que alguien había movido los hilos. Ahí es donde nace el pensamiento conspiranoico. Que se basa en una idea de conspiraciones a gran escala, llevadas a cabo por una élite minoritaria, que cambian el destino de los países o el destino del mundo, y que van de arriba a abajo: siempre van desde el poder al pueblo, con ese componente de manipulación de las masas.
Trump fue el primero en situar a las “fake news” como un arma de doble filo, al calificar como tales todas las informaciones que no le convienen. ¿El de “fake news” es un marco en el que podamos trabajar? ¿Cómo hacerlo sin apelar a esa idea de un periodismo “puro” que sabemos que no es acertada del todo?
 

No, no lo es. Antes teníamos una serie de hechos con los que todos coincidíamos, era un terreno común y había una “verdad”. En el momento en el que se acuña el término “post verdad” ya no existe ese terreno, ya no podemos coincidir en nada. Del mismo modo que nacen las noticias falsas, o la desinformación, y se dice que fueron una de las razones por las que Trump llegó a la Casa Blanca, es sencillo que el propio Trump se lo apropie y diga que los que hacen post verdad son los “supuestos medios de comunicación” mainstream. Su presidencia ha sido netamente conspiranoica y con esto lo que hacía era apelar a sus bases. Con muchos conspiranoicos lo ves: “no te fíes de lo que te dicen estos supuestos medios de comunicación porque en realidad están al servicio de ese Nuevo Orden Mundial”. Le dan la vuelta a la tortilla para conseguir que esa narrativa juegue a su favor. Eso es algo que la conspiranoia hace muy bien. 

Si estamos alimentando esta conspiranoia a través de internet, llegará un momento en el que salte del terreno de las hipotesis a la realidad. Y las reglas son muy diferentes 

El 6 de enero, con el asalto al Capitolio, tiene lugar la apoteosis de todo esto, cuando la rebelión ante las denuncias de un pucherazo electoral por parte de Trump pasa de los ordenadores a la vida real. 
A mí me recordó mucho a estas sectas findelmundialistas que escogen una fecha determinada y dicen “el mundo se va a acabar este día y nosotros nos vamos a salvar porque somos los elegidos”. Cuando llega ese día y el mundo no se acaba hay dos opciones: o asumes que los últimos años de tu vida y muchos esfuerzos los has dedicado a algo que ha sido una patraña, o redoblas los esfuerzos y dices, “bueno es que a lo mejor había un error en las escrituras” y empiezas a sostener que el mundo se acabará en dos años. Hay estudios que dicen que la mayoría de las sectas optan por la segunda opción. Porque has perdido demasiado tiempo, demasiado esfuerzo. En el caso de Qanon hay testimonios de gente que acabó alienándose de su familia y amigos porque invirtieron todo su tiempo y esfuerzo en el movimiento y, a partir de noviembre de 2020, con la teoría de que las elecciones habían sido amañadas. Ellos entraron en el Congreso para recabar pruebas, y se encontraron que estaban completamente fuera de su elemento y que no sabían por dónde empezar y, por supuesto, no encontraron prueba alguna. Muchos han sido encarcelados o están en procesos penales.
¿Es un punto de llegada, en cuanto supone que se dan de bruces con la realidad de que no van a poder cambiar los resultados electorales, o es solo el comienzo de una tendencia?

Qanon ha desaparecido pero quién sabe si se podrá reactivar en unos años cuando, por lo que parece, Trump se vuelva a presentar, o a través de las diferentes ramificaciones que puede tener el negacionismo del covid. No lo sé, pero yo creo que cada vez vamos a ver más colisiones de estas conspiranoias hipotéticas que si, simplemente permanecen en internet, en nuestras pantallas, pueden ser hipótesis incluso graciosas pero, en el momento en el que penetran en el tejido de la realidad, son muy traumáticas.
¿Cómo está interactuando la cultura con esta nueva condición conspiranoica que está tan generalizada?
 

Creo que hay un diálogo y está claro que se da un trasvase: hay ficciones conspiranoicas que, desde ese terreno de la ficción, han acabado estimulando e inspirando teorías de la conspiración reales. Y viceversa. En la última película de la saga James Bond, Spectra, se escenifica una reunión de este grupo de supervillanos como si fuera el Club Bilderberg. Está explícitamente basado en lo que nos llega que son esas reuniones. Pero al mismo tiempo las reuniones del Club Bilderberg están basadas en la Spectra del James Bond clásico de los años 60. Ese diálogo me recuerda a la ilustración de Escher de la mano que dibuja la mano. Siempre estamos dialogando entre la realidad y la ficción y al final todo se contamina y hay una especie de rueda que no para de girar.
El personaje del conspiranoico también ha aparecido en el cine. Te remites a una película no muy antigua en la que el protagonista da con ese espagueti pegado en la pared y descubre un complot real.

Es una película interesante, se llama Conspiración, es de Richard Donner, con Mel Gibson y Julia Roberts. Y es interesante porque normalmente en los thrillers conspiranoicos el protagonista es una persona normal que se encuentra con algo y se vuelve conspiranoico a raíz de esa experiencia de la realidad. Aquí no, aquí el protagonista es conspiranoico desde el principio, y lo que le ocurre en la película es que una serie de sucesos confirman que sus teorías estaban en lo cierto: que no había nada de malo en ser paranoico, que es la única manera de navegar la realidad. Y eso me recuerda a una anécdota del escritor Philip K. Dick, que era muy conspiranoico y estaba convencido de que el FBI le investigaba. Una vez, K. Dick llegó a su casa después de pasar un fin de semana fuera y vio que alguien había revuelto sus papeles en su despacho y que estaba desordenado. Se lo contó a unos amigos y estos le dijeron “tienes que estar destrozado” y él dijo “no, estoy encantado, porque no estoy loco: es verdad que me están espiando, por fin tengo la prueba”. Esa película viene a decir eso: no es paranoia si de verdad te persiguen.


A raíz de la retirada de Simone Biles de la competición en Tokio ha emergido todo el tema de la salud mental. La pregunta es si estamos cerca del brote psicótico colectivo. 


No hay duda de que en los últimos dos años, a partir de la pandemia, ha habido una aceleración absoluta del pensamiento conspiranoico. Gente que lo ha tenido latente, gente que jamás sospecharías, lo ha sacado. Nos ha pasado una cosa muy brutal, es normal que esto ocurra. Cuando empecé a escribir el libro, a finales de 2019, las teorías de la conspiración estaban experimentando un auge, pero era todavía un discurso que estaba en los márgenes. De repente, a partir de la pandemia se puso en el centro del discurso social. Es imposible saber adonde va a ir a parar. Pero sí, cada vez nos vamos a encontrar más afectados y cada vez vamos a tener que desarrollar más herramientas para lidiar con ello. La empatía y la duda razonable —tanto hacia nosotros como generársela a la persona con la que estemos hablando— en lugar de imponer nuestros dogmas, conspiranoicos o no conspiranoicos, van ser las herramientas más importantes.
Escapar del empleo sistemático de la ironía. 


Sí. Cada vez —espero que no, pero creo que sí— más gente va a tener esta especie de virus mental. No hay que verlos como enemigos, sino establecer puentes. Creo que al final la conspiranoia es un dogma: rechazar la versión oficial por sistema. Y no hay nada mejor para combatir el dogma que generar preguntas. Esa va a ser la clave: tener pensamiento crítico y aprender a navegar unos tiempos que se prevén complicados.


Fuente: extraxto de la nota publicada en: https://www.elsaltodiario.com/pensamiento/noel-ceballos-entrevista-pensamiento-conspiranoico - Ilustración: Vindicación de la conspiranoia - Barrio (.larazon.es)

 

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